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Delors media entre los Doce ante su descomunal pelea por el reparto de los fondos estructurales

Lluís Bassets

El presidente (le la Comisión Europea, Jacques Delors, llegó al edificio Carlomagno, sede del Consejo de Ministros de la CE, directamente a las 22.30 desde su residencia francesa, a unos pocos cientos de kilómetros de Bruselas. Con el rostro grave y apoyado en el bastón que le acompaña desde que se le declaró la ciática, hace unas semanas, Delors hizo gala de un humor de perros y espetó a un puñado de periodistas que "el espíritu de familia, se ha terminado" añadiendo a continuación que "el espíritu que reina aquí es antieuropeo. Era la guinda a una jornada de durísimos enfrentamientos entre los Doce por el reparto de los más de 21 billones de pesetas de los fondos estructurales.

El último asalto del reparto de los fondos estructurales de la Comunidad había llegado ayer por la tarde a una situación límite, en la que las peleas entre socios comunitarios iban aumentando a lo largo de la jornada, en vez de quedar aislada como esperaba la presidencia semestral belga, representada por el ministro de Exteriores, Willy Claes, y el comisario de Política Regional, Bruce Millan.Claes es un político hábil y enérgico, que había confiado en sus dotes diplomáticas y en su poder de convicción para cerrar el cerco en torno a Irlanda, el país mejor tratado por las ayudas regionales de la CE, que contaba ahora con seguir bombeando un volumen proporcional de fondos hasta 1999.

El comisario británico Millan, en cambio, confiaba exclusivamente en la objetividad de los criterios aprobados en el Consejo Europeo de Edimburgo, en diciembre pasado y no cejó en sus esfuerzos poco delicados para imponer una ponderación aritmética implacable que terminó despertando la cólera de ocho países a lo largo de la jornada. Sólo Luxemburgo y Dinamarca, que no cuentan con regiones por debajo del 75% de la renta media de la Comunidad, y Bélgica, obligada por el deber de reserva de la presidencia, se sustrajeron a los ataques de ira que provocó el reparto del enorme pastel comunitario.

El caso no es para menos y explica esta negociación a cara de perro, más parecida a una timba de peligrosos tahúres que a una florentina discusión entre diplomáticos. Están en juego 141.000 millones de pesetas (21,15 billones de pesetas) a distribuir hasta el año 1999 o, dicho en otras palabras, el equivalente del entero plan Marshall.

En Edimburgo, donde se aprobaron los criterios de reparto, se prohibió la entrada de máquinas calculadoras en la sala, para evitar precisamente que una negociación que era fundamentalmente política terminara como un vulgar mercadeo.

Ayer en Bruselas fue preciso sacar de la cama a Delors para intentar que no quedara peligrosamente bloqueado uno de los actos más decisivos de la historia reciente de los Doce. Cuando el presidente de la Comisión Europea hizo su entrada, un tanto espectacular en el edificio Carlomagno, la aprobación definitiva se hallaba bloqueada por el veto de Portugal, que ha venido a tomar el relevo a Irlanda, que había adoptado esa misma posición en las anteriores negociaciones.

El representante del Gobierno de Lisboa no dio cifras precisas de sus pretensiones, pero fuentes portuguesas dijeron que no pensaban admitir que las reivindicaciones irlandesas se cubrieran a su costa.

Si Dublín recibiera los 9.200 millones de ecus (1,38 billones de pesetas) que le ofrecía el comisario Millan, Portugal y Grecia verían seriamente mermados sus respectivos cheques. En caso de que se llegara a los 10.000 millones (1,5 billones de pesetas), que tal era la pretensión del Gobierno irlandés, el recorte para los otros compañeros de cohesión sería insoportable. España, en cambio, aparecía a última hora de ayer como intocable a la negociación, aunque nadie ponía la mano en el fuego.

La aprobación de los fondos había sido prevista para última hora de la tarde, después de una jornada de contactos de pasillo destinados a limar las diferencias entre los cuatro países de la cohesión (España, Portugal, Grecia e Irlanda), mientras se celebraba el Consejo de Ministros.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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