Villavacía de la Moraleja
850 chalés siguen vacíos desde que se fueron los americanos
Ya hace un año que Otis L. Wylie, el último de los militares estadounidense de Torrejón residente en El Encinar de los Reyes, abandonó la urbanización anexa a la Moraleja, y desde entonces sólo 11 arrendatarios viven en 11 casas de las 866 que dejaron vacías los norteamericanos. En el resto de las, viviendas sólo habitan los insectos.A finales del año pasado el BBV lanzó una OPA (oferta pública de adquisición de acciones) contra la familia Olozábal, los propietarios que controlaban El Encinar de los Reyes, SA. Desde entonces hasta hace tres meses la dirección de la empresa se ha ocupado de dilucidar quién mandaba ahí realmente. Ahora que ya lo sabe (mandan el BBV y los Olozábal a partes iguales), la dirección sostiene que se tardará un año en saber cómo comercializar la zona.
La extensión de El Encinar abarca lo que 131 campos de fútbol y ofrece un aspecto externo cuidado por unos 20 obreros de mantenimiento, con las hojas otoñales recogidas, media docena de farolas, los contenedores en su sitio, como esperando a unos inquilinos que no acaban de llegar, y una cafetería abierta desde las siete de la mañana hasta las once de la noche para que los jóvenes de La Moraleja jueguen al billar americano.
Un vehículo de la empresa Security World se pasea cada media hora por la urbanización para alejar a los curiosos que arribaron en masa al marcharse los americanos. Ahora, las únicas incidencias son los cristales rotos que dejan los jóvenes algunos sábados.
Cuando se fueron los americanos, la familia Olozábal rehabilitó algunas casas para arrendarlas con contratos de alquiler.
Había una lista de espera de más de 1.000 personas. Ahora, al cabo de los meses, suman 1.500.
Sólo 12 particulares han podido acceder a las casas. Los consultados aseguran que consiguieron los contratos sin necesidad de enchufes, simplemente porque insistieron mucho. Pagan unas 180.000 pesetas mensuales por casas de cuatro habitaciones, con el agua y la luz gratis. El contrato que firmaron es de tres años, pero se debe prorrogar por escrito cada año; y si no, van a la calle. Un médico se quedó sin casa hace poco porque se le olvidó renovarlo. "Y lo peor", indicaron en la. oficina de información de la finca, "es que algunos de los otros 11 inquilinos aún no se han enterado de que tienen que prorrogarlo, y como la gente aquí no se relaciona, pues igual van a tener que irse".
El principal problema de las casas radica en que fueron construidas hace 35 años: llevaría su tiempo rehabilitarlas, según la empresa, y habría que enterrar los cables de luz y teléfono. Las viviendas se hallan agrupadas en cuatro, dos en planta baja y dos en alta, las escaleras son exteriores, la calefacción a base de gasóleo, con depósitos por edificio, y la carpintería exterior es de hierro.
Todo ventajas
Por lo demás, todo son ventajas. La villa se encuentra a ocho kilómetros de la capital, orilla de la autovía de Burgos, con acceso inmediato a la M-40 y la M-30. Las casas, como corresponde a cualquier colonia estadounidense que se precie de serlo, no están separadas por muros de piedras, ni arbustos ni alambres, sino perfectamente integradas en el ambiente, entre parques infantiles, bancos de madera, hierbajos y pastos, que hace unos años eran césped. Sólo algunos inquilinos han osado alambrar sus jardines.
Blanca Rodríguez-Vila, una cocinera de 30 años que vive con su hermano y un amigo, se muestra encantada de vivir ahí. "La verdad es que fue todo pura suerte. Mi hermano vino, se saltó la cola y nos encontramos por 150.000 pesetas con una casa recién enmoquetada y pintada. Es una lástima que las otras 850 no estén habitadas".
Algunos de los otros inquilinos ya eran amigos de Blanca antes de vivir en El Encinar. "Así que nos cuidamos los perros los unos a los otros". Todo semeja un escenario del tipo de La casa de la pradera, con niños de clase media jugando con animales domésticos en espacios amplios.
Desde que el Gobierno norteamericano alquiló hace 35 años a la empresa Encinar de los Reyes la finca de 1,3 millones de metros cuadrados, ha cambiado muy poco. El territorio se encuentra dividido oficialmente entre Alcobendas y el municipio de Madrid, pero eso nunca preocupó a los moradores estadounidenses, que en gran parte nunca llegaron a saberlo.
Desde finales de los años cincuenta El Encinar se convirtió en un pequeño Estado, con su propio sheriff, bomberos, tiendas, carteles y señales de tráfico que prohiben circular a más de 40 kilómetros o más de 25 millas por hora. Hasta discurría por sus calles un autobús escolar trasladado expresamente desde Estados Unidos.
La empresa propietaria asegura que sólo pretende adaptar ese escenario a las necesidades actuales de la sociedad, y que no quieren construir chalés adosados, pero los inquilinos no lo creen. "Está claro que van a derribar estas casas para construir chalés, y sacarle más dinero", asegura una de las arrendatarias.
Fuentes de la Gerencia de Urbanismo del Ayuntamiento de Madrid indicaron que el grupo El Encinar negociacia en estos momentos con las autoridades locales la posibilidad de modificar el plan urbanístico para construir otro tipos de chalés que podrían ser adosados. "Pero todo se encuentra aún en el aire", indicaron los representantes municipales.
Fuentes de El Encinar que prefirieron ocultar su nombre mantienen que la familia Olozábal es partidaria de alquilar las casas porque no tiene solvencia para construir chalés, pero el BBV, según las citadas fuentes, prefiere edificar todas las viviendas que el Ayuntamiento de Alcobendas y el de Madrid permitan levantar.
Villavacía de la Moraleja
Sin embargo, la versión oficial de la empresa indica que tres equipos de arquitectos trabajan desde hace tres meses en distintos proyectos para determinar de qué forma se pueden rehabilitar las casas y cuánto costarán las obras.Hasta ese momento y hasta que no concluyan las negociaciones con los ayuntamientos de Alcobendas y de Madrid, no se decidirá nada. "Lo que ha habido con las autoridades han sido tanteos, no hemos solicitado ni una sola licencia de rehabilitación ni de construcción", indica un portavoz de la empresa.
Mientras tanto, a la oficina de información en El Encinar (teléfono 650 15 95) sigue llamando gente sin casa. Un empleado les aconseja pasarse por allí y rellenar un impreso con sus datos y el tipo de vivienda que prefieren.
Eso no garantiza una casa a nadie, pero al menos la empresa se compromete a llamar al demandante cuando se decidan habitar las viviendas. El empleado que contesta al teléfono expresa claramente lo poco que dice saber: "Desconozco si las casas se van a construir nuevas o se van a alquilar..., no sé, la verdad es que no sé".
Un insulto
En la oficina del gerente de la finca también se reciben llamadas de empresas que concursan para reformar ventanas, colocar puertas y demás actividades propias de la rehabilitación. La respuesta suele ser que dentro de algunos días se sabrá si pueden comenzarse las obras.
Mientras tanto, las casas por habitar. Tanto los residentes de El Encinar como algunos de sus trabajadores convienen en que el hecho de que haya tantos edificios deshabitados *en una ciudad como Madrid supone un insulto y un agravio para muchos ciudadanos.
Una de las grandes causas que ha impedido la rehabilitación de las viviendas, aparte de la guerra de Opas, se basa en las perdidas del grupo El Encinar de los Reyes, según reconocen los representantes de la empresas.
La historia reciente del grupo ha resultado un tanto convulsa. A finales del año pasado el BBV lanzó una OPA contra el Encinar de los Reyes, SA, propiedad de los Olozábal. Entonces, los Olozábal lanzaron otra. Acordaron que así no llegarían a ningún lado porque ninguno se podía alzar con la mayoría y decidieron repartirse las acciones al 50% y lanzar otra OPA contra el 6,88% de acciones que aún conservaban algunos particulares aislados. De esa forma pretenden hacerse el BBV y los Olozábal con el control absoluto de El Encinar. El grupo, que aglutina también a la urbanizadora El Griego, afronta ahora unas pérdidas de 792 millones de pesetas.
Pero entre tantos forcejeos, la pregunta clave (¿cuánto tiempo. más van a seguir las casas deshabitadas?), sigue sin ser respondida, y ni el BBV ni los Olozábal aventuran fecha alguna, sino que responden con párrafos de este estilo: "Una vez definidos los desarrollos inmobiliarios globales dentro de la empresa, la solución acordada se irá presentando a las autoridades urbanísticas para desarrollar las actuaciones que por éstas se estimen adecuados".
Si algo tienen claro tanto BBV-Metrovacesa como los Olozábal es que no van a vender todo. Como mucho, diseñarán un plan mixto de alquiler y venta.
Pero mientras BBV y los Olozábal no se decidan a emprender las obras de rehabilitación y a poner precio a los alquileres, las casas continuarán bajo el dominio de los insectos.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.