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La policía teme que los agresores de la guineana intenten rematarla en La Paz

Vicente González Olaya

Ana Okembe, la guineana de 19 años que recibió dos disparos a quemarropa en la frente y en la nuca el pasado viernes, llegó a ver el rostro de las personas que estuvieron a punto de asesinarla, según le contó a su madre.La muchacha se recupera de sus heridas en el hospital La Paz, custodiada permanentemente por agentes de la Brigada de la Policía Judicial. La madre teme que sus agresores "intenten todavía acabar con su vida". Y la policía, también, según confirmaron ayer fuentes policiales.

"Secuestro"

Ángela Engonga, la madre de la joven herida, relató ayer a EL PAÍS lo que su hija le ha dicho que recuerda sobre el suceso. Su versión es. la siguiente: tres individuos, suramericanos, pasaron toda la mañana del viernes buscando por las calles de la zona de Centro a un hombre. La búsqueda resultó infructuosa. Sin embargo, hallaron a la joven Ana Okembe, amiga del ciudadano e intentaron que les indicase su paradero. Ella lo desconocía, siempre según la madre. Por ello, la secuestraron y la trasladaron hasta Vicálvaro, cerca de las cocheras de la Empresa Municipal de Transportes y junto al cementario de La Almudena.

Allí, para que no los pudiese reconocer, le dispararon a sangre fría dos veces en la cabeza. Al creerla ya muerta, fue abandonada en medio de un enorme charco de sangre. Horas más tarde, un conductor que pasaba por allí escuchó gritos y halló a la muchacha malherida. Okembe sólo acertó a culpar de sus heridas a "los suramericanos".

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En un principio fue atendida de urgencia en el hospital Gregorio Marañón, y posteriormente, trasladada a la residencia sanitaria La Paz para ser intervenida quirúrgicamente. Allí, los médicos le extrajeron uno de los proyectiles que tenía incrustados en su cabeza. La muchacha tiene aún otro proyectil alojado entre la nariz y el ojo izquierdo. Los médicos creen que la bala posiblemente haya afectado al nervio óptico. Su vida, sin embargo, no corre peligro.

"Nada que ocultar"

Lajoven, que está siendo alimentada con suero, ya ha empezado a hablar. Su madre le ha pedido que cuente lo sucedido a la policía. "Es lo mejor, porque Ana no tiene nada que ocultar", afirma la madre. Engonga expresó ayer su temor por la vida de su única hija. "Estos individuos saben que los puede reconocer y pueden intentar algo contra ella", explicó.

Varios policías de paisano se turnan durante todo el día para vigilar la habitación de la herida. Sólo su madre está autorizada para visitarla en la habitación del hospital donde se encuentra internada. El suceso está siendo investigado por el Grupo de Homicidios de la Policía Judicial.

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Sobre la firma

Vicente González Olaya
Redactor de EL PAÍS especializado en Arqueología, Patrimonio Cultural e Historia. Ha desarrollado su carrera profesional en Antena 3, RNE, Cadena SER, Onda Madrid y EL PAÍS. Es licenciado en Periodismo por la Universidad CEU-San Pablo.

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