Policias y drogadictos flanquean la sala 'heavy' de la ciudad
Los vecinos no tienen quejas del local
La sala Canciller 2 sobrevive rodeada de un jardín sin flores, un centro de atención a toxicómanos, una comisaría de policía, una guardería y un club de ancianos. "Es uno de los lugares más conocidos de San Blas porque tiene de todo" dice sonriente la dependienta de una tienda del barrio. El local, cuya fachada recuerda a un hangar abandonado, fue primero un cine, el Argenta; luego, una discoteca, la Argenta, y hoy es uno de los pocos locales de música heavy de Madrid.
La sala Canciller 2 -cuya fachada parece prefabricada y cuyos dos pisos interiores están decorados con colores morados- tiene un escenario pequeño. En el exterior todavía cuelga, con algunas letras rotas, el cartel luminoso que anunciaba el cine Argentina.Ayer, en el local comenzaban los preparativos del recital de Scorpions como si de una banda de barrio se tratara. La visita del grupo que durante años fue uno de los grandes de la música heavy no parece alterar la vida del local. Ni los obreros ni los electricistas correteaban ayer por los alrededores de la sala, como suele ocurrir en las vísperas de los grandes conciertos. Los empleados de Canciller -ayer sólo había tres- estaban tranquilos. Ayer era un día normal, un concierto más.
Los encargados de la sala guardaban en una pequeña furgoneta unos sofás negros de terciopelo. "Aquí hay conciertos muchos días, en pocas horas se morita un escenario", explicaba uno de ellos mientras señalaba los hierros con los que hoy por la mañana se agrandará el escenario de la sala para la actuación del grupo heayy, muy aficionado a saltos exagerados.
"De momento no hemos vendido todas las localidades porque los últimos conciertos heavy de Madrid se han suspendido, corno el de Deep Purple, y muchos chicos están con la mosca detrás de la oreja", señala un miembro del equipo de producción del concierto.
"No pienso ir a ese concierto", dice rotunda una joven vecina de San Blas cuyo aparato dental corrector resalta con susbios pintados en rojo vivo. Antes ponían bakalao y solía ir bailar, pero ahora con esa música no me gusta nada ir", añade adolescente.
"Nunca hemos tenido ningún problema con los conciertos de Canciller", señala un agente de comisaría de San Blas, situada justo a la espalda del local de música. 'La verdad es que por el aspecto del local parece que nunca ocurriera nada allí dentro". Otro agente añade: "Sí, hombre, hay conciertos casi todas las semanas, lo que pasa es que no dan guerra".
Junto a la comisaria está emplazado el Centro Comercial San Blas, un edificio de grandes dimensiones que se parece por su arquitectura a la propia sala Canciller. Entre sus dependientas ninguna recuerda que los conciertos de la Canciller 2 hayan dejado huellas a la mañana siguiente.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.