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Entrevista:

"Esta ciudad es una bella durmiente"

Nació en VIadimir Volinski, una pequeña ciudad de Ucrania occidental, un territorio polaco que las tropas rusas se anexionaron durante la II Guerra Mundial. Cuando tenía 16 años, sus padres se instalaron en San Petersburgo, y allí esta historiadora trabajó durante seis años como profesora en la universidad. Hace tres años, en tiempos de la perestroika ("un cambio demagógico"), llegó a Madrid con su marido, hijo mayor de un niño de la guerra español. Alina, de soltera Sudorgina, invierte su tiempo buceando en los archivos del Palacio Real, la Biblioteca Nacional y el Ministerio de Asuntos Exteriores, estudiando documentos sobre las relaciones diplomáticas entre España y Rusia de principios del siglo XX. Alina no quiere ni puede ocultar su sensación de fatalismo: "No sé si soy representativa de todos los rusos que viven aquí".Pregunta. ¿Cómo ha vivido en Madrid los acontecimientos ocurridos en su país?

Respuesta. Con depresión, porque imagino que para nuestra generación y la de nuestros hijos no habrá libertad en Rusia. Estamos en un periodo de degradación política, económica y social. Yeltsin no es una figura a quien se pueda ayudar, ni tampoco los diputados del Parlamento. La democracia no valdrá para nadie si se instala por la fuerza de las armas. Para mis amigos, que son personas vinculadas a círculos universitarios y científicos, la vida es un desastre. La población rusa está desesperada y no quiere participar en juegos de ambición y corrupción. Nadie espera un cambio positivo, porque los políticos actuales nos defraudaron ya muchas veces y son hijos del sistema del antiguo régimen. Para que podamos progresar, tendrían que irse o desaparecer. Yeltsin, además, es una marioneta de su gabinete, un zar de un nivel intelectual muy bajo.

P. ¿Cuál es su visión de Madrid?

R. Parecerá muy, conservador, pero veo esta ciudad como una bella durmiente. Los jóvenes, sobre todo, han olvidado pensar, tienen un castellano muy feo y una gran apatía. Las bibliotecas están completamente vacías, no se consultan los libros. Esto me horroriza. Me encanta la calle de Segovia, La Latina, los barrios viejos de Madrid, pero me desagrada mucho la costumbre de vivir de noche.

P. ¿Cómo nota que funcionan los organismos rusos en esta ciudad?

R. Como un reflejo del desorden de mi país. No culpo a las personas que trabajan allí, pero no entiendo cuál es la función que cumplen el consulado y la embajada. Hay muchos problemas para conseguir cualquier papel, pasaportes... Estamos como castigados. Si vamos a Rusia, a lo mejor no podremos salir de allí. Esto empuja a las personas a buscar caminos ilegales. No ser libres del todo es nuestra cruz en cualquier sitio donde vivamos.

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P. ¿Qué diferencias encuentra entre Madrid y San Petersburgo?

R. Madrid es una ciudad muy libre y sin grandes neurosis. Echo de menos los bosques, la posibilidad de ir a la ópera, al ballet, a los teatros... A pesar de la situación, San Petersburgo sigue siendo una ciudad muy culta. Pero allí un 70% de la población vive en pisos compartidos, en condiciones muy humildes, tiene que hacer grandes colas para comprar, es evidente que existe un elevado número de alcohólicos y que hay niños que limpian zapatos en las calles. En San Petersburgo, ahora mismo, circulan las mafias de divisas y existe el odio nacionalista y problemas de refugiados de otras ex repúblicas soviéticas.

P. Como emigrante, ¿dónde se reencuentra con el alma rusa?

R. La última ola de emigración rusa llegada a Madrid tiene un carácter más económico y lucha por sobrevivir, no puede ir a reunirse a menudo en los restaurantes rusos, o acudir a los espectáculos que ofrece esta ciudad, no vive relajándose. De vez en cuando, como ahora, puedes ver la pintura de Malevich, Kandinski, Rodchenko, Popova o Filonov; ocasionalmente, alguna película. A veces visito la iglesia ortodoxa griega de la calle de Nicaragua, donde se reúnen también los rusos, búlgaros y armenios que residen en Madrid. Voy allí más que nada para relajarme espiritualmente con los iconos y la música religiosa antigua.

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