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TOUR 93

Triunfo de Chiappucci al 'sprint' en Pau

Luis Gómez

El estilo Chiappucci gusta. Tiene un apellido pegadizo. Sus maneras son tremendistas. Es un actor, un diminuto divo que exige el aplauso a cada entrada en escena, uno de esos intérpretes que necesitan siempre la complicidad del público. Le agrada el elogio tanto como hablar de sí mismo. Chiappucci no podía dejar pasar este Tour sin decir algo. Suya fue la última etapa pirenáica, pero obtuvo la victoria utilizando la suerte del velocista. Sus últimos metros fueron un premio al ingenio.Chiappucci engañó a sus compañeros de escapada, su compatriota Ghirotto y el español Unzaga, con trucos propios del oficio. Se reservó la última posición en el inicio del sprint para poder calcular mejor el impulso final. Demostró mayor astucia que sus colegas. Pero su triunfo no fue fácil. Vino precedido de unta escapada de casi 130 kilómetros que forzó después de haber efectuado una escalada al Tourmalet que debe catalogarse como caótica. Chiappucci pasó de ser un escalador cómico por la mañana a un riguroso velocista por la tarde. Así es de exagerado este corredor.

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No es necesario que las piernas le respondan para que Chiapucci aparezca en el escenario haciendo ruido. Nada tiene que ver con su compatriota Bugno, quien procura llevar su desgracia en la más rigurosa intimidad. Si Bugno se siente mal, se descuelga discretamente; si está bien, viaja con los principales en silencio. Chiappucci, no. Si está mal, ataca hasta perder la noción del tiempo. Si está bien, ataca sin medida.

Chiappucci no estuvo más activo que en los dos últimos días, aunque el resultado de la jornada haga pensar lo contrario. Normalmente, interviene en el primer ataque sin reparar en su utilidad, sea por una necesidad innata de llamar la atención. Luego, regresa al redil. Más tarde, decide aparecer de nuevo. Habla un poco y desaparece. Su ascensión al Tourmalet resultó incomprensible porque sus ofensivas iban precedidas de desfallecimientos. Su inquietud ha dejado de ser alarmante en este Tour porque es evidente que no es el Chiappucci de los últimos años, pero. su errática carrera de ayer invita a suponer que su capacidad de sufrimiento acompaña a su ambición. Dio la sensación de que ayer consiguió la etapa por narices.

Después de haber estado descolgado un tiempo, aprovechó la caza que Induráin protagonizó en el descenso del Tourmalet para reingresar en el pelotón de los notables. Se escaparon Rominger con Jaskula y la jornada prometía emoción. Se olvidó mucha gente de que el líder iba con la calculadora en la mano. Induráin restableció el orden en la bajada y el reagrupamiento no condujo a otra cosa que al enésimo ataque del italiano. Se marchó con Unzaga y Ghirotto y le dieron por imposible.

La ventaja de Chiappucci alcanzó los cinco minutos, diferencia que le permitía asaltar las posiciones de Hampsten (6º) y Rijs (5º). La noticia originó que el Ariostea se pusiera al trabajo, pero no hasta el punto de neutralizar al Diablo. Chiappucci llegó hasta los últimos 100 metros en buena compañía, estiró las piernas, disimuló lo que pudo y obligó a que fuera para sí la última palabra. Por entonces, el público estaba pendiente de él, exclusivamente atento a su actuación. Lo había vuelto a lograr: la complicidad del respetable. No defraudó esta vez. Sus derrotas las convierte en victorias en la sala de prensa porque razona con la soberbia de una gran estrella. ¿El Giro? "Fui el primer italiano en el Giro, no lo olviden". ¿El Tour?. "Soy el primer italiano en el Tour". Chiappucci limita las fronteras a Italia cuando le interesa.

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