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Alberto

Jorge M. Reverte

La película va de un grupo de atracadores que dan un golpe y se produce un tiroteo, de modo que todo parece acabar en un desastre. Los canallas van llegando, por goteo, a un garaje. Dos de ellos traen un policía al que han tomado como rehén. El más ase sino de todos aprovecha la ausencia de los compas y se dedica a torturar al policía. En el patio de butacas hay si lencio estremecido. El malvado le pega un tajo lento al policía y le rebana la oreja mientras se ríe a carcajadas. De una de las filas traseras de la sala surgen las primeras risitas festivas. El asesino continúa con su tarea, se regodea en el dolor del agente, que está atado a una silla. El único testigo de los de dentro de la peli vomita de horror. Los espectadores no vomitan porque saben que es una peli, pero se percibe en el aire una terrible ten sión que vuelven a romper las dos voces de las filas traseras, que exclaman cosas tales como "que se te va a caer el pelo" o "que se mueve la oreja". Algunos espectadores chistan para acallar a los bronquistas. Los bronquistas no montan mucha más bronca. Se ve que no quieren moles tar a los demás, que sólo festejan lo que ven, lo que les hace carcajearse.El realismo de la película es atroz. Está filmada en una calidad fotográfica que acentúa la brutalidad de la escena, en la que los actores no se lucen amanerados, sino que hacen un ejercicio de contención espeluznante. Los espectadores siguen la historia en medio de una tensión creciente. Menos los dos de las últimas filas, que dejan escapar algún que otro comentario y risa de espectador de telecomedia. El final es sangriento. Un contenido ejercicio de sangre lleno de credibilidad. Se oscurece la pantalla y se enciende la luz de la sala. La gente desfila en silencio hacia la salida. Una voz aguardentosa que procede de una joven garganta de las últimas filas exclama sin ningún cinismo: "Qué peli más bonita, Alberto".

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