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Kosecki salvó el honor DEL Atlético

Los jugadores deL Heart fueron perros de presa en todo el campo

Fue un partido en el que las pulsaciones de los jugadores no bajaron de las 180 por minuto. Ni un balón atrás, ni un metro que ceder, ni un solo momento de duda, nunca más de dos toques al balón... El ímpetu del juego y el fragor de una entrega absoluta no permitieron concesiones técnicas. Se trataba de aniquilar al contrario. El Atlético aceptó esta fórmula y salió casi indemne de una confrontación que le podía haber noqueado si la hubiera planteado con amaneramientos. Acusó el fortísimo ritmo y fue el primero en quedar con la respiración entrecortada, pero para entonces al rival tampoco le quedaba ya mucho aliento.La virtud del Atlético fue no volver jamás la cara a un partido incómodo, planteado como si incluso no hubiera el de vuelta. El trazado de su juego era tan vertical que sus centrocampistas veían una y otra vez sobrevolar el balón sobre sus cabezas. Entretenerlo era dar oportunidad al contrario de arrebatarlo. Los escoceses eran perros de presa en todo el campo; no sólo los defensas, que jugaban con enorme anticipación, sino hasta los delanteros perseguían como posesos el balón y al hombre que lo tuviera. El partido tenía fases tormentosas para el Atlético. Sus hombres nunca sabían por dónde les podía venir el violento impacto de una pierna lanzada sin ningún temor. Ésa fue su salvación y su descanso. El ataque escocés moría frecuentemente en las faltas que cometía en cuanto sus jugadores perdían el control de la pelota. En su disputa no había entonces miramientos y la acción acababa en falta.

Caminero fue el primero en saber lo que es enfrentarse a contrarios que, llevados por un ideal, jamás vuelven la cara. López, enseguida, inició la respuesta. Le correspondió marcar a Fashanu, ejemplo del patrón clásico del ariete británico con una virtud añadida, que es de raza negra y dotado, por tanto, de una mayor capacidad nerviosa, lo que le da mayor velocidad a todos sus movimientos. López no esperó a quedar sentado dos veces y enseguida recibió la primera amonestación. Ello no le restó ímpetu alguno en el marcaje, aunque sí condescencia arbitral a la hora de juzgar sus nuevas entradas.

Del duelo no salió malparado el defensa, como tampoco Pizo, que se movió con facilidad en un partido que parecía especialmente preparado para que luciera sus condiciones, pero que también, por el gran juego del lateral al que le correspondió marcar, McKinlay, le podía haber condenado al banquillo de por vida. En general todo el equipo aceptó sin temor el intercambio de golpes. Tampoco se derrumbó con el 2-0 en contra, resultado que le ponía al borde de la eliminación. Respondió con contundencia porque realmente era lo que estaba haciendo desde que comenzara el encuentro.

Si antes no había habido goles fue porque la propia precipitación del juego lo impedía. Había que esperar que se calmara o a que los jugadores comenzaran a sentir el agotamiento. Sin las ideas tan limpias y con el cansancio a rastras era entonces más fácil que se produjeran situaciones claras de gol, tanto en una como en otra área. Llegaron entonces en cadena y el honor del Atlético quedó a salvo. Perdió ante un contrario muy modesto, pero dotado de una fortaleza descomunal en su propio campo. Para lo que podía haber sido, el 2-1 es un buen resultado.

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