_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Horarios, ¿políticos o comerciales?

ALFONSO MERRY DEL VALEl autor aboga en este texto por la libertad de horarios comerciales, sobre todo en una época de crisis en la que, por la caída de la demanda, hay que esforzarse en facilitar la compra alconsumidor.

La sociedad española vive inmersa desde hace algunos meses en un apasionado debate sobre la libertad de horarios comerciales. Hemos asistido a un intercambio de cifras y argumentos divergentes, pero siempre ha existido un punto de encuentro: la necesidad de adecuar, modernizar y dinamizar nuestro sector, garantizando así su capacidad para generar empleo.A lo largo de la historia económica reciente, todos los cambios habidos en aras de la modernización no han estado exentos de discusión, dudas razonables y conflictos, pero la realidad nos ha demostrado que el éxito de éstos ha sido posible por su capacidad de satisfacer las necesidades de la sociedad.

Hoy se está poniendo en tela de juicio el llamado decreto Boyer, una norma de 1985 que en su momento se consideró vanguardista. Es paradójico que esto suceda ocho años después, cuando nuestra sociedad camina cuantitativa y cualitativamente hacia un mundo de servicios y bienestar difícilmente renunciable.

España necesita fuertes inversiones para modernizar su red comercial y crear empleo. No se puede pedir a los agentes económicos que realicen inversiones cuantiosas en un entorno incierto y enrarecido desde el punto de vista legislativo, y menos en un momento en el que la crisis económica desanima la actividad inversora.

Si el sector del comercio quiere tener éxito, tendrá que incrementar su productividad por dos vías: el servicio y la atención a los consumidores, y la buena gestión en el marco de una planificación económico-financiera. Que nadie piense que, ahora que la crisis llama con insistencia a la puerta, ésta va a pasar de largo si ponemos el letrero de "cerrado".

En épocas como la actual, la contracción de la demanda produce menores ventas y, en consecuencia, peores resultados; esto es igual para todos, grandes y pequeños. ¿Cuál es el papel que juegan los horarios? La libertad de horarios facilita la adaptación a las necesidades del consumidor. En un momento de caída de la demanda, parece evidente que tenemos que esforzarnos más en conseguir que el consumidor "entre por la puerta", y una forma, muy importante de lograrlo es ampliar los horarios y facilitar al compra en festivos.

La limitación de horarios o de días de apertura afecta de raíz a las posibilidades de gestión de los comerciantes y supone una injerencia en la parcela de riesgo que les pertenece a ellos como empresarios. Por otra parte, implica limitar la rotación de los activos y, en consecuencia, disminuye la rentabilidad de la inversión.

En la Comunidad de Madrid, antes de la implantación del decreto Boyer, el 70% de las infracciones que se producían en el sector eran por aperturas del pequeño comercio en días festivos. Es lógico si pensamos que el pequeño comercio es el que más fácilmente puede captar la demanda de proximidad.

En Suecia, en 1972, se implantó la libertad de horarios comerciales y, sin embargo, el número de pequeños comerciantes se ha duplicado. ¿Por qué no estudiamos seriamente qué ha pasado en Suecia, Escocia, Irlanda, Estados Unidos, Japón, etcétera, donde la libertad de horarios ha modernizado el comercio?

En Europa se está asistiendo actualmente a un profundo debate sobre el comercio, sus horarios y su impacto en el consumo. En Francia, Reino Unido y Alemania, la tendencia es ampliar los horarios, no restringirlos. ¿Por qué no seguimos con atención lo que sucede en nuestro entorno?

Se dice que se han perdido miles de empleos y que han cerrado miles de comercios. Las estadísticas nos demuestran lo

contrario. El empleo en el sector del comercio ha crecido más de un 40% en los últimos diez años (datos del INE). Es cierto que ha disminuido el número de establecimientos, algo lógico si tenemos en cuenta que en España el pequeño comercio dobla en cantidad al de los países más desarrollados de la CE.

Crisis significa menor rentabilidad, incertidumbre, pero también significa oportunidades. Es el momento para que el comerciante moderno, es-pecializado, orientado al consumidor, se arriesgue, invierta y, en consecuencia, cree empleo. Por ello creo que la abolición del decretoBoyer significaría el fracasao de la modernización del comercio en España. Significará reducción del empleo en el sector y un grave perjuicio para el consumidor; una oportunidad perdida, una especie de aprobado general en el que los comerciantes eficaces y los no eficaces se meten en el mismo saco. Todos sabemos que la competitividad ni se puede repartir ni se debe subvencionar, y, el día que esto ocurra, la competitividad dejará de existir.

El pequeño comercio en España tiene otros problemas mucho más importantes; se encuentra en un entorno desfavorable, con altos impuestos, rigidez laboral, altos salarios, etcétera. Su falta de especialización y de formación profesional, el bajo nivel de franquicias y su no vinculación a fórmulas asociativas tampoco le favorece. ¿No serán estos los problemas que habría que abordar desde la Administración para favorecer su futuro?

El debate actual sobre los horarios me produce una sensación de huida de la realidad., ¿Estamos abordando seriamente el futuro o nos estamos resistiendo a él? ¿Cree alguien que un comercio poco atractivo para el consumidor tiene futuro, o que ese futuro se lo puede dar la limitación de aperturas en domingo?

El debate entre lo grande y lo pequeño es falso. Es un error considerar al comercio por su dimensión; al comercio, como a todo, hay que juzgarlo por su eficacia. Nuestro sector es muy dinámico, y tenemos que aprender día a día a ser más eficientes para no quedamos atrás.

Los valores que el consumidor considera esenciales actualmente son: especialización, proximidad, amplitud de horarios, facilidad de pago y de aparcamiento, atención especializada, calidad, precio, etcétera. Este abanico de posibilidades permite a las distintas fórmulas comerciales, en función de su propia estrategia, elegir los valores que le van a permitir tener éxito en su segmento de consumidores. Por ello, el pequeño y el gran comercio son complementarios y no incompatibles. Los centros comerciales no tendrían sentido y no existirían sin el pequeño comercio, que configura decisivamente su oferta.

Las grandes y medianas superficies son locomotoras de los modernos centros comerciales, son polos de atracción de consumidores y, por tanto, favorecen al comercio que se instala en ellos. Todos estamos en este sector con el único fin de servir al consumidor, y ése es nuestro reto. La Administración debe crear el marco de actuación para facilitar esta labor, no para restringirla.

El comerciante es, por naturaleza propia, un empresario; él sabe que su éxito se lo debe a sí mismo, a su esfuerzo, a su buena gestión, al acierto de su oferta. El sabe que no se lo debe ni a los políticos ni a la Administración; sabe también que su futuro depende de sí mismo y que ningún político ni decisión administrativa harán entrar al consumidor en su tienda, ni garantizarán el éxito de su proyecto empresarial.

Por cierto, señor director, le ruego que usted siga publicando este periódico los lunes y le deseo que su profesión, el periodismo, no sufra el intervencionismo que amenaza al comercio.

es consejero delegado de Continente.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_