_
_
_
_

Anti-Tetazos o contra el verbalismo en política

ENTRE LOS pensadores es normal caer en tentaciones verbalistas, es decir, pensar que las cosas son de la condición con la que se las denomina. Entre los políticos de salón es fácil encubrir vocaciones de aprendiz de brujo. Entre los vicarios de los poderosos es frecuente que nos encontremos con meros lectores de augurios o intérpretes de signos revelados. Entre los políticos -entre los malos políticos, mejor dicho- es habitual también la tendencia a buscar chivos expiatorios y a identificar como traidores a las esencias eternas a aquellos que muestran sus desacuerdos.No se trata de algo extraño. Frente a quienes se asombran ante cualquier acontecimiento que exceda de los ámbitos de su control o se produzca en el círculo exterior a sus conocimientos, siempre ha habido lugar para que ejerzan su oficio -y vivan de él- los transmisores de la verdad revelada, los intérpretes del altísimo y los vicarios castrenses; frente a quienes se dedican callada y humildemente a intentar entender las cosas que pasan, siempre han existido los simplificadores, de la realidad, los escolásticos, los meros clasificadores artificiosos y los descubridores de fórmulas mágicas; frente a quienes deciden rectificar comportamientos y corregir errores para dar mejor respuesta a las ansias sociales, siempre han existido los inquisidores movilistas, los buscadores de culpables, los exorcistas del maligno y los amantes de la hoguera y del fuego eterno.

¿Por qué esta introducción? Porque resulta que el doctor Tezanos, don José Félix, presume de haber encontrado la explicación de todo lo que pasa en el socialismo español. Además, la cuestión estriba no sólo en que él tenga ya la explicación, simplicísima por demás, sino en que ha empezado a predicarla con afán apostólico y como adelantado de todos los que detrás de él vendrán, en nombre del socialismo de siempre, a revelárnosla a los demás, pobres catecúmenos indocumentados.

Para el señor Tezanos, porque sí, en el partido socialista hay gente de derechas y gente de izquierdas. Los de derechas son malos, apoyan las propuestas de Felipe González (en concreto, han votado a Solchaga como portavoz), y pueden ser clasificados como social-liberales. Y los de izquierdas, que son los buenos, están del otro lado, han mostrado -¡a estas alturas de la película!- su oposición nítida a la política económica del Gobierno personificada por Solchaga, y son los auténticos socialistas o socialdemócratas. Así de fácil, así de clarito y así de definitorio, para el presente y para el futuro.

Ya tenemos la pretendida polémica planteada. Ya tenemos el aviso dado desde los detentadores del púlpito: "¡Ay de aquel que se desvíe de nuestra verdad!", parecen querer decir; "¡Guay del que se escantille y difiera!", simulan amenazar, "porque será desposeído de un lugar entre los justos, porque será considerado como de derechas -¡de derechas, sí, de derechas!- para toda la eternidad. Y porque, además, ya no será bien querido por el único profeta, por el auténtico, por aquel que hasta ahora os señaló todos los caminos".

¡Vaya por Dios! Resulta que Felipe, ahora, es de derechas y arbitrario porque hace propuestas al margen del aparato y porque las gana en votación secreta. Resulta que tantos y tantísimos otros, ahora, somos también de derechas. ¿Por qué? Pues porque a unos señores, en torno a una mesa, se les ha ocurrido clasificamos de ese modo, y porque se creen que van a convencer a la generalidad de que las cosas son como ellos quisieran que fuesen.

Todo ello, ¿a partir de qué? Pues a partir de una serie de operaciones intelectuales sofístico-verbalista-arbitrarias. Primera, ellos son los que falsean la mayor, ya que está por demostrar que en el partido socialista se esté produciendo ningún giro ni alineamiento a la derecha; segunda, ellos son los que atribuyen las esencias a cada quien, asignando nombres y clasificaciones desde el arcano laboratorio de un poder hasta ahora incontrastado; tercera, ellos son los que ponen la raya y los que la mueven de sitio cada vez que les conviene, situando así a más o menos ciudadanos socialistas en el grupo de los salvables o de los condenables. Puro voluntarismo y pura manipulación, en definitiva.

Yo estoy encantado. Ya estoy esperando la bajada al ruedo de estos izquierdistas de salón. Estoy esperando dispuesto a discutir donde sea y con quien sea, con papeles, con hechos, y con gente. Y, como yo, somos muchos los que estamos esperando. Porque les vamos a demostrar dos cosas: que no tienen razón, la primera, y, la segunda, que son menos, en cantidad y en calidad, que nosotros, los que somos socialistas sin más etiquetas.

es miembro del Comité Federal del PSOE y ex presidente de la Junta de Andalucía.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_