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Regreso triunfal de Maradona

El astro argentino conmociona a su país en su presentación con el Neweii's

Todo el país quedó en sombras a las nueve y media de la noche de] jueves. Un haz de luz salió a buscarle y el corazón de la multitud se detuvo. Allí estaba Diego Maradona de regreso en el fútbol argentino, 12 años después de que ganara el título de Liga con el Boca Juniors. La alegría explotó en fuegos de artificio, en cantos, en un mar de banderas, en lágrimas, en gritos desgarrados. Caminó lentamente. Llevaba de la mano a sus dos hijas, vestidas como él, de futbolistas, y con la camiseta número 10. Levantó los brazos y se le veía emocionado. Tal vez no esperaba tanto.Más de 300 chavales de la mítica cantera del Newell's cubrieron el campo con banderas rojas y negras y las agitaron a su paso. Sobre el techo de una tribuna el fuego quemaba las letras de un cartel: "Diego, ésta es tu casa". Las 40.000 personas que colmaban el estadio y que habían pagado entre 2.600 y 6.500 pesetas para verle aclamaban su nombre o su apellido en cantos que hacían temblar la ciudad. El estadio era un inmenso cráter de luz que la televisión Tetransmitía a todo el país como si el acontecimiento se difundiera en cadena nacional.

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El legendario Tata Martino, ídolo del Newell's, le cedió la capitanía del equipo en el centro del campo. Toda la plantilla, los chavales y hasta los principales jugadores del conjunto rival contratado para la ocasión, el Emelec de Ecuador, se tomaron fotografías con él Después, cuando terminó todo, Maradona no podía evitar estremecerse al recordar lo que había ocurrido: "Ya he pasado por varias de éstas, pero nunca me emocioné como hoy. Mi regreso, el gol y todo lo que yo pueda hacer todavía se lo dedicaré siempre a los aficionados del fútbol argentino, los que siempre estuvieron conmigo sin condiciones".

A las 10 de la noche empezó el juego. A Maradona se le veía flaco, muy fino como se dice en el fútbol. Cuando adelgaza recupera esa imagen de pibe de barrio con hambre de fútbol. El partido, un encuentro muy amistoso en el que el Emelec se limitó a cumplir con la parte formal del espectáculo, sirvió a modo de entrenamiento para ver en qué estado se encuentra Maradona. La impresión fue inmejorable: Maradona está en el mejor estado físico y anímico que se pueda imaginar. Y mucho más que eso si se recuerda la trayectoria de un hombre que lleva 17 años en Primera División, que ha sido golpeado, operado, consumido durante un tiempo por las drogas, sometido a las mayores presiones que se puedan soportar en su oficio y que, además, ha ganado todos los títulos como para calmar su sed.

No tiene aire, pero aguanta dignamente todo un partido. Por momentos, abre la boca con desesperación, clama al cielo por un pulmón extra, pero enseguida se recupera y sobrelleva el juego con una pasión y una vergüenza como ya no quedan. Por lo demás, su condición técnica y su talento permanecen intactos. Tocó el balón de izquierda, con todos los perfiles del pie; devolvió pases de tacón y con el pecho, colocó pelotazos - al milímetro, dejó a los companeros cinco veces en posición de convertir goles, hizo sombreros; paró un balón con la rodilla izquierda, se lanzó al aire y sacó un remate de tijera, todo en un instante. Esa jugada merecía ser el golazo de la fiesta inolvidable, pero al fin lo convirtió en el segundo tiempo.

Recibió el balón por la izquierda, se metió entre dos defensas, se abrió hacia la derecha y, con el cuerpo todavía en el paralelo a la portería, remató desde el borde del área con su pierna menos hábil, la derecha.

El disparo fue colocado. El balón superó el vuelo del arquero, entró por el ángulo derecho y cayó inmediatamente detrás de la línea de sentencia. Iban por entonces 25 minutos de juego de la segunda parte y los aficionados ya habían visto todo. El problema de tener a Maradona en casa es -el de tener que aceptar a la vez la evidencia de lo mal que juegan los demás. Por la televisión Maradona aparecía en colores y el resto en blanco y negro.

Ayer por la mañana la satisfacción de la Prensa, de los entrenadores y de los críticos era palpable. Si el jugador creía que su regreso al país le iba a deparar un otoño deportivo apacible y placentero, más le habría convenido seguir su carrera en Japón. Las primeras páginas de los periódicos estaban dedicadas a él. La temperatura de la ilusión alcanza niveles de riesgo para la salud mental. Sólo Maradona parece llevar la situación con calma. "Quiero jugar algunos partidos de Liga para ver cómo estoy de verdad antes de volver a la selección", declaró.

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