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Reportaje:

Los manitas del volante

Decenas de aficionados a los rallies se apiñan en las pruebas regionales con coches desvencijados

Francisco Peregil

¡El Moro, El Moro!, ya ha llegado El Moro con su loca, brrrmmm, brrrmmm, aquel coche de la Seat, 1.430 centímetros cúbicos, emblema y, tumba de algunos delincuentes callejeros en los setenta. Y El Moro, de chándal azul dominguero, zapatillas de deporte, brrrmmm, brrrmmm, ajeno a la crisis de Seat, con su matrícula roja que sólo pone Moro, hace trompos como si bailara sevillanas con el coche y la gente tiene que hablar en voz alta para hacerse oír por encima de los bramidos de la loca: le dicen macarra, macarra entre risas. "¿Qué pasa, qué pasa, colega, no venimos aquí a divertirnos ... ? Pos ya estaaa, hombreee". Y entonces le sonríen; cae bien el hombre.También han llegado ya Óscar Luis Ruiz, de 29 años, guardaespaldas de Prosegur, con sus padres, que han venido a verle y le besan y le abrazan cuando ven que en la primera vuelta queda el segundo; Luis Bolado, de 29, transportista; un militar de 19, con su padre también; un policía, un subdirector de cooperativa, mecánicos, electricistas... En fin, todos los enamorados del volante, con sus cascos, las barras de protección y sus expresiones de manitas, tipo meter pata, tocar tabla (acelerar mucho) y por ahí, dispuestos a quemar neumáticos.

Se quejan muchos de ellos de que no se puede circular por la calle con las barras de protección, que llegan con miedo por si los multa algún guardia, y coño, que no tiene sentido que una cosa así, homologada por la Federación Española de Automovilismo (FEA), que te protege la vida, sólo se pueda usar en competición.

Para colocarse en la parrilla de salida sólo han tenido que pasarse un día por la Federación de Automovilismo Madrileña (calle de Ríos Rosas, 31, primero izquierda, teléfono 442 24 99), pagar 3.000 pesetas por una licencia de concursante, 7.000 por otra de piloto y, una vez en la prueba, desprenderse de 7.000 pesetas que cuesta la inscripción. En total, 30 coches inscritos, que en realidad suman 29, porque el número 13 se lo han saltado todos. Son las ocho de la mañana del domingo 7 de noviembre y el sol se va dejando ver muy poquito a poco, como el público, que se sitúa en una colina desde donde domina todo el aparcamiento del centro Pryca de Las Rozas. Allí transcurrirá la prueba.

Hace años, muchos de estos pilotos corrían de noche en carreteras de tercera. Ahora los rallies regionales se celebran de día, pero a veces resultan demasiado caros para estos virtuosos del volante. Un coche rally de segunda mano puede costar unas 700.000 pesetas. Contando con los desplazamientos, la asistencia técnica, los hoteles y el cardo (gasolina), la afición se vuelve un poco cara. Por eso, para desahogarse, muchos manitas se valen de los eslálones, pruebas que hasta hace sólo un año eran ilegales.

Novatada

Apenas hay entre los conductores de eslalon pilotos que compitan en el Campeonato Nacional de rallies. Alguno aparece con un coche magnífico, adornado con los anuncios de los patrocinadores. Es el único que porta mono de piloto, virgen en eslálones por tanto, y pagará la novatada al verse relegado de los primeros puestos. Este año se han celebrado 16 de estas carreras puntuables para el premio regional de Madrid y unas 10 no puntuables, todas bajo el manto oficial de la Federación de Automovilismo de Madrid. La diferencia entre el presente y el pasado radica en que los coches que llegan ahora han de presentar unas mínimas pruebas de seguridad y que el ganador no se lleva 50.000 pesetas, sino una copa. En cuanto a los participantes, se ve de todo. El Moro, por ejemplo, llegó a trabajar como especialista, de los que se caen del caballo en las películas del Oeste abatido por los indios, y le pagan 30.000 pesetas por caída.

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Tiene un picadero de caballos en algún kilómetro de la carretera de Barcelona y dice ser transportista. Va a competir contra El Kiko, que es conductor de la EMT en la línea 2 1, la que sale de la calle del Pintor Rosales, gasta bigote, pendiente en la oreja derecha y una camiseta, que se le ajusta a la oronda barriga, donde se lee: Peña el Jamón.

A la peña pertenece también su amigo, electricista, que sólo cuenta nueve dedos en su mano y narra a la concurrencia cómo una vieja se asustaba de verle rascarse la nariz con el muñón del dedo, porque ella creía que se lo había metido entero en las fosas nasales. Risas. "Lo importante es divertirse", repiten casi todos como para convencerse ellos mismos de que sólo pretenden divertirse y de que el triunfo es algo muy secundario.

La gente se frota las manos y da saltitos para combatir el frío. En el eslalon de Villalba hay mejores coches que en el resto de los que se celebran en la Comunidad. Unos llegan con grúas, otros con camiones, y algunos sobre cuatro ruedas que sujetan cuatro hierros . Ángel López Mínguez, técnico en Telecomunicaciones, ha venido con su Simca Rally, con más de 19 años en el motor, dispuesto a llevarse la copa de tracción trasera.

Los citan en el aparcamiento, se arremolinan, y les cuentan las bases: hay un circuito marcado con ruedas tiradas en el suelo y conos. Cada cono que se toca resta cinco segundos sobre el tiempo global.

Sensación de vértigo

Ninguno logrará meter más que la tercera velocidad, como mucho, y pasar de los 60 kilómetros entre tantas curvas será casi imposible, pero la sensación de vértigo y de potencia también se promete única; sobre todo cuando se ve a gente como Manzanilla echando el freno de mano en una curva, el coche barriendo un ángulo de 180 grados, y El Niko y los otros, subidos algunos sobre sus vehículos, aplaudiéndole, "olé tú, aunque nos ganes, campeón".

Y entre tanto grito, aplausos y ovaciones, Luis Garrido trabajando en silencio y, desde su metro y pocos centímetros de altura, repartiendo fotos a 400 pesetas para alimentar el ego de los demás. A los aficionados les gusta verse en sus coches, con casco, derrapando, "ahí, ahí, que me vea mi bruja", dicen muchos de ellos refiriéndose a sus esposas. Las esposas y las novias, por cierto, son las únicas mujeres entre el público, aparte de alguna madre aislada.

Pero Luis Garrido, en medio de los torbellinos de caucho, con su maletín y sus zapatillas de menos de mil pesetas, como el fotógrafo de la película El ojo público, parece demasiado alejado de tanto apoyo afectivo. Garrido fue copi (copiloto) en su día, durante cinco años, el tiempo suficiente para tener cinco accidentes, y para darse cuenta de que nunca daría lo que ellos llaman salto a la izquierda para hacerse piloto. Trabaja para la revista especializada Autoedo y, de paso, les hace fotos a los aficionados derrapando y procurando siempre que se les vea el casco.

En cuanto empieza la competición, todos se olvidan de él. En la primera manga, Ángel López hace un buen tiempo, pero ha tocado dos conos y se sitúa en la sexta posición, sólo superado por El Moro, que ha preferido ir sobre seguro. Niko, el conductor de la EMT ha tenido un percance: se le partió el agarradero de la palanca de marcha. "Cuando no es el motor, es la palanca", dice, "siempre hay algo que me deja tirado".

Hay que esperar a la segunda vuelta para ver quién gana. Ellos vienen con coches desvencijados, puro hierro, como dicen ellos, a meter pata, coger la rosca, a hacer manos, en la categoría de tracción trasera.

Mucho 'pijo'

Otros competirán con mejores coches, algunos con verdaderos pepinos gordos (cochazos) en la tracción delantera. "Porque aquí, en el norte, hay mucho pijo con dinero, y se ven buenos coches, pero hay pocas manos", dice alguno de los de tracción trasera.

Pero antes de que acabe la carrera surge la polémica. La gente se ha dado cuenta de que algunos de Villalba han subido el coche con un gato para calentar las ruedas sobre el asfalto. Eso está prohibido, según denuncia la mayoría de la gente al representante de la federación; pero éste dice que con el reglamento en la mano, "que, como es lógico, aún tiene muchos vacíos", no está prohibido. "Pues entonces que no esté prohibido para ninguno", le espeta una señora con pinta de madre, una de las pocas que se ven entre los 60 o 70 espectadores.

En la segunda manga, el coche de El Niko empieza a echar humo y tiene que salirse de la pista. "Mala suerte", dice, "venir desde Madrid, con toda la ilusión del mundo, para esto". Se aparta con su peña, la del Jamón, a comerse uno, mientras ve a El Moro que hace un buen tiempo, poco más de un minuto. Pero Ángel López, el del Simca Rally, le supera. Ha quedado el sexto en la general y el primero en la categoría de tracción trasera.

"Lo que yo te digo.... que hay muy pocas manos aquí", dice alguno de Madrid. ¿Dónde se ha visto que en un eslalon con tan buenos coches, uno de tracción trasera quede el sexto?".

El premio para la categoría delantera se lo lleva Luis Bolado, de 29 años, transportista de profesión, propietario de un Renault 5 turbo. Aspira a correr algún rally el próximo año.

Ahora viene la entrega de trofeos. "Lo entregará una señorita del centro Pryca", dicen por los micrófonos. "Que esté buena", grita El Moro. "Pues me parece a mí que está chuchurría", le informa una señora fondona.

Al coger los trofeos, El Moro, en vez de situarse en el tercer puesto se coloca en el primero, y dice que el Pryca se podía haber tirado el detalle de darles una cervecita. Otros le atacan diciéndole, entre risas, que si hubiera habido más coches de tracción trasera compitiendo, no se lleva ningún trofeo. Sólo había cuatro en esa categoría, pero El Moro sabe que se lo dicen con cariño.

Enseguida ocupa el segundo puesto El Niko y, después, Ángel, y los otros dos se sujetan las copas entre las piernas para aplaudir al ganador. "Lo importante es echar el rato", dicen casi convencidos.

Copas para los campeones

Savanna y Al Margen. Ésos son los dos bares de Madrid donde los aficionados se dan cita todas las semanas para mirar su ego en pantallas de televisión. Cualquiera que entre en uno de esos locales a las nueve de la noche encontrará a unas 30 personas como hipnotizadas viendo algún vídeo.Los bramidos de los coches resuenan en cada cada una de las paredes donde clavaron hace muchos años fotos de coches de competición. A las nueve sólo se ve el vídeo de la última competición nacional o regional. No suele haber en el montaje locutores que narren lo que se ve; además, no hacen falta, todo el mundo conoce a todo el mundo. A eso de las diez de la noche comenzará el debate. Al vídeo le quitan el sonido y se comenta la repetición de la jugada. Tú me pasaste por ahí, yo por aquí. Ése tiene un coche magnífico y yo ando con el mismo desde hace 10 años. El que quiera verse siempre en una de esas cintas tendrá que pagar entre 5.000 o 6.000 pesetas por ellas.

Propietarios de autoescuela o dueños de empresas de la construcción miran con sus novias hacia una pantalla para ver la prueba regional de los todoterreno, mientras en la otra pantalla hay eslálones. Y en la planta de abajo las parejas de novios observan tranquilas una pantalla aún mayor, en un ambiente más discreto. El dueño del Savanna, Jesús Román, de 3 3 años, cree que el negocio ha bajado muchísimo, a pesar de que apenas cabe un alma más en su bar. "Pero aquí hace cinco años había cola en la puerta para en rar. ¿Por qué? Pues porque aquí en Madrid apenas se organizan pruebas. Si en 1984 había ocho o nueve rallies, de asfalto en Madrid, ahora no hay ninguno".

Eso mismo opinan muchos clientes de la casa, aunque de jan caer un mensaje esperanzador: "La cosa parece que se va arreglando con la nueva federación madrileña".

Savanna (c/ Rafael Herrera, 9, metro Plaza de Cas tilla). Los lunes, desde las nueve a las doce de la noche. Al Margen (Vinateros, 45). Martes, retransmisiones de carreras.

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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