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Entrevista:

"Soy castizo, pero en Barcelona me siento más feliz"

Tiene 63 años y un aire de galán tan persistente como su costumbre de vestir vaqueros, su barba inevitablemente nívea o ese modo de hablar entretenido, habitual en todas las grandes voces. Si a esto añadimos que Fernando Guillén ha sido lo bastante versátil para lucirse igual con Almodóvar que con Giménez Rico o Alex de la Iglesia, sólo falta un tópico. ¡Está hecho un chaval! Nació lejos de aquí, en pero se convirtió madrileño a los 20 días de haber vénido al mundo en Barcelona. Vivió su juventud en el centro de Madrid y casi se hace abogado en el viejo caserón Complutense de la calle de San Bernardo. Entre clase y clase, TEU, teatro universitario hasta su debú oficial en el antiguo teatro Infanta Beatriz, año 1953. Su primer contacto con el cine se retrasa, pero, al fin, el seductor ha conseguido que la cámara responda a su señuelo y protagoniza dos estrenos, La fiebre del oro y Tres palabras.Pregunta. ¿Qué tres palabras cree que definen a Madrid?

Respuesta. Belleza, estrés y, justo por esas dos cosas, la tercera, apasionante.

P. ¿Es cierto que su despacho está en Madrid y su corazón en Barcelona?

R. En realidad no me siento de ningún sitio, quizá algo español en situaciones tan anecdóticas como un partido de fútbol de la selección. Madrid es la ciudad en la que vivo y donde me he criado, pero en Barcelona soy realmen te feliz porque es una de las po cas grandes capitales donde todavía se puede vivir. Incluso profesionalmente, ando con un pie aquí y otro allá.

P. Ha tardado tanto en dedicarse de lleno al cine que casi le alcanza su hijo Fernando Guillén Cuervo.

R. Ya lo creo. El cine ha sido como esa amante bella y esquiva que persigues toda tu vida, que nunca te hace caso y que cuando al final la tienes...

P. ¿Deja de ser tan deseada?

R. Todo lo contrario. Creo, incluso, que he abandonado el teatro, de momento. El cine me llega en una edad muy concreta, debe de ser una de esas mujeres que sienten debilidad por los hombres maduritos, afortunadamente. Y en cuanto a mi hijo, que además es mi mejor amigo y también ha trabajado en Tres palabras, sólo puedo decir que lo pasamos muy bien haciendo cine juntos. Coincidimos mucho a raíz de aquella escena que Pedro Almodóvar montó casi como una broma, en La ley del deseo, donde interpretábamos a un par de policías. El padre, casualmente, el más pasota.

P. Y el hijo, mucho más reaccionario. Quizá hoy día la realidad juvenil esté rozando la ficción.

R. La juventud no parece encontrar un término medio. O viven al filo de la navaja, jugando con el riesgo, o se entregan a una violencia tan absurda como la que practican los cabezas rapadas. Que, por cierto, vamos a dejarnos de eufemismos y llamemos a las cosas por su nombre, son fascistas.

P. Como militante del PSOE, no estará nada contento con el Ayuntamiento de Madrid.

R. Pues no, no estoy contento en absoluto. Igual que critico actuaciones de compañeros de partido en el Gobierno.

P. La fiebre del oro y Tres palabras, ¿le gusta estar en dos estrenos a la vez?

R. No creas que me agrada demasiado, porque se da una imagen falsa de persona que lo hace todo. Además tienes que diversificarte en las tareas de promoción y, aunque todas las películas te dejan recuerdos imborrables, pertenecen ya al pasado. Hay cierto cruce de cables, y tengo que esforzarme por quererlas a las dos, por ser muy imparcial.

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