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Vorágine comunista en Cantón

El litoral capitalista que bordea con Hong Kong y Taiwan crece a un ritmo del 20% anual mientras Pekín y el partido pierden terreno

Juan Jesús Aznárez

, ENVIADO ESPECIAL

La gente requeteguapa de Pekín, además del diario chute de teléfono celular y especulación inmobiliaria, gusta de pasearse con perritos etiqueta negra esquilados a navaja en las nuevas peluquerías caninas de la capital. Los cantoneses, más prácticos desde los tiempos de la dominación imperial y colonización extranjera, se los comen; y las ratas también: 'Lustrosas y alimentadas con grano", anuncia un restaurante.

Cantón, pionera en la apertura de Deng Xiaoping, encaja mal o trata de eludir las medidas oficiales contra el desgobierno económico. "No es fácil poner en orden toda esta vorágine", señala un empresario de Taiwan.

La descontrolada expansión que en junio alarmó al Partido Comunista Chino (PCCli) comenzó en este enclave portuario del delta del Río de la Perla y en otras ciudades de las provincias de Zheijiang, Fujian, Guantxi Shandong y Guangdong, habitada esta última por más de 65 millones de personas, cinco millones de ellas sin domicilio fijo. En este litoral capitalista fronterizo con Hong Kong y Taiwan, que crece a un ritmo próximo al 20%, el partido y Pekín pierden terreno.

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En 1978, año en que el patriarca dio el banderazo de salida, Guangdong era agrícola en un 90% de su superficie; hoy lo es sólo en un 60%. 'La vida en el campo es más dura y apenas ganamos para coiner", se queja una campesina arrastrando un costal de raíces en el mercado de Cantón.

La inversión extranjera y el desembarco de los tiburones de la colonia británica en busca de carne de cañón barata despoblaron el campo. Un periodista occidental con 10 años de residencia en Asia advierte que "se está volviendo a la explotación propia de los años de colonización o feudalismo. A veces se contrata por la comida, techo y poco inás". El voraz capital del territorio que revierte a China en 1997, interesado en disponer de fábricas a tiro de piedra, acudió fundamentamente al sector de servicios y levantó centros de producción juguetera o textil.

Los otros capitales llegaron después. Y desde entonces, diariamente, motoristas municipales escoltan las limusinas de presidentes de consejos de administración extranjeros llegados a China en busca de jornales baratos y del desesperado afán de consumo de un pueblo que padeció invasiones, brutales purgas internas, guerras civiles y hambre.

La delincuencia, los clubes nocturnos, los karaokes y la prostitución tardaron poco en sumarse al proceso. En una re dada policial por el sur fueron detenidas 50.000 personas de ambos sexos dedi cadas a esa actividad, incluidos los clientes. La lucra tiva entrada de coches robados en Hong Kong también prosigue y este viernes se anunciaba un nuevo botín: un yate de 94 metros de es lora y más de tres millones de dólares propiedad del magnate Allan Zeman. Pocos meses antes había desaparecido el coche de su esposa, un Mercedes 500 SEL.

Muchos de los Lres millones de jóvenes campesinos llegados a Cantón desde el norte, pobre y olvidado deberían cabalgar sobre la Honda de 500 centímetros que cruza veloz una calle paralela a la estación central, tomada por las últimas remesas de braceros. Pilota la máquina una veinteañera, necesariamente ceñuda en tan agresiva cabalgadura, que posiblemente será secretaria de una joint venture, sabrá perfectamente inglés, cantonés y mandarín, e ingresará los mil dólares al mes.

Yang, el chaval que en la terminal de autobús confiesa llegar de Sichuan, se acercará con suerte a los cien cuando encuentre un pico o una embreadora, 70 más que lo que suponía su anterior salario. "Soy mecánico, pero estoy dispuesto a hacer lo que sea".

Es la respuesta que se repite desde 1978, año en que Deng inventó el "socialismo con características chinas", expresión que en esta provincia se pronuncia conteniendo la risa. Una eventual involución política en China, de coincidir la muerte del emperador y el descontrol económico, encontraría en las orillas de este delta las trincheras más difíciles de expugnar por las raíces que ha logrado echar.

El capitalismo con características cantonesas, salvaje, se observa en los mafiosos trueques, sobornos y corrupción presentes en una gran parte de las operaciones y en el mercado principal de una ciudad de siete millones de habitantes que por tradición comercial y situación geográfica disfrutó durante siglos de cierta independencia frente a las órdenas que emanaban de la capital Pekín.

En el surrealista zoco de una población donde la peonada sin trabajo sobrevive debajo del puente, miles de agricultores, pescadores y hordas de montaraces comerciantes subastan sacos de culebras, ranas, tortugas, perros abiertos en canal, gatos, ratas, pacas de alfalfa, gambas o pomos de opio falsificados como antiguos.

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