Farmacia mantiene cerrado su museo por falta de presupuesto
4.200 piezas deben conservarse con 600.000 pesetas anuales
El unicornio no tiene quien le describa. Las escasas 600.000 pesetas destinadas a la conservación del Museo de la Farmacia Hispana, local en donde se halla expuesto, Impiden que sus actuales responsables puedan encargar siquiera los carteles explicativos sobre el origen y propiedades curativas del mítico animal. El segundo museo farmacológico del mundo, situado en la segunda planta de la Facultad de Farmacia de la Universidad Complutense, permanece cerrado al público por falta de presupuesto.
Creado en los años cincuenta por iniciativa del catedrático de Historia de la. Farmacia Rafael Folch, sus 1,9 salas sólo sirven ahora como almacén de un pasado perdido,. Su actual director, el catedrático Javier Puerto Sarmiento, afirma: "No tenemos dinero ni para cambiar las vitrinas en donde se exponen los objetos desde hace 40 años".Las más de 4.200 piezas catalogadas, las seis farmacias existentes en su interior, el laboratorio alquimista, las 1.000 vasijas de vidrio., los cuadros y los libros se amontonan en sólo 470 metros cuadrados. "Ni siquiera podemos colocar junto a las piezas expuestas una leyenda explicativa" añade.
El museo, sin embargo, es una gran sorpresa. Entre. sus muros se esconden seis boticas que cubren la historia de los fármacos desde el islam hasta el siglo XIX. La farmacia hispano-musulmana, copia de una existente en el Museo Victoria y Albert de Londres, está cubierta de morteros, sacos de semillas y plantas secas. Sus estanterías guardan bellas cerámicas de Paterna y Manises del siglo XV. El horno, destinado a la fabricación de pócimas medicinales, contrasta con la leyenda escrita en árabe y que preside el establecimiento: "Alá es el único vencedor de las enfermedades".
La eterna juvetud
A pocos metros de ella se encuentra el cuarto del alquimista, un pequeño laboratorio medieval reproducido gracias a profundas investigaciones históricas. En un ambiente sombrío, con techos abovedados y animales disecados colgados del techo, se recrea perfectamente el lugar en donde los magos buscaban la. fórmula de la eterna juventud. Hornos alargaderas, morteros y aparatos para obtener los arcanos y elixires conceden al ambiente la magia y el misterio que deben cubrir las prácticas alquimistas.
Pero además, entre pasillos y salas, se alinean desgastadas vitrinas de madera con pequeñas joyas farmacéuticas. Balanzas romanas, morteros medievales, microscopios de madera, pipetas, vasos anforados, almireces y brocales de Santo Domingo de Silos se acumulan en las estanterías. Incluso un enorme cuerno de casi dos metros, acompañado por un minúsculo cartel, recuerda que en el museo se guarda el cuerno de un unicornio.
Según la profesora Sagrario Muñoz, "en España, hasta el siglo XVII, se creyó en las propiedades curativas de este animal", mítico. Con los polvos del cuerno se curaban enfermedades cordiales y epilépticas. Su utilización procede de la farmacología germana, en donde durante siglos fue muy utilizado. "Cuando el remedio fallaba, se achacaba el fracaso a que el mítico équido quizá no hubiese dormido con una doncella virgen, tal y como obligaba la prescripción". Una leyenda asegura que el cuerno del unicornio no era sino el diente de un cetáceo denominado narval.
Junto al cuerno, y mezclados en la misma vitrina, está la "pezuña de la gran bestia". Este remedio, también conocido como pata de alce, sólo podía ser empleado cuando se trataba de la pezuña inferior izquierda. "Tan convencidos estaban, que hubo farmacias que autentificaban con un sello las características de la pezuña", afirma Sagrario Muñoz.
Todos est os potingues y aparatos, a pesar de su curiosidad e importancia histórica, no pueden ser contemplados por el público. Incluso los estudiantes de la Facultad de Farmacia se encuentran con graves problemas a la hora de visitarlo. Miriam Navarro, alumna de quinto curso, asegura que "siempre está cerrado. Jamás he tenido oportunidad de recorrerlo. Antes, los estudiantes de último curso tenían obligación de verlo. Este año parece que no va a ser así. Es injusto".
La escasez de medios obliga a tener cerrado todo el año el museo. Su visita sólo es posible mediante petición escrita al catedrático de Historia de la Farmacia y siempre que haya un grupo mínimo de interesados. Según Javier Puerto, "estamos esperando mayores ayudas económicas que nos permitan contrátar personal de mantenimiento y catalogación. Reconozco que es una pena que estemos en estas condiciones". El catedrático y director del museo realiza las funciones desinteresadamente.
La última adquisición se produjo en 1980, cuando el entonces decano, Antonio Doadrio, se empeñó en comprar a un anticuario dos orzas de cerámica francesa del siglo XVIII. Su tozudez y pasión lograron que por sólo 300.000 pesetas se rescatasen dos vasijas en las que se guardaba bálsamo orbietano y triaca magna.
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