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80 coleccionistas muestran sus 'tesoros'

El Cuartel del Conde Duque reúne viejos y curiosos objetos

Para comprar, intercambiar o sorprenderse. La IV Feria Nacional del Coleccionismo, que hoy se inaugura en el Centro Cultural del Conde Duque, reúne a 80 expositores alentados por dos propósitos diferentes: poner a la venta curiosas piezas, como cerillas de acero, un maletín de aseo del siglo pasado o almireces del XVII, o bien enseñar, sin más, todas las gomas de borrar conseguidas a lo largo de una vida. Un señor de Palencia empezó esa colección robando en los pupitres de los compañeros de clase.Los vendedores están separados de los exhibidores. En la planta baja del centro cultural está la zona de venta e intercambio. Son dos salas que parecen trasteros gigantes. En el primer piso, los objetos sin precio: radios antiguas, máquinas de coser de todas las épocas, gramófonos y fonógrafos que aún funcionan, barajas de los siglos XIX y XX, cromos, chapas y las gomas de borrar: largas, delgadas, gordas, planas, de colores, figurativas, desplegables o con pincel incluido para limpiar el desperdicio.

"El coleccionista se caracteriza por un ansia ilimitada de poseer. Cuando tienes el virus inoculado no hay antídoto capaz de curarte", explica Félix Moneo, director de la Asociación de Coleccionistas de España y de la feria. "Es difícil comenzar una colección en este país, porque siempre lo hemos tirado todo. Y si no lo tiramos a la basura, lo destrozamos. No hemos sabido guardar aquellos objetos que fueron testigos de nuestra niñez", se queja Moneo, quien puede pasarse varias horas embelesado delante de su propia colección de dedales.

Pistolas en la liga

Las pistolas del calibre 10, especiales para las ligas de los años treinta, sí se venden. Caben en el hueco de la mano, tienen las cachas de marfil y el cañón de plata. Esta pistola, que no mata, pero araña lo suyo, es exactamente igual a las que el escritor de novelas negras Raymond Chandler hacía sacar del bolso a alguna rubia de labios poco inocentes.Carlos López, el coleccionista de estas armas de fuego, se dedica profesionalmente a las antigüedades, como su padre y su abuelo, desde los 16 años. Hoy tiene 21 y, además, es modelo de pasarela. En su tenderete hay también huchas mecánicas, cajas de cerillas de acero y baquelita, almireces de bronce del siglo XVII, sonajeros de plata y un batiburrillo de llaves, Cristos, sortijas, candados, mecheros, pinzas, tapones de cristal, armas y vasijas. Lo que más le gusta es rastrear piezas, asistir a ferias, comprar y acumular objetos en su bodega. La mayoría se venden. "Hace un año me sedujo el collar más hermoso que he visto nunca, y no pienso venderlo jamás".

Jaime Villalba es fotógrafo, pero se dedica con auténtica pasión a surtir de objetos a coleccionistas o curiosos. Él prefiere no atesorar nada. Su puesto es un altar al art déco: cocteleras, apliques de cristal, cepillos y peines, perfumeros, candelabros, maletas que han viajado en paquebotes, filmadoras para película de nueve milímetros y medio o despertadores de viaje. Destaca un maletín de aseo de mediados del siglo pasado que contiene jabonera, cepillo de dientes, tarros para lociones y cremas y adminículos para manicura. "Cuesta 200.000 pesetas, pero todo es negociable en esta feria", añade.

Caminar entre los puestos es un duro ejercicio para la vista, pues mientras en uno destaca un tren eléctrico español de 1918, que aún conserva la etiqueta con su precio original -653 pesetas-, en el otro impresiona un icono ruso o una muñeca de porcelana con los rasgos de la pintora mexicana Frida Kahlo. E, inevitablemente, surge el temor a tropezarse y tirarlo todo.

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La IV Feria Nacional de Coleccionismo se abre hoy en el Centro Cultural del Conde Duque (calle del Conde Duque, 11). Hasta el 10 de octubre. Entrada gratuita. Horario: jueves y viernes, de 11.00 a 14.30 y de 16.00 a 21.00. Sábado y domingo: de 11.00 a 21.00 ininterrumpidamente.

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