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Entrevista:MADERA DE LEY

"Luchar contra el trapicheo de droga es tan difícil como detener terroristas"

Puede captar el sonido metálico de los billetes buenos al golpear el aire

Francisco Peregil

Una tarde de mayo, 21 grados a la sombra, 14 años atrás, una bomba acabó con la vida de ocho personas atareadas con las tartas de la cafetería California 47. Nadie se atribuyó el atentado. Las sospechas tan pronto enfilaban a grupos anarquistas como a ETA, los GRAPO y hasta a una escisión de Fuerza Nueva. Meses antes, dos personas apuntaron con escopetas a unos manifestantes ultraderechistas en la plaza de Ventas. No se atrevieron a disparar. Huyeron y en el camino se les cayó un carné de la Biblioteca Nacional. Juan Antonio González y sus compañeros de la Brigada Provincial de Información relacionaron los dos sucesos. Cuando estalló la bomba sólo tuvieron que esperar a las puertas de la biblioteca, pero el dueño del carné no acababa de aparecer.Tras veinte días de calor después del atentado apareció, muy distinto al de la foto, pero era él, sin duda, con una compañera. Llegaban a la Biblioteca Nacional para recabar información sobre sus futuras víctimas. Pertenecían a los GRAPO, montaron en un taxi y un agente se le plantó delante del capó encañonándolos con una PK del 38. Detrás de todo aquello, y detrás del crimen contra los abogados labora lista de la calle de Atocha y de tantos otros atentados políticos, se encontraba Juan Antonio González, como jefe de grupo de la brigada.

Después pasaría al Banco de España para desarticular bandas dedicadas a la falsificación de monedas, sofisticadas imprentas que vomitan falsos dólares y mafiosos que pagan la droga a sus colegas con dinero falso, que luego se delatan y matan entre ellos. Con el oído puede captar el sonido metálico de los billetes buenos al golpear el aire y distinguirlos del resto.

Todo muy épico, muy novelesco, "pero de eso no hable, por favor; lo pasado, pasado". Se monta en el coche oficial a las puertas de la comisaría para hacerse una foto.

-¿Adónde vamos, jefe? -los comisarios suelen tener conductores aficionados a este tipo de preguntas.

-Al balcón de Orcasitas.

Prosigue su conferencia: "Luchar contra el trapicheo de droga es tan difícil como detener terroristas. Aquí, en esta comisaría, hay gente estupenda que se mete de noche en un poblado rodeado de cien tíos, como en las películas. Hace tres meses, por ejemplo, a uno de los nuestros le pegaron un tiro en el cuello y aún está de baja".

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Desde la emisora del coche se escucha el susurro de un agente: "Fíjate en ése que va muy pelado. A ver si lo coges por ahí. Cambio".

Entonces empieza a explicar cómo sus chicos han de esconderse entre las basuras que adornan las orillas del río Manzanares para detener a los vendedores de siempre. "Los chavales se quedan con cinco o seis papelinas en el bolsillo; por si los detenemos, que sólo consten como consumidores. Y el resto de la mercancía la meten en una botella de coca-cola, cerca del río.

Tienes que estar cinco horas grabando con una cámara para presentar pruebas ante el juez. Y a lo mejor sólo le caen unos días en la cárcel, o tal vez nada, pero en el momento que se afloja la mano, se inunda el barrio de drogadictos".

El coche gris se adentra en la espesura del distrito policial de Usera, con 1.300 denuncias mensuales, los nicanores de la lucha contra poblados gitanos, el paro y los fracasos escolares más llamativos de la ciudad, 350.000 habitantes y 500 órdenes al mes de búsqueda y captura.

En medio de todo eso, ¿tiempo libre? "Ninguno". Le gusta el fútbol, dice, y si hace falta digiere hasta la Máquina de la verdad, pero apenas le queda tiempo para leer diez minutos al día.

Después enturbia los ojos para explicar lo triste que es detener a chavales enfermos que van con los televisores jamones o bolsas de caramelos a hombros, para cambiarlos en el acto por droga, pero que las 150 asociaciones de vecinos de Usera agradecen el trabajo de sus hombres.

De vuelta, tras dejarse hacer una foto al viento, entre cielos orcasitas y pintadas de un lenguaje ajeno al suyo, se oye de nuevo la emisora.

-Tápalo, tápalo por allí, que si no, se va".

-Recibido.

-Se va, se va. ¿Has visto?, el cabrón. Si no me quito me lleva por delante.

El comisario vuelve el cuello blanco y robusto como un cuenco de leche, alza las cejas, se quita las gafas negras, que parecen expedidas en una tienda especial para policías, y pregunta: "¿Ve cómo el trapicheo trae mucho peligro también?".

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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