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Nuestra revolución

Han transcurrido 20 meses desde el inicio de la investigación a la que dieron el nombre de Manos Limpias. En este tiempo, a partir de un episodio concreto y bien delimitado, los magistrados milaneses se han encontrado entre manos con una indagación que ha ido creciendo en progresión casi geométrica. Hoy tienen frente a ellos más de mil investigados, más de doscientos juicios pendientes, cerca de quinientos procedimientos de reclusión preventiva en la cárcel. Y pronto llegarán otros trescientos o cuatrocientos emplazamientos a juicio.Las perspectivas para el futuro son las de seguir en esta línea, ampliando progresivamente los objetos de investigación. Previsiblemente, en febrero del año que viene, cuando se lleven dos años de pesquisas, el número de personas investigadas será el doble del actual. Nuestra previsión, por lo tanto, es que la Operación Manos Limpias proseguirá hasta quién sabe cuándo, sin interrumpirse; es más, extendiéndose. De hecho, se ha creado una especie de espiral creciente que se hace cada vez más ancha.

Las causas de este crecimiento son tanto procesales como extraprocesales. Entre las primeras hay que señalar el nuevo código de procedimiento penal, que ha influido de manera relevante -aunque no única ni determinante- en la marcha de las investigaciones. En efecto, el nuevo código ha hecho más ágil la investigación del ministerio público: ha hecho desaparecer la figura del juez instructor, concentrando los poderes indagatorios en un único órgano; ha permitido pesquisas más solapadas en los primeros meses de investigación sobre una persona. Todo esto ha proporcionado mayores posibilidades de movimiento a la acusación pública.

El uso en esta investigación de la encarcelación preventiva, presentada a veces como el único resorte de la investigación, ha dado lugar a muchas controversias. Estas controversias no están libres de equívocos. De hecho, hemos pasado en pocos años de la posibilidad del ministerio público de emitir órdenes de captura -y de imponer, por tanto, la encarcelación preventiva por iniciativa propia- a la situación actual, en la que el ministerio público sólo puede solicitar la reclusión cautelar, que es decidida, sin embargo, por otro órgano: el juez para las pesquisas preliminares, figura que no participa en las investigaciones y que no tiene ningún poder de iniciativa en ellas.

Se han dado grandes pasos adelante, pues, en cuanto a las garantías de los investigados. De hecho, el procedimiento que restringe la libertad personal es decisión de un juez externo al trabajo indagatorio. Por lo demás, es el juez encargado de las pesquisas preliminares el que, decide la reclusión cautelar en caso de que exista el peligro de reiteración del delito o de manipulación fraudulenta de pruebas, o cuando subsista el peligro de fuga de la persona sujeta a investigación. Pues bien, si prestamos atención a los hechos que nos ocupan, raras veces en otros casos judiciales han concurrido con tanta frecuencia como en éstos los riesgos de reiteración de los delitos y de manipulación fraudulenta de pruebas y el peligro de fuga. O, como mínimo, han concurrido en la misma medida que en otros procesos. Por eso, mejor ser coherentes: si se critica la reclusión preventiva, debe criticarse siempre, incluso en los casos de droga o de robo. Si lo que se quiere es reconsiderar la dureza de la reclusión preventiva, pues perfecto. Sin embargo, hay que hacerlo en general, en relación con cualquier delito; no se puede hacer distinciones y tratar las investigaciones por corrupción de manera distinta al resto de las investigaciones. Debe quedar claro, entonces, que disminuir o bloquear las posibilidades de reclusión cautelar para los delitos investigados en Manos Limpias llevaría a un paradójico éxito: las disminuiría o bloquearía también en todos los demás delitos, y no nos parece que la opinión pública haya pedido una reforma de la reclusión preventiva para esos delitos. Es necesario tener presente que, en todo caso, existe la exigencia de garantizar la autenticidad de las pruebas y la seguridad de la vida social, y en cierto modo ambas deben estar protegidas (...).

Naturalmente, el ambiente ha cambiado también para los jueces. Pero pensamos que en el pasado también estaban más libres de condicionamientos ambientales, culturales y sociales. De hecho, la independencia de la magistratura en nuestro país ha existido de verdad o ha demostrado ser operativa sobre todo en ese apartado del orden judicial, el de los jueces de investigación y de primera instancia, que observan de cerca los hechos. Es cierto que puede haber habido algún caso, individual y limitado, de subordinación psicológica, de excesiva sensibilidad a las influencias externas. Pero se trataba de casos únicos, porque los jueces están habituados, en cualquier caso, a actuar en medio del desacuerdo.Es verdad, quizá, que también los magistrados han recorrido una serie de etapas, paralelamente a la sociedad, porque los jueces no viven, ciertamente, en una isla apartada. No existen sectores separados por completo. También en el plano legislativo y de la elaboración de jurisprudencia, la adecuación a la Constitución ha necesitado un periodo de tiempo considerable.

Por tanto, es cierto que hay un movimiento cultural creciente que influye también en el proceso penal. Es cierto que las transformaciones culturales afectan también a los propios jueces, y para convencerse de ello bastaría con analizar, por ejemplo, las revistas de derecho. Pero esto no significa que las investigaciones sobre delitos de corrupción no hayan tenido en el pasado resultados satisfactorios por causa de la inadecuación o la negligencia de los magistrados.

Hoy, el trabajo de los jueces de la Operación Manos Limpias, que tienen experiencia, capacidad, sensibilidad y distintas maneras de trabajar, ha avanzado con éxito a lo largo de todos estos meses. No siempre hemos compartido las mismas opiniones, pero siempre hemos hablado y nos hemos comunicado mucho entre nosotros, y al final hemos encontrado una solución. Esto resultó más difícil sólo cuando el grupo inicial de trabajo, formado por unas pocas personas, creció de tal modo que hizo más complicado la tarea conjunta y el intercambio de información. Por lo demás, la ampliación del grupo fue impuesta por la ingente cantidad de trabajo.

Frente a las proporciones desmesuradas que va adquiriendo la investigación, seguimos pensando que deben buscarse soluciones que permitan acelerar los tiempos. En esta dirección apuntaba la propuesta de la llamada condonación, que ya adelantara uno de nosotros hace bastantes meses. Quizá ahora se puedan buscar las formulaciones específicas más adecuadas y los procedimientos técnicos más idóneos, pero seguimos

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