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Tribuna:DEBATE IDEOLÓGICO
Tribuna
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En torno a las ideas en el PSOE

Desde hace una buena temporada, simultáneamente con lo que está aconteciendo en tomo a la construcción política de Europa, e incluso con lo que sucede más allá de nuestro continente, el PSOE esta inmerso en una nueva dinámica. Parece ser que las ideas y las personas no se ponen de acuerdo. ¿Nos encontramos ante una nueva etapa?Muchas veces, en los partidos, los intereses y las cuestiones de poder, o simplemente las disputas, suelen adornarse con oropeles de ideología, con el ánimo de poner a salvo o disimular el rubor que produce la defensa abierta de la cuestión personal. Por eso se dice también que cuando aparece el desacuerdo por razones de este tipo, la mejor forma de resolverlo es recurrir al debate de las ideas. ¿Qué tanto por ciento de personal o de ideológico hay entre las posturas discrepantes de Pujol y Roca, de Fraga y Aznar o de Arzalluz y Ardanza? Difícil medirlo y contestar. Yendo más allá, ¿no se habrá conseguido el acuerdo de paz en Oriente Próximo, entre otras cosas, porque los líderes enfrentados desde siempre son casi ancianos, o están cansados, como uno de ellos comentó? En política, el factor humano incide mucho, lo que no hace sino demostrar que está hecha por personas, con sus miserias y grandezas.

Pero cuando el siglo XX termina, algo está pasando con las ideas en el PSOE, ya que, aun siendo importantes las cuestiones entre personas -como sucede en todas partes-, todos decimos que hay que hablar y debatir sobre las ideas, y cuando nos ponemos a hacerlo -salvo ciertos casos particulares-, siempre resultamos estar de acuerdo, dejando aparte la forma de expresarlas o comunicarlas, con mayor o menor sensatez o énfasis. En el PSOE existe anuencia, en las líneas maestras, sobre cuál debe ser el papel de la socialdemocracia, de la solidaridad y su ejercicio, de la paz y, en general, sobre los grandes temas.

Bien es verdad que conviven de siempre dos formaciones o sensibilidades muy igualadas en los años de transición y con más notorias diferencias hoy en día, sobre todo entre los que ejercen desde los gobiernos y los que no lo hacen. Durante la transición las diferencias fueron inapreciables, al estar todos dedicados a los grandes objetivos: la consolidación de la democracia, la creación de la España autonómica, la superación de las excesivas dosis de ideologización e izquierdismo inútiles, etcétera. Posteriormente, desde las distintas formas de gobierno, fue necesaria la realización día a día de las ideas: las de mercado e intervención, las de bienestar y generación de empleo, las de fiscalidad y crecimiento económico, las de solidaridad regional y Estado, las de cohesión europea y personalidad, las del Norte y el Sur. Ello nos obligó a abandonar más lastre todavía, a ser más pragmáticos, apreciándose, más en la forma que en el fondo, las diferencias entre los que están gobernando y los que no. Siempre ha sido así: el que está únicamente en casa, en la difícil tarea de partido, ve las cosas de otra manera, pero su percepción de lo ciudadano es distinta a la de aquél a quien se está exigiendo permanentemente la puesta en acción de sus ideas.

Pero, a pesar de ello, después de 10 años de gobierno y de mucho aprendizaje, en el PSOE tampoco se debate hoy en día entre el blanco y el negro, dicotomía o disyuntiva permanente, sino más bien en tomo a la búsqueda del equilibrio deseado en la acción política. Es como si la aceleración de lo cotidiano o las épocas de crisis -no sólo económicas- actuaran como tamices, exigiéndole a la política mayor pragmatismo y a las ideas la necesidad de ser efectivas. Esto supone para los socialistas un esfuerzo personal y colectivo grande. El presente, por así decirlo, nos traga, pero aun así, es capaz de generar en nosotros inconformismos. Pero luego, ¿qué nos pasa? Creo que hay tres factores fundamentales, que refiero escuetamente.

Uno, la diferencia fundamental entre izquierda y derecha es que la izquierda ha necesitado y seguirá necesitando de las ideas, de la inconformidad con el presente y del aprendizaje del pasado para alcanzar el futuro. La verdad es que lo que ha sucedido en los últimos 10 años ha sido casi atropellado. Hace 20 años, para un pensador, una idea era un presagio que luego podría experimentar en los años siguientes en la realidad social. Hoy, la idea resulta vapuleada por la informática, el consumo, la ciencia, la crisis, la comunicación, y se le exige inmediatez, con el peligro que, de seguir así, se minimice el papel del pensamiento y del pensador como productor de ideas. Han pasado demasiadas cosas en los últimos 15 años y se podría concluir que la realidad y los acontecimientos van por delante del pensamiento. Y éste es un tema importante para los socialistas.

Dos. Por otro lado, las ideas existen, como decíamos, sobre todo en el campo de la izquierda, pero no necesariamente para que luchen unas contra otras, sino para ser contrastadas, buscando además formas de cooperación. En este sentido, estamos asistiendo a una construcción sistemática de la socialdemocracia y de los conceptos de solidaridad que lleva consigo, con las distintas maneras y niveles de expresarse en el mundo, en Europa y entre las regiones y las ciudades. Las ideas en tomo a la socialdemocracia se construyen día a día.

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Tres. Lo que parece más notorio es que las relaciones entre partido y sociedad exigen una renovación. Los problemas de representación y participación en el partido se convierten en los auténticos cimientos del debate, que pueden pemitir una mayor permeabilidad entre partido y Gobierno, y entre ambos y la sociedad. En ese sentido, la oportunidad de incorporar a las tareas del partido todas las ideas y las experiencias de gestión en el próximo congreso no debe perderse.

En estos momentos complejos, en esta nueva etapa, no hay otra forma de avanzar que aquella que parte del diálogo y de la puesta en común de las ideas-acción y de las relativas a la construcción de la socialdemocracia. Es necesario aportar mayores dosis de serenidad y evitar, en la medida de lo posible, las cuestiones personales, para ser los adalides y motores del cambio, del cambio sobre el cambio y de los cambios que en el futuro tengamos que seguir haciendo.

Xerardo Estévez Fernández es alcalde de Santiago de Compostela.

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