_
_
_
_

El vía crucis del guerrismo

Etapas de la progresiva pérdida de poder en el PSOE de Guerra y sus fieles

Anabel Díez

Alfonso Guerra, 53 años, ha gozado desde hace casi dos décadas de un poder imponente. Primero, en el PSOE; después, en España desde que fuese nombrado vicepresidente del Gobierno en diciembre de 1982. Cualquier dirigente socialista tenía que hablar con Guerra. También los ministros, los líderes de la oposición y las responsables sociales, eclesiásticos y económicos. Su declive empezó en enero de 1990, aunque, meses antes, un grupo reducido de notables socialistas se atrevió a plantarle cara. Ahora son legión. Formalmente, la culpa la tuvo su hermano Juan, aunque muchos dicen que el vía crucis de Alfonso Guerra empezó cuando su compañero de viaje durante casi 30 años, Felipe González, dejó de tenderle el brazo tras cada caída.Es posible que pase a la pequeña historia de los partidos la frase,que Miquel Roca dirigió a Alfonso Guerra en el pleno del Congreso del 1 de febrero de 1990, en el que el entonces vicepresidente compareció para decir que no tenía nada que decir sobre el caso Juan Guerra. "Usted ha sido víctima de su estilo, y mucha gente le tenía ganas". Las "ganas" eran muchas y diversas, y en buena medida estaban instaladas en el PSOE. Bien es cierto que la desafección hacia Guerra ha ido paralela a las muestras de distanciamiento que González le ha dedicado. Así, los guerristas se han ido convirtiendo en una especie a extinguir, mientras quienes lo eran $e apresuraban a sumarse a la renovación. Los renovadores que ahora están más seguros de su victoria, son quienes aguantaron el chaparrón en minoría cuando la discrepancia era casi un crimen.

Más información
Palabras poco premonitorias

Resulta imposible fijar una fecha exacta en la que un grupo 1 de aventajados comprendieron que debía abrirse un camino hacia un cambio radical en el PSOE, que empezase por poner fin al poder de Guerra. Los adelantados fueron un grupo de socialistas madrileños. Una fecha clave en la decadencia de Guerra es enero de 1990, cuando estalló - el caso que afectó a su hermano Juan. Entonces González no vio en absoluto que Guerra tuviese que dejar la vicepresidencia y retó a la oposición a que intentara llevarse por delante a su amigo. Si se atrevían a dudar de la honorabilidad de su número dos, él le acompañaría fuera de la política.

Desde entonces, no dejó de escuchar a muchos socialistas que se había equivocado y que Guerra debía abandonar el cargo antes de que arrastrara tras sí al partido y a González. No hizo caso al comienzo. Seis meses después, el propio González empezó a comprender que quizá debía repescar las iniciales ofertas de Guerra, de abandonar el Ejecutivo. El vicepresidente lo entendió y dimitió en enero de 1991.

La ofensiva contra Guerra había comenzado mucho antes y en ningún momento pudo imaginar su efectividad. Estos son los hitos de su vía crucis:

> Julio de 1990. Se prepara el congreso de la Federación Socialista Madrileña y ya se vislumbra el enfrentamiento entre su presidente, José Acosta, alineado con Guerra, y el presidente de la comunidad, Joaquín Leguina.

> Septiembre de 1990. Primer hecho insólito en el PSOE. Ministros y destacados dirigentes se reúnen en el hotel Chamartín, de Madrid, para apoyar a Leguina frente a Acosta. Se considera el primer desafío abierto contra Guerra y la ejecutiva federal.

> Noviembre de 1990. Los renovadores reconocen su espejismo. En el 32º congreso del partido, para su sorpresa, González deja todo en manos de Guerra y la ejecutiva la confecciona el vicesecretario general excluyendo a los renovadores de los puestos de poder efectivo. Pero a los guerristas se les hiela la sonrisa al escuchar el discurso de clausura de Felipe González. Habéis hecho la ejecutiva que habéis querido, pero ahora el Gobierno lo haré yo, dice el secretario general.

> 12 de enero de 1991. Alfonso Guerra dimite tras 11 meses de desgaste personal por el escándalo de su hermano Juan.

> 12 de marzo de 1991. Felipe González hace efectivo su mensaje del congreso. Narcís Serra es nombrado vicepresidente y Carlos Solchaga sigue en Economía. Los guerristas aseguran que González "engañó" a Guerra, pues le había asegurado que el Gobierno iba a ser "equilibrado". Guerra se encontraba en Australia y no daba crédito de las informaciones que le llegaban. Empieza el distanciamiento respecto a González.

> Primavera de 1991. Las declaraciones de desafección a Guerra aumentan. José Bono, presidente de Castilla-La Mancha y antiguo amigo personal de Guerra, comienza a distanciarse, y con él la mayoría de su federación, lo que causa a Guerra una intensa decepción. Aun no sabía que muchos otros dirigentes que entonces casi le veneraban iban a seguir los pasos de Bono.

> 29 de mayo de 1991. Surge el caso Filesa y el núcleo guerrista aparece como responsable de la posible financiación irregular del PSOE. Algunos renovadores ven un jalón decisivo para acabar con el guerrismo.

> 24 de junio de 1991. González da nuevas alas a los renovadores al advertir de la necesaria apertura del partido, en la que "muchos quedarán en el camino". Siguen los abandonos del guerrismo.

> Agosto de 1991. González desconcierta a los renovadores al exigir que se mantenga la "lealtad entre compañeros", en referencia a los ataques contra el aparato por el caso Filesa.

> 5 de febrero de 1992. Tras meses sin tener apenas relación, Felipe González, Alfonso Guerra y Txiki Benegas sellan en La Moncloa una paz que resultó precaria. En ese momento, todas las familias socialistas se veían afectadas por escándalos económicos: Filesa, Renfe e Ibercorp.

> Primavera de 1992. Guerra empieza una segunda recuperación, protagoniza actos multitudinarios y pone en práctica su revancha con la destitución del aparato electoral que le había acompañado desde 1977, cuyos miembros se habían trasladado a las filas renovadoras. Se aprecia cierto nerviosismo entre los renovadores, que esperan una señal de que Felipe González no les ha abandonado. La encuentran con la entrada en escena del vicepresidente Narcís Serra.

> 21 de octubre de 1992. En un acto del PSC, Serra lanza una especie de alegato renovador, por lo que inmediatamente muchos dirigentes le consideran su líder por delegación del presidente.

> Invierno de 1992. El aparato del PSOE vive su propio calvario por la tenacidad investigadora del juez Marino Barbero, que ordena varios registros de la sede federal del partido. Mientras los miembros de la delegación judicial registran un despacho, Benegas y Francisco Fernández Marugán informan a González de lo que ocurre. Los renovadores empiezan a insinuar la necesidad de dimisiones en la ejecutiva.

> 13 de enero de 1993. González llena de satisfacción a los guerristas cuando en una ejecutiva pide unidad y solidaridad con quienes están "dando la cara".

> 22 de enero de 1993. El secretario general anuncia en un comité, federal que toma las riendas del partido. Satisfacción ilimitada en los renovadores, que interpretan que los días de Guerra están contados.

> Marzo de 1993. Un informe de los peritos del caso Filesa relaciona al PSOE con formas de financiación irregular.

> 25 de marzo de 1993. Estudiantes de la Universidad Autónoma de Madrid insultan a González por los presuntos casos de corrupción. El líder socialista dice que habrá responsabilidades políticas e incluso que él las asumiría si fuera necesario.

> 1 de abril de 1993. Benegas pide a González que no vuelva a responsabilizarse del caso Filesa y le dice que él y otros podrían dimitir. Los renovadores transmiten que Benegas debe irse.

> 5 de abril de 1993. Benegas considera que González debía haber hecho callar a los renovadores y no hacerle pasar por el culpable del caso Filesa cuando estaba dispuesto a dimitir de una manera pactada. "Así no", aseguran que dijo a González. Benegas piensa que los renovadores utilizan el caso Filesa para desbancar a la ejecutiva ahorrándose un congreso. El momento más agudo de la crisis llega cuando Benegas hace pública una carta a González en la que denuncia "a los renovadores de la nada" que "han quebrado los principios de lealtad y solidaridad", del partido. González resuelve la crisis convocando elecciones y con el nombramiento de un comité de estrategia que de hecho significa una desautorización de Guerra y de la ejecutiva en la campaña.

> Mayo y junio de 1993. La campaña electoral abre una tregua, pero la lucha se reanuda tras las elecciones del 6-J. Los renovadores señalan que González ha ganado los comicios. Los guerristas replican que el partido tiene mucho que ver en la victoria.

> Julio de 1993. Si en el anterior cambio de Gobierno, González informó en todo momento a Benegas, e indirectamente a Guerra, de sus planes, en esta ocasión no dice ni una palabra de sus intenciones al número dos. Como remate de sus pocos deseos de complacer a Guerra, nombra a Carlos Solchaga presidente del grupo parlamentario. Los guerristas van a la lucha abierta y provocan una votación sobre el nombramiento en la ejecutiva, que pierden por dos votos. Tras un fin de semana de presiones "hombre a hombre" por los dos bandos, la batalla se reproduce en el Grupo Parlamentario, y los guerristas vuelven a perder la votación que enfrentaba a su candidato, Eduardo Martín Toval, con Solchaga. Los socialistas más veteranos aseguran que este pulso a González marca un camino sin retorno que se llevará por delante a los guerristas. La única duda es cuál será el futuro de Guerra.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Anabel Díez
Es informadora política y parlamentaria en EL PAÍS desde hace tres décadas, con un paso previo en Radio El País. Es premio Carandell y Josefina Carabias a la cronista parlamentaria que otorgan el Senado y el Congreso, respectivamente. Es presidenta de Asociación de Periodistas Parlamentarios (APP).

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_