La consagracion de Rocard
Los socialistas franceses afrontan en Le Bourget su nuevo renacimiento
Será un curioso congreso constituyente. No cambiarán ni el nombre del partido, ni sus símbolos, ni su máximo dirigente. Y, sin embargo, el congreso que hoy comenzarán los socialistas franceses en Le Bourget está obligado a marcar la resurrección del movimiento dirigido en sucesivas etapas por Jean Jaurès, Léon Blum y François Mitterrand. El Partido Socialista (PS) culminará la tarea de reconstrucción provocada por su brutal derrota en las elecciones legislativas del pasado marzo. Ante las divisiones del ecologismo y las querellas por la sucesión de Georges Marcháis en el partido comunista, el PS sigue siendo la principal esperanza de futuro de la izquierda francesa."Los franceses esperan dos cosas de nosotros", dice Jean Glavany, portavoz del PS. "La primera es que comencemos a oponernos a Edouard Balladur, un primer ministro profundamente conservador al que cada día se le ve menos capacitado para combatir el paro y más peligroso para las conquistas sociales. La segunda es que edifiquemos lo antes posible una alternativa creíble a la aplastante hegemonía de las fuerzas de la derecha". Ésos, añade Glavany, son los "objetivos" del llamado congreso constituyente de Le Bourget.
Manuel Valls, un estrecho colaborador de Michel Rocard, también cree que ha llegado el momento de que los socialistas franceses salgan del hoyo. "El éxito de la huelga del sector público del pasado día 12 y el descenso de Balladur en los sondeos prueban que un sentimiento de irritación comienza a germinar en la opinión pública francesa", dice. Pero Valls es consciente de que los socialistas todavía no están preparados para abanderar y capitalizar el naciente descontento. "Para ello es necesario que en Le Bourget consolidemos el espíritu de los Estados Generales de Lyón".
El pasado julio, Rocard consiguió una espléndida victoria en Lyón. La primera gran reunión socialista tras la derrota electoral sirvió para exorcizar fantasmas, cicatrizar heridas y rehacer la unidad formal. Pero Rocard no supo llevar hasta sus últimas consecuencias el big bang que venía predicando. No se atrevió a provocar una verdadera revolución en el PS. Le venció su espíritu consensual, su voluntad de estar a buenas con todo el mundo.
En el último trimestre, el vencedor de los Estados Generales de Lyón tampoco ha osado culminar su rebelión contra Mitterrand, entre otras razones porque teme demasiado al presidente. Rocard parece haberse resignado a la idea de que el capítulo mitterrandista del socialismo francés no podrá ser cerrado definitivamente mientras Mitterrand siga en el Elíseo.
La verdad es que a Rocard tampoco le ayuda demasiado la amable cohabitación entre el socialista Mitterrand y el gaullista Balladur. ¿Cómo oponerse a un primer ministro que el propio presidente dice admirar? Mitterrand, además, sigue haciendo todo lo posible para humillar al que siempre ha considerado como su principal rival en el seno del socialismo francés. Aunque Rocard se lo ha pedido por escrito, el presidente se niega a recibirle en el Elíseo o en cualquier otro lugar.
Una de las incógnitas de este congreso es saber si Mitterrand enviará o no un mensaje oficial al partido que él fundó en 1971 y que ahora dirige Rocard. Otra es la posible presencia de Felipe González. El presidente del Gobierno español decepcionó a sus correligionarios franceses al no acudir a los Estados Generales de Lyón, pero éstos piensan que esta vez cruzará los Pirineos para aportarles lo que llaman "la baraca de Felipe".
Rocard será elegido primer secretario del PS. El pasado fin de semana obtuvo el 82% de los sufragios expresados en los congresos federales previos al gran cónclave de Le Bourget. Terminará así la situación de provisionalidad en la dirección del partido iniciada el pasado abril, cuando, al calor del desastre de las legislativas, Rocard defenestró a Laurent Fabius.
Han sido seis meses en los que la capacidad para el diálogo y el compromiso del líder provisional del PS ha sorprendido a la mayoría de sus muchos enemigos internos.
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