Entrenamiento del Estudiantes con el Ludwigsburg como invitado
El Estudiantes despachó su racha negativa propinando una soberana paliza a un grupo de aficionados alemanes. El Ludwigsburg, uno de los equipos con menos talento de cuantos han pasado por el Palacio de los Deportes, pagó los platos rotos estudiantiles. Un partido de trámite que sitúa a los madrileños en la liguilla de octavos de final de la Copa Korac.Fue como quitarle un caramelo a un niño. A un niño pobre, por si fuera poco, puesto que los alemanes no pudieron ni pagarse el transporte hasta Madrid: el Estudiantes corrió con los gastos de los billetes de avión y de manutención de un equipo en bancarrota. Pero mereció la pena. Porque los entrenamientos se suelen reforzar con un jugador, no con la participación de todo un equipo. El Estudiantes dispuso de una decena de rivales para practicar jugadas. Y ensayó un carrusel de bloqueos, asistencias, penetraciones, aclarados, lanzamientos a canasta... También disfrutó, cómo no, de muchos minutos de paja para que los que nunca juegan se pudieran desfogar en un torneo internacional.
El Estudiantes tenía que remontar los tres puntos de desventaja que encajó en el partido de ida. Para no complicarse la vida, endosó en los primeros cinco minutos un contundente 28-13 a sus desconcertados rivales. Sanders dominó totalmente el rebote en las dos canastas. Harstad secó a Lott, el único alemán capaz de hacer algo más con el balón que botarlo contra el suelo. Y el escuchimizado Palmer, el otro norteamericano del Ludwigsburg, se tambaleó con el aire que movió Orenga. Para colmo de facilidades, el entrenador germano planteó una zona 2-3 de plastilina que sólo fue capaz de causar hilaridad.
Los alemanes carecían de fundamentos, de tiro y de mentalidad defensiva. Era difícil imaginar a su selección como campeona de Europa. El 50-29 del descanso acabó con un partido que nunca existió y convirtió la segunda parte en un auténtico calvario. Para los alemanes y para los espectadores. Porque los jugadores del Estudiantes continuaron divirtiéndose de forma tan relajada que hasta se liaron con los cambios: en un momento, su equipo estaba formado por seis jugadores. "Lo que nos faltaba", debió de pensar el entrenador del Ludwigsburg.
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