Conciencia de Txefis
LA PROPUESTA de abandono de la violencia por parte de ETA que se atribuye a uno de sus principales dirigentes, encarcelado desde hace 19 meses, es verosímil. Algunos de los más fanáticos dirigentes terroristas tienden a dejar de serlo cuando su situación personal les permite, y hasta casi obliga a, detenerse a pensar. Aunque hay algún antecedente, el supuesto componente religioso de la conversión de Álvarez Santa Cristina, Txelis, es anecdótico. Lo sustancial es que, por vía mística o por cualquier otra, el cambio en la existencia del fanático es condición para el cambio de su conciencia.
Antecedentes los hay abundantes. El más espectacular de los últimos tiempos es el de Abimael Guzmán, el presidente Gonzalo de la organización terrorista Sendero Luminoso, que hace unas cuantas semanas compareció, con el resto de la plana mayor de su ejército encarcelada, para comunicar a sus compañeros en libertad que, tras intensa meditación, había llegado a la conclusión de que era imprescindible abandonar la lucha armada y negociar con el presidente Fujimori. La catadura de su régimen hace sospechar que esa meditación haya podido ser estimulada por métodos no muy diferentes a los que en los años treinta suscitaron asombrosas autocríticas en las prisiones de Stalin. Pero esa circunstancia no concurre en el caso de Toni Negri, teórico del sabotaje permanente en los años centrales de la ofensiva terrorista en Italia y que, sin embargo, pasó a considerar, algún tiempo después de su encarcelamiento, que la búsqueda de una salida para los presos acusados de terrorismo era la tarea central del periodo.
En relación a ETA se ha citado con frecuencia que quien fuera su máximo dirigente en los años ochenta, Txomin Iturbe, hizo a mediados de esa década, y a través del PNV, una oferta de negociación que el Gobierno no atendió. Pero tal oferta, producida después de numerosos rechazos avalados por el propio Iturbe, sólo llegó cuando el famoso activista fue detenido por las autoridades francesas y encarcelado en Burdeos.
Personas que han ordenado matanzas como la de Hipercor, Vic y tantas otras, o, en el caso del brazo político, que han intentado sacar ventaja de esos crímenes, difílcilmente serán convencidas sólo por el diálogo sobre las ventajas que tiene para su causa la renuncia a la violencia. Los llamados blandos lo han sido siempre después de ser detenidos y encarcelados o entregados a España (como Etxebeste, por citar otro caso).
Tielis parece haber llegado a la conclusión de que la lucha armada carece de sentido. El tiempo dirá si conserva autoridad suficiente como para que esa deducción tenga efectos prácticos, cuando menos de provocar un debate. En una entrevista reciente, el que pasa por hombre fuerte de la última hornada de KAS y HB, Floren Aoiz, reconocía que en ese mundo hay un sector favorable a dar por finalizada la lucha armada y otro partidario de que no se acabe nunca, porque "quedan reivindicaciones inalcanzables en el marco democrático-burgués". Lo que pasa es que a los partidarios de seguir indefinidamente les basta organizar un atentado para dar por zanjado el debate. Por eso sigue siendo necesario que más activistas se paren a pensar en prisión. Aunque sólo sea cinco minutos.
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