La ilusión de una sola Corea
El contencioso nuclear hace sonar tambores de guerra y aleja aún más la utopía de la reunificación
La crispación registrada en la península coreana tras el rechazo de Corea del Norte al escrutinio de sus instalaciones nucleares y la posibilidad de que la ONU apruebe sanciones contra el régimen estalinista aumentan las posibilidades de un conflicto armado en esa parte del mundo. También defraudan las esperanzas de cerca de 70 millones de personas en la pacífica reunificación nacional de un territorio dividido durante los últimos días de la II Guerra Mundial. Corea del Sur revisa su estrategia hacia la consecución de ese objetivo y el Norte condiciona su apertura a que Estados Unidos establezca relaciones diplomáticas y respete el régimen. Mañana se reanudan las conversaciones entre Pyongyang, Seúl y Washington, entre la polémica interna en Estados Unidos sobre la mejor fórmula para presionar al régimen de Corea del Norte. Mientras los sectores más duros apuestan por las sanciones, la Administración demócrata parece decidida a ofrecer ayudas económicas y reconocimiento diplomático para no acorralar a las autoridades de Pyongyang.La música guerrera es la habitual en esa península asiática desde que el general norteamericano Douglas MacArthur propuso un asalto militar a Corea el Norte para evitar "la propagación del comunismo" hacia el Sur y su eliminación en la vecina China. La espera del arrogante guerrero no fue mucha. El 25 de junio de 1950, cruzaba la divisoria una fuerza combinada del Ejército norcoreano en una invasión de Corea del Sur que alcanzó Seúl y arrinconó al retén norteamericano. La contraofensiva, con la colaboración de naciones subordinadas a EE UU, neutralizó el avance norcoreano y provocó la caída de su capital, Pyongyang. Una división de 200.000 voluntarios chinos contuvo entonces el ímpetu de un general al que sus compañeros apodaron César; en el río Yalu quedó sentenciada la guerra.
El armisticio de 1953, forzado por el sangriento empate en el campo de batalla y dos millones de muertos, consumó la partición de un pueblo con 1.000 años de historia. "Volveremos a ser una nación, la más poderosa del mundo", soñaba un funcionario norcoreano durante un viaje hacia las alambradas de Panmunjom, el muro que sobrevive a la guerra fría.
Reunificada Alemania, el nuevo presidente de la capitalista Corea del Sur, Kim Young Sam, se marcó como meta la reconciliación nacional. Lo apremian 10 millones de familiares separados desde hace casi medio siglo por una línea desmilitarizada de 240 kilómetros. Pero las diferencias políticas, sociales y económicas de las dos Coreas son muchas y algunas insalvables. Abandonado por las naciones que pertrecharon su Ejército y subsidiaron el régimen, vive en el Norte un tirano octogenario: Kim Il Sung. Capeando el temporal desencandenado por la desaparición de la URSS, impera desde 1948 con poderes omnímodos. Cualquier apertura en aras de la reunificación aparejaría su debilitamiento.
La penuria de los escaparates de Pyorigyang, los indicadores económicos y sociales de ambos países y el primitivismo del campesinado en el sur de la dictadura anticipan que la unificación tendrá un coste descomunal. Un estudio del Ministerio de Finanzas surcoreano calcula una factura de más de 700.000 millones de dólares. Otro obstáculo es que el Norte, con 22 millones de habitantes, no quiere ser absorbido por el Sur, residencia de 43 millones de coreanos con rentas per cápita que no admiten comparación. Además, Seúl, alarmado por el alto precio del proceso alemán refrena anteriores llamamientos a una rápida absorción.
La magnitud del desafío preocupa pero su logro ilusiona a todos los coreanos porque creen que surgirá una nación capaz de hacer frente a los japoneses, los odiados invasores, y colocarse en el tercer lugar de la clasificación de potencias asiáticas, por detrás de Japón y China. Solventado el escollo político ¿cómo conseguir el equilibrio hacia el liderazgo? Los proyectos son muchos. Inicialmente se desviarían hacia proyectos de inversión en el Norte, con un Producto Nacional Bruto 10 veces inferior al generado por Corea del Sur, los 15.000 millones de dólares anuales dedicados a gastos militares y al mantenimiento del millón y medio de soldados acantonados en las dos latitudes del paralelo, 36.000 de ellos norteamericanos.
Poco hay aprovechable en el Norte. Todo huele a fracaso. Cualquier logro en la cobertura de las necesidades más elementales del ser humano, sanidad, alfabetización o vivienda, queda oscurecido por la radical conculcación de toda libertad individual.
La propiedad privada no existe en un totalitarismo que redujo el sufrimiento de sus víctimas al enajenarlas y atrofiar su capacidad de rebeldía. Soldados, cargados con haces de leña, o campesinos con aperos de labranza cubren a pie el trayecto entre sus domicilios y el tajo. Similar fenómeno es habitual en el resto de las carreteras: 4.000 kilómetros de firme asfaltado. En Corea del Sur, la red vial supera los 70.000 kilómetros de intenso tráfico.
Los viajes entre las dos naciones están prohibidos. Excepcionalmente, el pasado año, 100 ancianos separados de sus familias durante decenios pudieron cruzar la frontera. El reverendo Insik Kim, 55 años, presbiteriano, no veía a su madre, en el Norte, desde hacía 35 años. "Me senté en su regazo y abrazado a ella lloré como un niño". No todos tendrán su suerte. Los más viejos morirán sin asistir al nacimiento de la gran nación.
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