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Reportaje:

Corleone pierde su batalla contra la Mafia

Las autoridades de la localidad siciliana niegan el recuerdo a los jueces Borsellino y Falcone

Hubiera sido más que clavar una pica en Flandes. Dar los nombres de Giovanni Falcone y Paolo Borsellino a la plaza principal de Corleone habría representado por lo menos la conquista de América para la mayoría de corleoneses, ajenos por completo a la Mafia, que diariamente confluyen en ese recinto central de su pueblo, entre el Ayuntamiento, la parroquia de Santa María y el cuartel de los carabineros.Pero la relación de fuerzas entre dicho sector de la población y los Liggio, Provenzano, Bagarella o Riina, que han teñido el adjetivo corleonés con la connotación del clan mafioso más sangriento de todos los tiempos, está aún lejos de ser favorable a los primeros, a pesar de los golpes que las fuerzas del orden dieron a la cúpula de Cosa Nostra durante el año pasado.

Lo prueba el hecho de que el intento de volver a bautizar la plaza con los nombres de los dos célebres jueces asesinados por la Mafia en mayo y julio de 1992, respectivamente, haya fracasado.

La decisión de dedicar la plaza a la memoria de Falcone y Borsellino fue adoptada el pasado 22 de julio por Fulvio Manno, entonces flamante interventor del municipio. Francesco Fazio, otro interventor, no menos flamante y desconocido, la ha anulado con las primeras lluvias del otoño.

El mismo baile de interventores, o responsables administrativos de un Ayuntamiento que fue disuelto el pasado mes de febrero por sospechas de que incluía a más de dos concejales mafiosos, es ya indicativo de cómo andan las cosas en Corleone. En sólo seis meses, cuatro de estos funcionarios se han sucedido en la tarea de garantizar el buen gobierno local.

Ni siquiera los más directamente implicados en la vuelta atrás de la decisión de dedicar la plaza a los dos jueces cuyo asesinato fue presuntamente ordenado por Riina personalmente admiten haber recibido otras presiones que las de "grupos monárquicos" no bien identificados.

Su versión de los hechos es la siguiente: la plaza de la discordia estaba ya dedicada a Víctor Manuel III. La idea de cambiar esa dedicatoria "ha turbado la sensibilidad y la conciencia de numerosos ciudadanos, que, aun conscientes de los apreciables valores que simbolizan los dos heroicos magistrados, no consideran procedente cancelar de la memoria piezas de la historia patria", según se lee en la orden firmada por el interventor Fazio.

El presidente de la región siciliana, Giuseppe Campione, ha dado poca credibilidad a esta imprevista devoción de los corleoneses por un rey que los italianos aprecian escasamente, y ha ordenado el cese inmediato de Fazio, declarándose "anonadado" por lo ocurrido.

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