Volvo deberá pagar a Renault 22.000 millones de pesetas por romper la fusión
La ruptura de su proyectada fusión con Renault le va salir cara a Volvo. La empresa sueca deberá pagar a Renault 22.400 millones de pesetas por romper una operación que iba a convertir a ambas compañías en un solo grupo desde el próximo 1 de enero. Volvo ha nombrado nuevo presidente a Soeren Gyll, uno de los directivos que más se habían opuesto a la fusión proyectada por el presidente dimisionario, Pehr Gyllenhammar. En Francia, la Administración, principal accionista de Renault, reaccionó con prudencia, aunque insistió en la bondad de la frustrada fusión.
La fusión, prevista para el 1 de enero de 1994, pretendía convertir a Renault-Volvo en el sexto grupo mundial dentro del sector del automóvil y en el segundo europeo, por detrás de Volkswagen. La operación iba a dar vida a un grupo con 200.000 trabajadores y una producción de 2,4 millones de vehículos al año.El acuerdo preveía que los franceses controlarían el 65% del grupo resultante y los nórdicos el 35% restante.
La ruptura tuvo ayer mismo otra consecuencia negativa para Volvo: la agencia de calificación Moody's colocó a la empresa en una lista de observación de alto riesgo, lo cual significa que le resultará más caro obtener crédito.
Las acciones de Volvo en la Bolsa de Estocolmo también se resintieron de la ruptura. A media jornada de ayer, las acciones de la compañía bajaron 18 coronas (288 pesetas), alrededor del 3%. Las acciones de Renault en la Bolsa de París también perdieron posiciones: bajaron 60 francos (1.320 pesetas) y cerraron a 2.325 francos.
El nuevo presidente de Volvo se reunió ayer con los principales directivos del consorcio para infundir tranquilidad. Gyll dijo que la ruptura de la fusión no afectará a los acuerdos de colaboración con Renault y en concreto al proyecto de construir una fábrica de motores en Suecia. Esta fábrica producirá motores para Renault. Los franceses ya han cursado pedidos por valor de 12.000 millones de coronas (unos 192.000 millones de pesetas).
En Francia, la ruptura no ha sentado bien, aunque el Gobierno reaccionó con prudencia ante la decisión del Consejo de Administración de Volvo de suspender la fusión con Renault.
El Gobierno francés hizo pública una nota en la que afirma: "Tras lo acordado por Volvo, la perspectiva de fusión aparece como algo mucho más lejano. No podemos hablar de cuál será la estrategia de Renault a partir de ahora. Es demasiado pronto para saberlo, pero la idea de fusión sigue siendo buena".
El Ministerio de Industria francés mostró su decepción. El ministerio reafirmó "el buen proyecto industrial y económico que suponía la fusión", al mismo tiempo que apoyó al Consejo de Administración de Volvo y destacó que la fusión "es la mejor vía a largo plazo para asegurar el desarrollo de automóviles y camiones en Volvo".
Oposición de los minoritarios
El presidente de Renault, Louis Schweitzer, se mostró escéptico: "Serían necesarios muchos cambios y no pocas novedades para que la oportunidad de fusión renaciera. Que Volvo haya abandonado esa perspectiva no pone en peligro el futuro de Renault. Ahora debemos sacar consecuencias de la negativa. Es una hermosa y gran oportunidad perdida". La dirección de Volvo acordó anteayer, en una reunión extraordinaria, anular el proyecto de fusión con Renault debido al aumento de la oposición de los pequeños accionistas, que hacía difícil su aprobación en la asamblea del próximo día 7. A última hora de la tarde del jueves, el presidente del Consejo de Administración del grupo sueco Volvo, Pehr Gyllenharnmar, anunció que abandonaba su cargo.
Complementar mercados
La fusión entre Volvo y Renault perseguía complementar la expansión en los distintos mercados. Si Volvo es potente en los países escandinavos y está presente en Estados Unidos, Japón y Australia, Renault aportaba su sólida implantación en la Europa del sur y los países lationamericanos.
En la actualidad, las dos empresas tenían en común departamentos de investigación, compras, seguridad y diseño. En las previsiones figuraba que Renault dejase de fabricar motores de gasolina para montar sólo los producidos por Volvo. La empresa sueca dejaría de comprar los motores diesel a Volkswagen para abastecerse en las fábricas de Renault. En 1992, Volvo y Renault habían realizado ya el 20% de sus compras en común por un valor de 85.000 millones de francos, y el objetivo era alcanzar el 80% de compras comunes.
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