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El Atlético se desangra

El equipo rojiblanco sólo reaccionó cuando ya perdía por 2-0 en Zaragoza

El Atlético se desangra víctima de su autoimmolación. Por tercera vez en una semana, sólo fue capaz de reaccionar cuando vio sus carnes desgarradas. La derrota le supuso un mal menor porque, tras el 2-1, el resultado estuvo más cerca de la goleada que del empate. La victoria que consiguió ayer el Zaragoza es la segunda que alcanza en toda la temporada.Comenzó el partido y Caminero, en la primera jugada, abrió un boquete en su propia defensa que fue toda una invitación al gol; Juanito, en la siguiente, volvió a fallar. Cogió entonces López y tiró por la calle de en medio, es decir, se llevó por delante a Aragón. Se ganaba la sanción por un partido por ser la quinta amonestación de la temporada. Para empezar, dos errores y una tontería.

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Impuesto el respeto por la vía del terror, el Atlético se dedicó a especular, atrincherado en su área, con el 0-0, ya que no tenía capacidad ni talante ni actitud para intentar la victoria. Su sistema en 4-4-2 resultaba inofensivo. Eran cuatro hombres en el centro del campo que jugaban en embudo; por la derecha nadie les apoyaba; por la izquierda, dos veces que entró el debutante Valle, dos veces que perdió el balón. Así que Quevedo, Manolo, Caminero y Pedro no tenían más punto de mira en sus envíos que la media luna del área, donde pasaban el rato Luis García y Kosecki.

No tardó en pagar el Atlético su actitud pusilánime. Se había echado al Zaragoza encima y mal o bien lo iba parando, pero descuidó en exceso una de las bandas, donde nadie vigilaba. Tomás se había ido al centro, al fragor del marcaje, y Solana se encontró con un carril de oro. Con eso de que es defensa, nadie se ocupó de él. Atrás nada hacía porque tres compañeros suyos eran más que suficientes para estar junto a los dos puntas atléticos, así que poco a poco fue haciendo sus pinitos junto a la línea. En uno de ellos dio un gol y dos minutos después, lanzó desde el centro del campo la jugada del 2-0.

Alguien debió advertir el detalle desde el banquillo rojiblanco. Había que sacar un tercer delantero para imponer respeto no atrás, sino delante, y saltó Kiko. ¿A quién quitar? Pues al nuevo, Valle. El chaval debió quedar frustrado. Era el damnificado, como si hubiese tenido la culpa de los goles, él que estaba en la otra banda. Se ponía nuevamente de manifiesto la confusión de la que es presa el Atlético. Valle era el 22º jugador que alinea el equipo en diez jornadas. Ningún club ha utilizado tantos en lo que va de Liga. Se le saca del filial para jugar sin ninguna misión concreta -era como el Solana del Zaragoza- y le quita a las primeras de cambio. Pero con el 20 se hacía ya necesario una solución a la desesperada. Es lo suyo en el Atlético. Hasta que no huele su propia sangre, es incapaz de reaccionar.

Llegó el 2-1, también en el más clásico estilo atlético, pues la mitad de los goles que lleva conseguidos nacen de manera imprevista, no después de una lógica combinación entre los jugadores. Pero esta vez de nada valió. El descanso enfrió la sangre que a los atléticos se le calentaba por momentos y, otra vez en la segunda parte, estuvo mayormente a merced del Zaragoza, que atacaba, cómodo, con muchos espacios vacíos por delante. Sus delanteros se recrearon en la suerte y desperdiciaron la ocasión de conseguir la goleada.

Al final, la casta de los atléticos volvió a poner un punto de incertidumbre. Pero esta vez, como en Creta, no hubo tiempo. Si antes los jugadores no supieron qué hacer con el balón, contrarreloj aún menos. La olla volvió a ser su único recurso. Y para jugar sobre ella no hacen falta 22 jugadores, ni entrenador. La semana se vuelve a presentar movida en el Atlético, porque sigue sin haber soluciones. Se fue Jair Pareira y está Cacho Heredia. El día del Barcelona fue una realidad, pero también un milagro. Sirvió para generar una alegría momentánea, esa que tanto explotan los atléticos, porque suele ser una rara especie. Pero la Liga sigue y nada cambia en lo fundamental. La herida, en el enésimo proyecto Gil, sigue abierta y mana sangre. El problema es cómo cicatrizar algo en esa máquina tan especial de proyectos fracasados.

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