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Ciegos

Rosa Montero

Leo que los humanos compartimos con los chimpancés, que son nuestros parientes más cercanos, nada menos que el 99% del genoma. O sea, que casi la totalidad de nuestra información genética es idéntica para unos y para otros, y que nuestra humanidad, de la que tanto nos ufanamos bobamente, se encuentra encerrada en ese mínimo 1% que nos diferencia. Viendo las fotos de la última matanza de ETA pensé, de primeras, que esa distancia con el chimpancé debía de ser aún más chica que lo que nos dicen los científicos: cómo, ¿un 1% de sustancia humana? Imposible: hay personas, destripadores de niños, asesinos (y esos hacheberos que les justifican y les alientan) a las que no les debe de caber en el cuerpo, y en la estólida cabeza, ni un 0,0001% de eso. Pero luego lo reflexioné mejor y llegué justamente a la conclusión contraria: esto es, que nos tiene que separar del chimpancé mucho más que esa pizca, porque no hay animal capaz de una maldad tan extrema, tan perversa y tan loca. La esencia de lo humano es también ese fanatismo y esa malignidad insoportables.Por lo demás, llevo toda la semana mordiendo adjetivos con los que definir (e intentar neutralizar, en mi cabeza) este trágico tándem HB-ETA. Pero, por supuesto, no hay palabras para tanto sinsentido y tanto dolor. Un amigo me decía estos días pasados que quizá fuera mejor negarles el espacio verbal: no más "enérgica repulsa", "energúmenos sin entrañas" y demás frases semejantes. O sea, dolerse del horror y de las víctimas, sí, pero como uno se duele ante una terrible catástrofe natural, una catástrofe que, además, está en franco retroceso. Y así no se les concedería el nivel, demasiado elevado, de enemigos, sino que simplemente serían lo que son: una pesada carga del genoma, un elemento del azar penoso y ciego. Muy ciego. Muy ciego. Muy ciego.

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