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Rosa Montero

Tiene la ley unas fronteras muy etéreas cuando trata de las actividades financieras: me refiero a KIO, por ejemplo, o a esos Pinto Fontán que van llenando el mundo de pufos portentosos y arruinando a la gente por doquier impunemente mientras ellos engordan la chequera. Pues bien, es por esta zona de sombra y de sombríos personajes por donde anduvo deambulando Mohedano.No es que una tenga especial interés en perseguir a este preclaro abogado. Me parece de perlas que vaya con un Jaguar por el mundo, aunque se lo haya pagado una empresa dudosa; por mí, como si se quiere comprar siete Roll-Royces y un elefante de paseo con gualdrapas indias. Las ambiciones crematísticas y el parque móvil de Mohedano me importan un comino.

Ahora bien, lo que sí me interesa es la cosa pública. Y es que creo que no se puede ser todo. O aspiras a ser muy rico y turbio o a parlamentario que intenta controlar y limitar esas turbiedades. No se puede ser al mismo tiempo padre de la patria y hábil ordeñador de la sociedad. No se puede proclamar uno progresista y de izquierdas mientras se dedica a asesorar durante años a los supuestos embaucadores en vez de a los embaucados. Creí, en fin, que todo esto estaba claro, y que si Mohedano había dejado su cargo no era por la comisión de un delito, que ya sabemos todos hasta el aburrimiento que no cometió ninguno, sino por seriedad política y por el deseo de devolverles a los socialistas un contenido ético que habían perdido. Pero no: ahora han nombrado a Mohedano portavoz de comisión, cargo que los del PSOE consideran adecuado por "su menor imagen exterior". De lo que se deduce que la anterior dimisión fue una cuestión de imagen, un lavado de cara y no un auténtico deseo de renovación y de rigor. Si esto es el cambio del cambio, en fin, es lamentable.

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