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Carrera de fusiones en la televisión británica

Enric González

A la televisión británica se le han reventado las costuras. Las grandes compañías privadas no han esperado a la reforma de la ley antimonopolio, aún en curso, para lanzarse a la caza de rivales más débiles. Carlton pactó la absorción de Central hace una semana, y Granada lanzó el lunes una OPA hostil sobre London Weekend Television (LWT). Si los analistas no se equivocan, muy pronto habrá nuevos frentes. Se trata de acaparar mercado en una carrera contra el reloj. La Cámara de los Comunes votó anoche la nueva ley, y a partir del 1 de enero el sector quedará abierto a los inversores del resto de la Comunidad Europea. Los gigantes locales quieren tenerlo todo controlado para entonces.El mayor sismo financiero registrado nunca en el mercado televisivo tuvo su origen en un simple anuncio del ministro del Patrimonio, Peter Brook, encargado de los medios de comunicación. Brook señaló a principios de mes que las 15 compañías que se repartían el mercado por regiones podrían ampliar hasta dos, en lugar de una, su número de licencias. El objetivo era desarrollar unidades empresariales de mayor tamaño, capaces de exportar programas y competir en el mercado internacional.

Primer ataque

Nadie quiso esperar a que la propuesta se votara en el Parlamento: se dio por supuesta su aprobación y las compañías de mayor tamaño buscaron a quien comerse. Los más rápidos fueron los directivos de Carlton, la compañía que emite en Londres de lunes a viernes. Pusieron 758 millones de libras (unos 150.000 millones de pesetas) sobre la mesa y se llevaron Central, propietaria de la licencia para Birmingham y sus alrededores.Carlton-Central se convirtió de un plumazo en líder del sector, con una facturación cercana a los 370.000 millones de pesetas anuales, una cuota del 30% en el mercado publicitario y una audiencia potencial de 20 millones de personas. El consejo de Carlton, presidido por el financiero Michael Green y en el que participan el grupo italiano Rizzoli y el diario británico The Daily Telegraph, calcula que en el próximo ejercicio sus beneficios rondarán los 30.000 millones de pesetas.

El segundo movimiento correspondió a Granada, la compañía de Manchester y el noroeste de Inglaterra. Durante el verano había venido comprando acciones en la firma londinense LWT, que emite en la capital los sábados y domingos, hasta acumular casi un 20%. Su presidente, Gerry Robinson, pensó que LWT ya estaba madura para hacerse con ella y durante el fin de semana ofreció 600 millones de libras (unos 110.000 millones de pesetas) por el 80% restante del capital. La oferta implicaba un fabuloso enriquecimiento personal para los directivos y presentadores estelares de LWT, todos ellos accionistas: un grupo de unas 20 personas se repartiría 12.000 millones de pesetas. Pero, contra pronóstico, LWT dijo que no. Granada no se arredró y convirtió su propuesta en una OPA (oferta pública de adquisición de acciones) de carácter hostil, la primera en la historia de la televisión británica. Los directivos de LWT` renunciaron a vender sus acciones y acceder a un retiro dorado porque tenían sus propios planes de expansión. La LWT no quiere ser comida, sino comer, y su consejo estudia la posibilidad de lanzar a su vez una OPA sobre Yorkshire-Tyne Tees, una compañía del noreste en la que ya tiene un 14%, o sobre Anglia Television. La absorción de una de estas dos compañías no sólo situaría a LWT en la liga de los grandes, sino que la pondría a salvo de otros predadores: cualquier comprador del ramo se encontraría con tres licencias en la mano (la propia y las dos de LWT) y, por tanto, en una situación ilegal.

Todo esta agitación financiera creará compañías más grandes y competitivas en un mundo de librecambismo cultural, pero proyecta al mismo tiempo una grave amenaza sobre los contenidos locales y regionales de cada compañía. Todo el entramado de Independent Television, las 16 firmas que desde la ruptura del monopolio de la BBC, hace 30 años, se repartían el Reino Unido por regiones, se había diseñado precisamente para eso, para preservar identidades culturales. En Birmingham circulan ya agrios chistes sobre los acentos norteños (fonéticos y generales) que Granada filtrará sobre Central. Por poner un ejemplo español, salvando las diferencias, es algo así como si la TV-3 catalana comprara Telesur, o Telemadrid se hiciera con el control de Euskal Telebista. Un asunto delicado.

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