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El 'derby' aplaza la toma de posiciones

El Atlético y el Madrid libran un partido tenso y de poco juego, sancionado por el empate final

Luis Gómez

El Madrid busca un diagnóstico y el Atlético que los resultados certifiquen su nueva imagen de marca. Se interpretaba el derby como una excusa oportuna para comenzar a fijar posiciones. El empate sentencia que es prematuro condenar a uno y proclamar como candidato a su vecino. Del reparto obtiene mayor satisfacción el Madrid por cuanto le sirve para aliviar su sufrimiento. La certeza de que con diez jugadores estuvo en mejor disposición de resolver la contienda a su favor es para los jugadores de Floro la mejor experiencia que han vivido en una temporada que comenzó bajo una fuerte tormenta. El Madrid vivirá un domingo sin caza de brujas. Hoy no habrá rueda de opiniones para perseguir a un culpable.El primer tiempo había dejado el debate abierto y la excusa lista para que cada cual tomase partido. La disposición de los jugadores podía alimentar el argumento de que la iniciativa correspondió al Atlético, dado que los madridistas tomaban posiciones en su campo. La realidad constató cómo ninguno de los dos se sintió cómodo en el terreno del rival y cómo todo proyecto de jugada naufragaba cuando el balón descontaba metros en su camino al área. Diego y Buyo vivieron ese periodo sin apreturas, así que todo juicio tenía carácter prematuro. Ni el Madrid parecía dispuesto a facilitar que alguien hurgase en sus recientes heridas, ni el Atlético podía exponer abiertamente la calidad de sus nuevos personajes.

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El derby parecía sujetarse con rigidez al planteamiento inicial. Las acciones individuales carecían de la contundencia necesaria para trasladar los hechos a otro escenario. Kosecki fue incapaz de causar alarma en la cobertura madridista, Caminero no tuvo clarividencia ni atrevimiento, Alfonso ensayó un par de veces una jugada que lleva su patente, así que nadie disfrutó de razones suficientes para reclamar. El empate era justo por ausencia de pruebas. ¿Lo fue al final?. Si se tiene en cuenta que los dos hombres decisivos de la segunda parte fueron el guardameta Diego y el eslovaco Dubovsky, la respuesta deja en buen lugar al equipo de Floro. La expulsión de Martín Vázquez cambió el guión, por acción y por reacción. El Atlético entendió que la ventaja numérica le obligaba a tomar posesión del partido sin excusa y que suyas debían de ser las primeras decisiones. Y el público empujaba lo suyo así que no había posibilidad de esconderse. Floro respondió con un simple movimiento de piezas Dubosky por Zamorano. El estadio sonreía ante la eventualidad de tener que medir la capacidad de sufrimiento de los madridistas, en entredicho desde hace un lustro.

El partido cambió de lenguaje, pero nunca llegó a romperse porque los madridistas siguieron dominando su terreno. No era una cuestión de aritmética sino de geometría, porque la ausencia de un jugador no modificaba un ápice la disposición táctica del Madrid, que daba la responsabilidad defensiva del partido a ocho jugadores. Y en ello la exagerada decisión del colegiado no modificaba el esquema.

El discurrir de los minutos sí obró un efecto contradictorio, como fue fortalecer el ánimo de los madridistas. El juego ofensivo del Atlético entró en terreno pantanoso hasta evidenciar plena incapacidad para acercarse a Buyo por otro camino que no fuera la carrera sin fin de Kosecki. El Madrid por el contrarió halló en Dubovsky un hombre capaz de hablar con decisión. En el meollo de la segunda parte, el decorado dibujaba un par de remates del eslovaco y una oportunidad franca de Hierro que sembraron la alarma en el estadio. El derby había cambiado el rostro de los protagonistas: ni el Atlético encontraba razones para la euforia ni el Madrid para el suicidio. El empate aplaza toda conclusión al respecto. Que sigan jugando unas semanas más y luego echen cuentas.

Y del balance parcial nadie sale del todo bien librado. El Atlético no ha resuelto cuál debe ser su jerarquía en el centro del campo y echa de menos un pistolero ocasional como Luis García, al tiempo que Kosecki pierde crédito para consolidarse como el delantero capaz de convertir a su equipo en una amenaza al reinado del Barcelona. Y el Madrid propone la enésima disyuntiva en su diagnóstico: Prosinecki no es el culpable porque el equipo pierde esté ausente o no, Alfonso no hace recordar a Butragueño pero tampoco descarta su reaparición, Martín Vázquez no imprime carácter en el centro del campo y Dubovsky alienta el desconcierto, capaz como es de perderse en la banda izquierda una noche como de dar contenido a ese mismo territorio unos días después.

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