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Reportaje:

La senda del mejor baile

Los bailaores flamencos más prestigiosos explotan el negocio del duende en tres academias de Madrid

Los abogados se preparan en la Facultad de Derecho, las enfermeras en la Escuela de Enfermería y cualquier profesión tiene un centro donde aprender el oficio. Estudiar baile flamenco es otra historia. El aprendizaje serio y riguroso de todos los palos (modalidades) y la técnica de ese arte supone introducirse en un mundo subterráneo y extraño que existe y sobrevive por generación espontánea de todos sus miembros. Sólo los que lo buscan pueden toparse con él. De momento, unas 300 personas se han incrito en las clases de los que saben, término flamenco donde los haya.Toda la actividad del baile transcurre, casi a escondidas, en torno a la plaza de Antón Martín. La boca de metro escupe bailarines y guitarristas sin parar, inconfundibles ellas con sus bolsas de deporte enormes -un par de mallas, la falda flamenca, que ocupa mucho, toallas, calentadores, y hasta papel higiénico, que escasea en algunas de las academias- e inconfundibles los guitarristas con los aires de Al Capone que les imprimen las fundas.

Andar por esa plaza significa cruzarse con grandes figuras que se dirigen, mezcladas a veces con sus alumnos, a los estudios de la calle del Amor de Dios, a la Corrala del Baile, en la calle del Doctor Piga, o a los estudios Nachos's, en Santa Isabel.

En las páginas amarillas de las guías de teléfonos figuran más de 20 academias. Basta con ir a clase dos horas a la semana, pagar unas 7.000 pesetas al mes y cualquiera puede salir airoso en lo que a bailar flamenco se refiere. Pero si realmente se quiere beber de las mejores fuentes, hay que acudir a los maestros de Amor de Dios, Nacho's o la Corrala de Santa Isabel. Son los tres centros imprescindibles de este arte: no están todos los que son, pero casi todos los que están son maestros de prestigio reconocido.

Ése es el caso del Ciro, que cuando no trabaja en los escenarios aprovecha para dar unas clases. La cosa es tan sencilla como alquilar un estudio por 500 pesetas la hora en. estas academias y colgar un cartel en la pared que anuncie sus clases. En estos momentos la mayoría de sus alumnos son extranjeros, pero la magia de este bailaor hace que parezcan casi, casi tan gitanos como él.

A las habitaciones desangeladas de estas academias llega gente del mundo entero gracias a la publicidad boca a boca que lleva haciendo efecto 35 años.

Muchos extranjeros

Gran parte de los personajes que circulan por este submundo son extranjeros y de todas las razas. Siempre andan enfrente, delante o detrás de algún mito del flamenco. Son las cinco de la tarde y están a punto de comenzar la clase de María Magdalena y la de Paco Romero. Antes, un grupo de chicas repasa el zapateado, un guitarrista japonés afina las cuerdas de su guitarra, un bailaor ensaya una patada y en una esquina se cuece un trabajillo para una sala de Madrid.María Magdalena fue una de las primeras maestras que llegó a Amor de Dios -los flamencos llaman así a los estudios que están en el número 4 de esa calle, los más antiguos de todos- Empezó a dar clases cuando todavía bailaba en los escenarios porque un día se presentó en su casa Elke, una periodista alemana, y le pidió por señas que la enseñara a bailar.

"Fui a hacer un reportaje recuerda Elke, "a un tablao de San Francisco en el que bailaba Ciro. Me enamoré del flamenco y, como me empeñé en aprender, el propio Ciro me aconsejó que me dirigiera a María Magdalena". Ahora, la técnica de Elke es famosa. Muchos de sus alumnos llegaron a la clase de Elke después de ver la película Carmen, del director Carlos Saura, en la que aparece dando una clase.

Ciro volvió de Estados Unidos y fue a parar también a Amor de Dios. Los ruegos de un grupo de bailarines le pusieron a dar clase y han hecho de él un maestro histórico. Sus coreografías y su estilo están presentes en todas las compañías de baile. "Enseñar a bailar no tiene nada que ver con repetir pasos sin parar. Hay que diseccionar los bailes y el compás", explica este maestro.

Maestros diseminados

Poco a poco, los bailaores y bailaoras que cruzaban esa puerta se iban convirtiendo en maestros y crearon la mejor escuela de baile español. Con el tiempo llegaron los estudios Nacho's y la Corrala del Baile, y los maestros se reparten ahora en los tres centros.Ciro, como otros maestros que empezaron en Amor de Dios, ha trasladado sus clases a la Corrala del Baile, los estudios de Camborio, porque iban a cerrar ese histórico centro. Amor de Dios sigue abierto aún gracias a la lucha, entre otros, de Joaquín Sanjuán, el presidente de la federación española de entidades flamencas, que trata de encontrar un local apropiado, porque los estudios de esta academia los ha comprado una inmobiliaria que pretende tirar el edificio.

Desde las diez de la mañana hasta las diez de la noche hay clases sin parar en estos tres centros que rodean Antón Martín. ¡Más fuerza en esos pies! La cabeza, la falda... Nenaaas... ¡Más atención, los tacones, los tacones!", o "¡Esas caderas más coquetas, que sois mujeres, joder!", grita un maestro cualquiera en una clase cualquiera.

Los extranjeros que han conocido el flamenco en su país y se plantan en Madrid, ex profeso, para intentar dominar este arte, nada más llegar se meten en Maty (calle de Hileras, 7) y Menkes (Mesonero Romanos, 14).

Esas son las tiendas con más surtido en ropa de ensayo para hacerse con el equipo necesario de un alumno: falda -de 7.000 a 9.000 pesetas- y zapatos -7.000 pesetas.

50.000 pesetas al mes

En el flamenco también vale eso de que cada maestrillo tiene su librillo y los alumnos lo saben: "Hay que estudiar varias horas al día y con varios maestros", dicen todos, y ese es su principal problema. Aprender a bailar bien cuesta, sobre todo, muchísimo dinero. Todos los profesores cobran 5.000 o 6.000 pesetas cada semana por una clase diaria de una hora. Esto significa que, para bailar flamenco decentemente, hay que pagar, por lo menos, 50.000 pesetas al mes: dos clases diarias y el alquiler de un estudio para repasar lo que se aprende en clase, que viene a costar 500 pesetas por hora.Si encima se quiere practicar acompanándose con un guitarrista habrá que pagar 2.000 pesetas más cada hora. En cualquier caso, no es posible gastar menos de 20.000 pesetas al mes en este aprendizaje.

Nikolai, por ejemplo, es un alemán de 23 años que llegó a Madrid hace un año con el único fin de aprender el baile flamenco. En su país conducía una ambulancia hasta que reunió lo suficiente para venir aquí. Ahora se gasta todos los meses 80.000 pesetas en clases de baile y estudios. Ya ha conseguido algún trabajo como bailarín y espera que le salgan más porque, si no, tendrá que regresar a Alemania y volver a ahorrar.

Así se ven muchos casos en las academias. Destaca también el de un japonés que llegó hace 10 años a Madrid, jamás pisó las escuelas de baile pero se dedicó al aprendizaje de la guitarra. Sobrevivía con el dinero que le enviaban sus padres, hasta que el grifo se cortó. Entonces decidió deambular por las tascas flamencas. Todo el mundillo profesional le conoce. Saben que el japonés conoce hasta los secretos más oscuros del mundo de la guitarra (trata personalmente con los artesanos, muchos bailores y cantaores) y todos sus amigos le ruegan que venda alguna de sus guitarras (posee unas 10) para sobrevivir. Él se niega. Tiene unas 10 y podrían alcanzar el valor de cuatro millones, pero no las quiere vender.

Algo semejante ocurre con los extranjeros que acuden al calor de las academias. Prefieren pasar calamidades antes que renunciar a sus clases, y muchos sin aspiraciones profesionales.

Otros alumnos buscan, tras su paso por las academias, el salto a la fama, pero en ese terreno no hay nada establecido. Cada cual se busca la vida como puede. Lo más frecuente es enrolarse en una compañía pequeña y salir de gira una temporadita. También existe la posibilidad de que surjan galas, actuaciones en fiestas privadas o convenciones, trabajos esporádicos en alguna sala o, si no, siempre se puede dar alguna clase de sevillanas. Los más afortunados consiguen colocarse en un tablao. Belén Fernández, que con sus 23 años es ya una de las bailaoras más aplaudidas dentro y fuera de España, empezó a trabajar a los 14 años. "Si no trabajas no hay dinero. Los comienzos son muy duros, hay que tomar muchas clases y no todo el mundo puede pagarlas", explica.

A Belén la ayudó mucho su maestra, porque, en estos sitios, los profesores también se ocupan de que sus alumnos salgan adelante. "Los maestros son como madres. Te dan trabajo y cuando no tienes dinero no te cobran". Esto lo cuenta Antonia, que lleva ya unos años bailando. Por eso, la gente no sólo va a clase para aprender. "Estar ahí metida es la manera de que te conozcan, de que te vean, de conseguir contactos", comenta Antonia. Y Nuria añade: "Ir a clase se convierte para algunos en una especie de examen diario".

Pocos ricos

Son pocos los que se hacen ricos, bailando y menos ahora que, como dicen uno por uno los que se dedican a ello, no hay trabajo. En los tablaos de Madrid se paga a las chicas del cuadro 4.000 pesetas diarias, sin descontar la seguridad social y el taxi que tienen que coger cuando salen a las tres o las cuatro de la madrugada. Hay alguno en el que pagan 2.000 pesetas por ese concepto.Para trabajar en estos locales es necesario tener un traje -cuestan 35.000 pesetas-, unos zapatos -14.000 si son de los que no "machacan los pies"- y presentarse con un baile preparado.

Los que salen fuera con una compañía llegan a recibir 20.000 pesetas por actuación, pero los días que no se trabaja no se cobra y puede haber semanas en las que sólo haya dos funciones. La comida corre por cuenta del artista; el hotel, no. En una gala "si te dan 10.000 pesetas te puedes dar con un canto en los dientes", informa una bailarina.

Japón y México son dos países que proporcionan bastante trabajo. Existe una especie de agencia que suministra sin parar chicas a los 40 tablaos de Tokio. Allí reciben 9.000 pesetas diarias y un apartamento; la comida se la pagan ellas.

El peligro de llegar a bailar bien es que crea adición. Extranjeros que se acercaron atraídos por lo exótico ya no han vuelto a su país, y universitarios que llegaron para hacer un poco de ejercicio, nunca acabarán la carrera.

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