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Valencia se rinde al Barcelona

Los azulgrana se exhiben de principio a fin frente a un rival desdibujado

El Barcelona dictó el suspenso de Francisco Real en lo que puede ser su examen final como entrenador del Valencia. Ganó cómodamente un partido que siempre controló. Si no igualó la plusmarca del Karlsruhe fue porque, con el 0-2 en el descanso, optó por conservar su patrimonio.Johan Cruyff había previsto un Valencia mucho más feroz que este conjunto que ni mordió ni ladró. Dejó en el banquillo a Laudrup y Begiristain temiendo una cacería que los anfitriones no lograron organizar. Sergi, plétorico frente al Mónaco, fue trasladado al centro del campo con la misión de anular a Mijatovic mientras Goikoetxea actuaba de lateral izquierdo. Sergi empezó descentrado y un error suyo permitió que Mijatovic rematara a la portería con Zubizarreta vencido, pero Ferrer sacó el balón sobre la raya. El Valencia no cumplió luego con su tempranera promesa. Sólo pudo hablar de una mano de Koeman, tan clara como absurda, y una serie de semiocasiones cuando perdía por 0-3 y tiró la pizarra por la ventana para atacar sin complejos.

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"¡Real, dimisión"!

La forma de ser de Real es una invitación para la devolución de monedas. Tras escucharle que podría decir que Koeman es un mueble o un armario, pero no lo dice, uno podría escribir que su planteamiento fue nefasto, pero no lo escribe. Anunció que el juego aéreo sería el punto débil azulgrana y alineó a Pizzi y Penev. Pero no indicó que el dominio aéreo se quedaría en pura teoría si nadie llegaba por las bandas para centrar. La Real academia no ofrecía definiciones.

Mijatovic, desaprovechado por la derecha, no corresponde al retrato robot del extremo que llega hasta la raya del fondo. Por la izquierda, Eloy, centrado en el marcaje a Stoichkov, tardó 20 minutos en subir y mandar un pase que generó un barullo. Por el centro nadie incordiaba al jugador clave, Guardiola, que pasó la noche pidiendo el balón y distribuyéndolo con gran criterio.

Los problemas del Valencia, sin embargo, no se redujeron a cuestiones tácticas ni a su incapacidad para robarle la pelota a un Barcelona que se repartía el pastel dejándole tan sólo las migas, sino al miedo. Se quedó en su madriguera como un conejo en día festivo. Su propia caza era la de sombras. Además, la defensa blanca jugó obsesionada con Romario como si la zarandeada junta hubiera sido contratante de detectives privados y dado instrucciones para que no le dejaran brillar. Para sus directivos, la presencia del brasileño que no lograron fichar fue como si Neeskens hubiese aparecido en el Camp Nou durante la época en que el público coreaba su nombre para recriminar a Josep Lluís Núñez.

Romario cortó el aliento local cada vez que el balón le llegó y tiró contra un poste en el minuto 18. Redondeó su vendetta provocando el penalti y la expulsión de Sempere a cuatro minutos del final y obligando a que Camarasa se vistiese el jersei verde para ser batido por Koeman.

El Barcelona encarriló el partido con dos inevitables y anunciados goles en tres minutos. Sempere, hay que decirlo, fue remiso al permitir que Stoichkov abriera el marcador superándole por bajo y al primer palo. El segundo fue imparable. Centro del Armario Koeman para Romario, que bajó el balón con la cabeza para que Bakero fusilara. El capitán, que ha tenido una semana muy completa, marcó el tercero de forma muy similar.

El segundo gol barcelonista causó una avalancha de protestas contra el palco valencianista, en el que los asientos queman traseros. El Barcelona, en cambio, ha lanzado agua sobre las llamas del malestar. Cruyff sobrepasó la plusmarca de 204 partidos en el banquillo establecida por su paisano Rinus Michels. Laudrup jugó su 150o partido en la Liga española. Y el Valencia no marcó su gol número 3.000. Las anécdotas resumen una noche en la que todo lo positivo fue azulgrana.

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