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Reportaje:EL RASTRO PERDIDO: ARROYOMOLINOS

De los siete molinos solo queda uno

El pueblo ha crecido mucho en los últimos ocho años, pero sólo tiene dos personas en paro

Vicente González Olaya

Los marqueses de Villaverde, la marquesa de Villel y una sociedad iraní se reparten el 81% las 2.200 hectáreas de Arroyomolinos. En el resto del término municipal viven más de 1.300 vecinos agrupados en un pequeño casco urbano y las nuevas urbanizaciones que se desarrollan a la entrada del pueblo.Y es que la historia cae como una losa sobre esta localidad del sur de Madrid, que lleva cinco siglos a la espera de recuperar también un emblemático torreón mudéjar que se alza en el centro de su casco urbano. El Ayuntamiento mantiene conversaciones con su propietaria, la marquesa de Villel, con el fin de convertirlo en un centro cultural y de recreo.

La finca Valdefuentes, la de "los Franco", como es conocida en el pueblo, tiene una extensión de 800 hectáreas; Las Castañeras, la de "la marquesa", 660 hectáreas; y la de los "Moros", San Martín, 340.

La mayor de las fincas fue comprada al conde de Romanones por el general Franco en los años cuarenta por tres millones de pesetas, "después de que el pueblo se negase a pagar ni un real por unas tierras que venían trabajando desde hace siglos", dice Víctor Gómez, teniente de alcalde, que añade: "Allí perdimos nuestra oportunidad".

Actualmente la finca es utilizada para recreo y caza de los marqueses de Villaverde. Los vecinos aseguran que desde las alturas del pueblo se puede ver a Cristóbal Martínez Bordiú montando a caballo. Todos coinciden en la escasa relación del pueblo con la familia Franco. Francisco, el tabernero, dice que "en tantos años no han bajado ni un día al pueblo".

Pero Arroyomolinos tiene otros pleitos. Con la marquesa de Villel hace años que se mantienen conversaciones para recuperar el torreón que domina el municipio. La torre, de estilo mudéjar y construida en el siglo XV, tiene una altura de casi 20 metros. Su interior, dividido en cuatro plantas, sirvió durante décadas como palomar y establo, aunque actualmente se encuentra vacía.

Originariamente la torre estaba coronada por seis escudos de piedra, aunque ahora sólo son visibles dos. El resto, hace 40 años fue arrancado para decorar una finca privada.

Dicen los archivos municipales que este pueblo del sur madrileño ha tenido los siguientes nombres: Chozas del Arroyo, Arroyo de los Siete Molinos, Arroyomolinos del Rey y, finalmente, el actual Arroyomolinos.

El topónimo de esta localidad madrileña arranca de los siete grandes molinos árabes de agua que existían en las riberas del arroyo que atraviesa el municipio. Era un río "por donde subían las bogas desde el Guadarrama a desovar y que hace años que está medio seco a causa de los pozos y huertas creados a su paso por Móstoles", afirma Víctor Gómez.

De las siete construcciones árabes que molían el grano de la zona ya no queda más que una, aunque visiblemente deteriorada. El consistorio tiene intención de restaurarla. "Problemas con la marquesa sobre, su propiedad nos impiden por el momento llevar a cabo los trabajos", asegura Gómez. El pueblo se está desarrollando muy rápidamente. En ocho años su población ha pasado de 250 habitantes censados a más de 1.400. Los vecinos trabajan principalmente en el sector servicios en Madrid y Móstoles. El espectacular crecimiento de su casco urbano ha creado empleo y ha logrado que en el municipio sólo haya dos personas en paro.

El alcalde, Ángel Luis Pérez Gómez, considera que en los próximos años el pueblo podría alcanzar los 4.000 habitantes. "Todo depende del terreno que tengamos y de la creación de un polígono industrial que nos permita el desarrollo", dice.

El medio ambiente de Arroyomolinos está en peligro. La grafiosis ha esquilmado las hileras de olmos que cubrían las riberas del arroyo Cambos hasta su unión con el Guadarrama, en los límites del municipio.

En esta zona, desde hace 15 años, han comenzado a proliferar construcciones ilegales que ocupan ambas orillas del Guadarrama. Ángel Luis Pérez Gómez reconoce la incapacidad municipal para expulsar a los más de 80 ocupantes de la ribera. "Haría falta un pelotón de la Guardia Civil para hacerlo", asevera. "La situación es tan complicada que hasta mi despacho han llegado algunos de estos ocupantes ¡legales quejándose de que el camino que lleva hasta sus construcciones no se encuentra en buenas condiciones. Incluso ha venido gente a intentar comprar las cuencas del río Guadarrama. Esto es un sinsentido".

El alcalde se queja de que su pueblo sólo aparezca en los medios de comunicación cuando sucede alguna desgracia. "Es una pena", se lamenta, "porque aquí hay buenas historias".

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Sobre la firma

Vicente González Olaya
Redactor de EL PAÍS especializado en Arqueología, Patrimonio Cultural e Historia. Ha desarrollado su carrera profesional en Antena 3, RNE, Cadena SER, Onda Madrid y EL PAÍS. Es licenciado en Periodismo por la Universidad CEU-San Pablo.

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