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LA FUERZA DE LA COSTUMBRE

La ley del mas viejo manda en el poblado

Las normas del pueblo gitano no claudican ante los nuevos tiempos y la justicia paya

Francisco Peregil

Agustín Romero, presidente de la asociación gitana extremeña Camelamos Parrugar (Queremos Cambiar), con afiliados en 14 poblados chabolistas de Madrid, ha mediado en numerosos conflictos entre clanes.Romero recuerda aquel caso de hace 10 años en el parque de San Isidro, cuando se puso delante de un homicida para que los dolientes, o familiares del ase sinado, no le dispararan. "Es curiosa la vida, porque tanto el muerto como, el asesino y yo andábamos siempre juntos. De hecho, unos días antes, Manuel y yo le prestamos dinero a Rafael, el asesino, para que se comprase una furgoneta. Pero a los pocos días la hermana de Rafael, que estaba desterrada del barrio, apareció por allí y Manuel le dijo que la echara. El otro le contestó que ella era su hermana y que no la iba a echar. Se pelearon, Rafael mató a Manuel y los familia res cogieron las escopetas para vengarse. Cuando yo vi a Rafael no sabía que había matado a Manuel un rato antes y me puse delante de él para que los otros no le hicieran nada. Me pidieron que me quitara de en medio apuntando con las herramientas. No me quité y dispararon al aire La familia del homicida tuvo que irse a Alicante. Ahora parece que vuelven a Madrid, porque el tiempo todo lo cura, aunque mientras vivan los hermanos de Manuel, nunca se verán".

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En aquel caso, los viejos consiguieron imponer su autoridad, pero en otras ocasiones, como cuando los familiares de Agustín Romero mataron a un hombre en Extremadura, se impone la del más fuerte. Si se hubiesen avenido a la tradición, Romero, su padre y sus tíos deberían haber emigrado. "Pero como nosotros éramos cinco veces más que ellos, nos quedamos, y ellos se fueron a Andalucía, no sé si por miedo".

Temor a la ley paya

Agustín Romero es pariente de Honorio Bruno Silva, el gitano de 28 años que murió en un barrio de San Blas a manos de sus vecinos por no respetar el destierro al que le condenaron los viejos. Cree que si los homicidas se han entregado no ha sido por temor a la venganza gitana, sino a la ley paya. En eso coinciden con la policía, cuyos agentes aseguran que mediaron ante los abogados de los gitanos y éstos lograron convencerles para que se entregaran. "Los gitanos sabemos que el tiempo lo cura todo. Además, los que mataron eran más numerosos que la familia de Honorio; por tanto, no tendrían tanto que temer".Pasa a Madrid / 2

Menos respeto y unidad

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Gloria bendita para los gitanos buenos

A pesar de ese éxito de mediación en la disputa, Romero reconoce, igual que el Tío Aquilino, del poblado de La Celsa, que los viejos han ido perdiendo parte del respeto que les profesaban los jóvenes, cuando arribaron de Extremadura a Madrid en la década de los sesenta y los setenta. "Hay menos unidad también, porque la juventud se está endrogando y sólo piensan en ellos".Una de las pocas cosas en que coinciden gitanos, estudiosos y policías respecto a la ley gitana es que la droga mina a diario las costumbres más rancias de la cultura gitana, pero aún perdura mucho respeto por los mayores. Francisco Valderas, comisario del distrito de San Blas, donde se encuentran los poblados de La Jungla y Los Focos, asegura que ha presenciado numerosos casos en que los tíos mandaban al exilio a jóvenes drogadictos, o intercedían entre familias que mantenían reyertas a causa del negocio de la droga.

En contra de la creencia común, el investigador Antonio Torres aclara que los gitanos de las chabolas marginales no son precisamente los que preservan mejor la ley gitana, "puesto que su código de conducta guarda más relación con el de cualquier lumpen que con nuestra cultura".

A pesar de no constar en ningún libro, la ley gitana es determinante y rigurosa, incluso cuando puede contravenir la ley del Estado. Antonio Torres explica un ejemplo que él mismo vivió de cerca hace unos treinta años en Valencia. Varios tíos (gitanos de autoridad) se reunieron para determinar el castigo hacia un vecino que había violado a una niña de 14 años. La chiquilla se quedó como un vegetal a raíz de aquella experiencia y la familia se hundió en la tristeza. El caso era grave y entre los cuatro o cinco miembros de la gerontocracia sentenciaron a muerte al culpable. Cuando uno de aquellos tíos se encontró al violador al cabo del tiempo en un barrio de Barcelona, lo mató. Después avisó a la familia de la niña y se entregó a la policía.

"Lo ingresaron en la cárcel Modelo de Barcelona y allí no le faltó gloria bendita hasta que salió. Muchas familias le llevaban dinero, comida y tabaco porque había cumplido la ley nuestra. Eso no lo iban a comprender nunca los payos, ni trataron de explicárselo a la policía".

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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