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GIRO DE ITALIA

Chiappucci desiste de atacar a Induráin

Carlos Arribas

Es tan grande la losa que ha colocado Miguel Induráin (Banesto) sobre el Giro que hasta los más tenaces desesperan. La posible alianza de todos los italianos para intentar derrocar al tirano del pelotón saltó ayer hecha añicos. Induráin vivió uno de los momentos más delicados, y salió con bien gracias a su siembra anterior. Ningún equipo italiano se mostró dispuesto a echar una mano a Claudio Chiappucci (Carrera) en su batalla por los montes alpinos. La etapa, que terminó en el puerto de Chianale, fue ganada por Marco Saligari. El Ariostea consigue, así, su cuarto triunfo parcial en esta edición.

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Stephen Roché (Carrera), compañero de Chiappucci, le decía a Moreno Argentin (Mecair): "Vamos, Moreno, pasa a tirar", y le daba golpecitos en el muslo. El primer líder del Giro le contestaba, serio: "Stephen, hazte a la idea de que no estoy aquí". Pero sí que estaba. Fugado con otros cuantos. Tres corredores del Carrera, más Giupponi, por ejemplo. Quedaban 150 kilómetros y el pelotón, con Induráin, iba a más de cuatro minutos.La fuga era importante. Roche, situado a 6.50 en la general, suponía una cierta amenaza. Si se le dejaba ir, el veterano irlandés podía dar el golpe sorpresa. Y por el otro lado, estaba la tenaza. Para anularle, el Banesto necesitaría quemar a todo su equipo. Chippucci, agazapado, aprovecharía para dar su mazazo. Ésta era, la teoría. La planificación táctica matinal: hacer dura la carrera para intentar provocar un mal momento en Induráin. Y nada de esto ocurrió.

Roche levantó el pie y la fuga se vino abajo. "No entiendo a Argentin", dijo después, y le vino a acusar de ser el perro del hortelano. "Si hubiera colaborado Argentin", explicó, "habríamos hecho daño". "Argentin debería avergonzarse", exageró Sandro Quintarelli, director del Carrera. "Sólo corre para fastidiar a Chiappucci. Y no entiende que sus victorias no son limpias, que un segundo puesto de Chiappucci vale más que 100 triunfos suyos".

El aludido no se calló. "Induráin es más inteligente que nadie. Sabe hacerse querer", dijo Argentin bajo la lluvia en Chianale. "Es Chiappucci quien debe atacar. ¿Por qué no ha atacado al final? Tiene el equipo más fuerte. Él debe hacer la carrera y no preocuparse por los demás".

A todas estas peleas Induráin pone cara (le no entender: "Yo procuro ser amigo de todos. Argentin, además, tenía argumentos. El segundo puesto de su compañero Ugrumov estaba en peligro. Además, bastante tengo con dirigir a mi equipo como para preocuparme de lo que hacen los demás".

Chiappucci callaba. Ayer apareció abatido. La etapa no había salido como él había querido y veía esfumarse una oportunidad más de hacer daño. Dio la impresión de rendirse. "No. Chiappucci no es de los que baja los brazos", dice Induráin, como queriéndole dar ánimos. "Lo que pasa es que atacar por atacar no vale nada. Hoy no había terreno propicio".

Otros que se dan por conformes son los del Ariostea. "Con cuatro etapas ya nos vale", dice su director, Giancarlo Ferretti. La de ayer, lograda por Saligari, fue, quizás la más costosa. Escado más de 200 kilómetros antes de la meta con otros tres, el ciclista italiano demostró una voluntad de hierro cuando, al final, sólo la ley de la gravedad le aplanaba contra las rampas. Parecía imposible que avanzara.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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