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Los tiempos más duros de la moda más cara

La alta costura presenta sus colecciones en París en medio de un clima de crisis

La alta costura lleva muchos años sobreviviendo a la crisis, pero 1993 está siendo terrible. Tres modistas, de los 20 que integran la aristocracia del gremio, no presentan estos días colección otoño-invierno: Cardin, Carven y Lanvin. El anterior ejercicio, el sector lo cerró con unas pérdidas conjuntas de 150 millones de francos (más de 3.200 millones de pesetas). Laroche ha puesto en la calle a 22 de sus 45 operarios, Venet ha renunciado a tener personal fijo y Givenchy ha prescindido de 14 empleados. El concurso del Dedal de Oro, creado en 1976 para recompensar la más hermosa colección del año y que ayer fue otorgado a Yves Saint Laurent y al noruego Per Spook, no contó con la participación de Dior, Chanel, Givenchy, Lacroix, Hanae Mori, Torrente y Ungaro. Los expertos aseguran que si en 1925 había en el mundo 300.000 personas que compraban alta costura, en 1993 quedan unos pocos centenares.La idea de que "lo que brilla demasiado es políticamente incorrecto" pone furioso a Christian Lacroix, que grita contra "la dictadura de las zapatillas de deporte". François Lesage, artesano rey del bordado, reconoce que "los acontecimientos de la guerra del Golfo nos han descubierto de golpe una crisis que estaba latente".

Para Lacroix, no hay que rendirse porque la moda ha conocido "otros momentos difíciles en 1929 o durante la guerra", aunque es cierto que ahora ha renunciado "tanto a los modelos espectaculares, gratuitos, como a los que son demasiado prét-á-porter", para no provocar a los tres millones de parados con trajes de noche que cuestan entre 100.000 y 400.000 francos (entre dos y nueve millones de pesetas), pero sin perder a "esa clientela particular que proviene en gran parte del Próximo Oriente o de la burguesía europea". Mientras se discutía sobre la crisis, Jerry Hall y Estelle Hallyday presentaban las últimas creaciones de Dior ante un invitado ilustre: Jacques Toubon, ministro de Cultura. "Es una colección muy italiana en la cultura y muy Dior en la costura", sentenciaba el ministro con ojo de experto. Lacroix reza para que "no se quiera convertir la alta costura en arte, ya que esto significaría acabar en un museo; no es un arte, sino una tradición y una cultura".

Las pérdidas y los despidos no han menguado el número de periodistas especializados presentes en París. Más de mil profesionales se ocupan de unos sueños indumentarios que ni tan sólo mil personas disfrutan haciéndolos realidad. Para Bernard Arnault, presidente del grupo que reúne a Givenchy, Dior, Lacroix, Kenzo, Celine y Vuitton, "la alta costura es la manera más eficaz de dar soporte a la imagen de lujo de los perfumes". Y los perfumes son 10.000 millones de francos (más de 220.000 millones de pesetas) en ventas.

En Chanel explican que "el presupuesto correspondiente al sector de la alta costura corre a cargo del departamento de publicidad. Suprimir las colecciones y los desfiles supondría tener que hacer campañas publicitarias que costarían el doble de lo que cuesta mantener con vida la alta costura". Como confirmación de la importancia del poder de seducción y de propaganda que destilan los desfiles, dos modistas italianos, Valentino y Versace, presentan desde hace años sus colecciones en el mismo momento que los locales para beneficiarse así de la presencia de la prensa.

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