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Induráin permite el liderato de Nelissen

Luis Gómez

Induráin cede el liderato a un sprinter, el belga Nelissen, que lleva dos días trabajándose un apellido entre los velocistas. Nelissen superó en toda regla a los dos hombres más cotizados del momento, Cipollini y Abduyapárov. La victoria le recompensó con una parcela de gloria, el maillot amarillo. Pero el Tour sigue las indicaciones de su patrón, como denomina a Induráin la Prensa francesa. Patrón era un término que estaba en desuso hasta que llegó el español.Semana de sprinters es lo que ordena el código de Induráin No se apartó la etapa de ayer de semejante guión. Está en el orden del día: escapada consentida según un margen de seguridad, neutralización y entrada masiva en la ciudad que corresponda. La clasificación general está sujeta con alfileres porque hay hasta 20 corredores constreñidos en un lapso de medio minuto. Esa circunstancia desata los nervios de la concurrencia y el pelotón se transforma en ocasiones en un grupo desbocado, difícil de manejar si no se tiene el temple de un campeón o la autoridad reconocida de un patrón. Pero ése es precisamente el caso de Induráin. Está por ver qué parte del pelotón agradece al navarro que dirija el tráfico y de qué tamaño es el grupo de quienes piensan que esta monotonía les convierte en unos auténticos parias. Los aventureros y los furtivos no van a tener para comer de momento.

El código de Induráin es muy sencillo de interpretar. Parece evidente que ha firmado una alianza verbal con algunos de los equipos que justifican su temporada en la primera semana. Tal es el caso del GB-MG (Cipollini) o del Novemail (Nelissen). Ello supone tener asegurada la participación exclusiva de entre diez o doce corredores para controlar cualquier intento de escapada. Induráin o, en su defecto, Echávarri son quienes toman las principales decisiones. Si hace al caso, interviene el propio patrón para diligenciar algún entuerto. Así sucedió sobre el kilómetro 70, cuando se formó un grupo con todos los aspirantes y se escapó del pelotón. La diferencia llegó a los 12 segundos y todos debieron de concluir en lo absurdo de la escena. ¿Qué hacían todos allí sin la compañía de sus auxiliares y escoltando al líder? La noticia no tomó cuerpo: era un cara a cara estúpido.

Fue un poco después cuando se permitió la fuga de Marie y Svorada. Marie era ese especia lista en prólogos a quien tanto Zülle como Induráin han jubila do. Dadas las circunstancias, ha optado por buscar el maillot amarillo a la aventura, lo que in tenta con cierta frecuencia: al menos, una vez al año. Ayer no es que no tuviera suerte, es que fue víctima del código de Induráin. Se les dejó escapar hasta cosechar una ventaja máxima que alcanzó los seis minutos. Cuando GB-MG, Novemail y Banesto se pusieron a trabajar, la diferencia se diluyó con el paso de los kilómetros. A falta de 18, fue ron neutralizados con la meta a la vista y el pelotón lanzado para buscar el sprint. Se había impuesto el orden.

Dispuestos los sprinters para entrar en escena, Induráin nada más tenía que decir. Y eso que su equipo navegaba con dificultades en la cola por los problemas del francés Bernard, al que le costaba aguantar el ritmo. Llegó a estar cortado en compañía de Delgado y pudo reintegrarse, pero el esfuerzo resultó inútil. Para un Bernard corto de preparación en estos momentos, circular a 60 kilómetros por hora llega a ser complicado después de seis horas de trabajo. Mucho peor lo pasó el holandés Rooks, que debió de sentirse indispuesto y anduvo perdido toda la jornada. Rooks es un apellido que pierde este Tour: acabó con sus huesos en la meta y llegando fuera de control.

El desenlace tuvo, sin embargo, un protagonista imprevisto -¿fue un descuido de Induráin?-, dado que el pelotón cedió terreno y dejó a los velocistas desnudos en un inusual cara a cara. Entre ellos figuraba el italiano Bugno, con gesto de incredulidad. Tanto es así que parecía más atento a lo que pasaba a su espalda que a la línea de meta. Bugno no entendió su soledad en el último kilómetro y perdió posibilidades de entrar en la disputa de los segundos de bonificación. Nelissen, aprovechando una ligera cuesta, aguantó el tirón de Cipollini y Abduyapárov. La victoria fue suya y el premio gordo, vestir el maillot amarillo a su tierna edad, 23 años, una golosina que buscó a lo largo de la jornada. Nelissen sumó ayer un total de 32 segundos en bonificaciones. Es ahora el líder del Tour. Pero no el patrón. El patrón es Induráin.

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