Paz para el verano
Se aproxima el verano, tiempo para el descanso, el ocio, las vacaciones. Cerraremos la puerta de casa, dejaremos nuestras calles y plazas, nuestros amigos y vecinos, desconectaremos incluso la radio y la televisión y nos marcharemos en busca del lugar plácido y tranquilo -o bullicioso y jovial- donde relajar el cuerpo durante algunas semanas.Pero ¿no seguirá pesando como una losa sobre nuestro espíritu la existencia de un pueblo destrozado por la lucha fratricida? ¿No nos desgarrará el alma una vez más alguna imagen que por casualidad se nos cuele en nuestras apacibles vacaciones?
¿Hasta cuándo, bosnios, croatas o serbios, orientales y occidentales, Comunidad Europea y Naciones Unidas, Gobierno y oposición? ¿Hasta cuándo, digo, vamos a permitir esta sangría, esta matanza, este odio sin límites? ¿Es que hemos perdido -en un mundo lleno de sistemas de comunicación- toda la capacidad de encuentro y de diálogo? ¿Es que no hay sitio para todos? ¿Tan débil es la memoria para recordar el calor de la amistad y la convivencia, apagado por el frío de las armas y el odio?-
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