Los jóvenes dejan en el asfalto sus vidas y 700.000 millones
Las aseguradoras, alarmadas por el elevado coste social que causaron el año pasado los conductores menores de 25 años
¿Será verdad que los jóvenes saben conducir con seguridad, pero deciden no hacerlo? Al parecer es así. Ésa es al menos la conclusión a la que llegó la comisión de automóviles del Comité Europeo de Seguros en una reunión celebrada en Madrid a principios de julio pasado.El encuentro se convocó para contrastar el comportamiento de los jóvenes conductores en Europa. La coincidencia general fue aplastante. El modo de conducción estilo ruta del bakalao no se ciñe a Valencia: responde al estilo propio de todos los conductores menores de 25 años en no importa qué itinerarios recorran.
George A. Kett, asegurador de la compañía británica Lloyd's, decía que el 38% de los fallecimientos de hombres en accidentes de carretera y el 30% de las mujeres correspondían a jóvenes entre 15 y 19 años de edad. Los porcentajes, cifra arriba o abajo, son extrapolables a cualquier país europeo. "En Europa se trata de un problema social que no se resolverá por sí solo", dijo en su intervención Kett. "En realidad, todos debemos ser conscientes de que el problema aumentará si no es abordado por todos los elementos de la sociedad que tengan algo que ofrecer".
El cerco policial a la exótica ruta del bakalao ha sido lo que ha desvelado a la sociedad española las crudas consecuencias del acceso. juvenil a la motorización. En esta ruta, localizada a lo largo de unas decenas de kilómetros de la carretera VP-1041 (Valencia), 38 de los 72 accidentes producidos durante los fines de semana, entre enero y agosto de 1992, fueron protagonizados por jóvenes; seis de los 10 muertos tenían menos de 25 años, y 74 de los 123 heridos también eran chavales.
Los 15 muchachos fallecidos en los tres accidentes del pasado domingo muestran que la VP-1041 no es una excepción. Una familia de Mula (Murcia) perdía a sus dos únicos hijos en el coche que aplastó al despeñarse a sus seis viajeros en la carretera MU-530 a las dos de la madrugada. Seis amigos con menos de 24 años estrellaron sus vidas contra unos árboles a las siete y media de la mañana al salirse de la carretera BV-1248 en Sabadell (Barcelona). Poco antes, a las 5.35, otros tres jóvenes con menos de 23 años fallecían al chocar frontalmente con un vehículo cuando el coche en el que viajaban hizo un trompo al salir de una curva en la carretera 131-636 de Güeñes a Balmaseda (Vizcaya).
" Déjennos en paz con nuestro dolor, respétennos, por favor", decía la madre de Aitor Pedruza Basualdo (de 20 años), conductor y único superviviente de los tres accidentes mencionados.
El dolor de J. Basualdo no ha sido una sensación aislada. Las imágenes de Mula, Sabadell y Güeñes han recorrido todos los hogares del país como un escalofrío. Muchas madres han temblado al pensar: "Mi hijo podría haber sido uno de ellos". Desde otras instancias desprovistas de sentimientos se hace esa misma reflexión. ¿Cuánto cuestan estas muertes a la sociedad, a las compañías de seguros? ¿Por qué el tráfico es el principal causante de las muertes entre los jóvenes?
La psicóloga Teresa Pérez-Fragero, de 43 años, que ha trabajado en investigación de accidentes para la Dirección General de Tráfico desde 1982 hasta 1992, dispone de un amplio expediente al respecto. Después de seguir la pista a los conductores involucrados en accidentes de coches, entrevistó a los envueltos en siniestros de motos ocurridos en Madrid, de los cuales recibía notificación puntual mediante télex de la Guardia Civil de Tráfico.
El perfil de los accidentados alumbra algunas pistas sobre este trágico y habitual fenómeno. "Los accidentes más inexplicables son aquéllos que se producen por salirse de la carretera en una zona aparentemente sin obstáculos", afirma Pérez-Fragero, "pero en la inmensa mayoría de los casos ocurren durante el fin de semana y son protagonizados por conductores jóvenes inexpertos que se trasladan en pandilla, bajo el influjo del alcohol u opiáceos". Como los accidentea eran muy recientes y quedaban pendientes de dilucidar sus responsabilidades ante la justicia, muchos conductores se resistían a contestar. Sólo la presencia de un abogado y la promesa de Teresa de mantener la confidencialidad absoluta lograba entresacar a los supervivientes las circunstancias del suceso.
Reincidentes
Las víctimas suelen ser reincidentes. No lo reconocen, pero el dato aparece al escarbar antecedentes en los ordenadores de Tráfico y de las compañías aseguradoras. "Era frecuente ver que quien se había saltado la norma no era la primera vez; lo hace habitualmente y acumula multas, sanciones y suspensiones del permiso de conducir, cuando lo tiene, que no es siempre". Los conductores obedecen más las señales que recomiendan una velocidad máxima que las prohibiciones a superar un cierto límite; desprecian la señalización en aquellas carreteras que conocen: "Sé cómo es la curva y puedo cogerla a más velocidad que la permitida", alardean. "Se han dado casos de pasar la ITV con ruedas prestadas porque no tienen un duro para sustituir las que se en cuentran en mal estado", afirma Teresa.
La investigadora anota en sus observaciones que no llegan a conducir borrachos, sino "eufóricos", con un índice de alcohol entre 1 y 1,8 gramos por mil. Este estado produce en el conductor una sensación de "rendimiento mejorado" que le sitúa en la creencia de que "conduce muy bien" y no le permite reconocer que su capacidad de conducir está disminuida. El ancho de los arcenes se ve en una magnitud diferente a la real, más grande; no se detectan los baches. La percepción sufre desajustes. Las decisiones son inapropiadas. Los adelantamientos se hacen a destiempo. Si el sentido del riesgo ya está de por sí acentuado por la necesidad de autoafirmación, el efecto del alcohol lo incrementa aún más, de la. misma manera que estimula la sobrevaloración de las condiciones para conducir EFE como compensación a la inseguridad propia de la edad.
Otra actitud psicológica detectada entre los accidentados es la confusión entre lo que el joven lo que trata de ser piensa que es lo que sería si las condiciones lo hicieran posible. También es común encontrarse situaciones donde la inexperiencia en la conducción se solapa con la temeridad como un gesto de exhibición en el que se pone a prueba ante sí mismo y los demás un alarde de facultades en el dominio del volante. "No importa que venga de frente un camión, yo soy Superman".
"En esas condiciones", precisa Pérez-Fragero, "el tiempo en reaccionar ante cualquier imprevisto que surja en la carretera -una curva pronunciada, un obstáculo, un despiste- se prolonga en exceso y se decide tarde", cuando el vehículo ya es incontrolable y se dirige irreversiblemente hacia el desastre y la muerte.
El británico Kett es mucho más atroz en su análisis de la conducción agresiva. "Puede compararse a la forma en que los animales compiten por el territorio donde la dominación constituye un elemento fundamental de la jungla del asfalto, igual que en la naturaleza; allí el predominio sobre los enemigos puede ser un elemento esencial para la supervivencia. Muchos conductores basan su comportamiento en la forma en que evalúan su derecho a utilizar la carretera en lugar de hacerlo en función de su criterio sobre el riesgo y se sienten obligados a luchar por el predominio realizando maniobras inseguras cuando tratan de ocupar posiciones dominantes en las carreteras, cuando se fusionan los carriles o cuando observan una carretera despejada".
Los buenos tienen descuento
Las compañías aseguradoras han sido las primeras en tomar posiciones. De los 669.000 millones que pagaron en indemnizaciones durante 1992 en España, el 35% (234.850) fue para compensar accidentes de jóvenes, lo que supone 641 millones de pesetas diarias. "Si se contabiliza la renta media que los jóvenes dejan de producir al truncarse sus expectativas vitales, se calcula que estas muertes cuestan al país 700.000 millones de pesetas [y 700 lesionados medulares] al año", afirma José Cercós, presidente de la comisión técnica de seguros de automóviles de UNESPA, la patronal de las compañías aseguradoras.
A los jóvenes se les castiga con recargos entre el 155% y el 250% en las primas de seguros, pero esta política dónde repercute es en el bolsillo de los padres.
En Noruega, las aseguradoras devuelven el recargo si a los tres años no se han producido siniestros. En Cataluña aplican deducciones a los jóvenes que sigan un cursillo especial nada más sacar el carné, y en el caso de compañías como Winterthur aplican descuentos del 10% si el joven, avalado por su padre, firma la promesa de ser un buen conductor durante el primer año. Al tercero le quitan los recargos, si ha sido bueno.
Pese a iniciativas como éstas, Teresa Pérez-Fragero cree que son insuficientes: "Todo lo que se haga para tomar conciencia del problema, como la dramática campaña de publicidad de Tráfico de este año, se queda corto".
Más información en páginas 6 y 7 de Domingo
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