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GIRO DE ITALIA

Induráin toma la 'maglia rosa' y hunde a Bugno

Carlos Arribas

Tremendo. Todos pecaron de prudentes. Miguel Induráin (Banesto) destrozó los pronósticos y ya viste de rosa, a falta de 11 etapas para, que acabe el Giro. La contrarreloj de Senigallia causó, además, la primera víctima: Gianni Bugno (Gatorade). El campeón mundial cedió casi dos minutos al español. La prestación de Induráin en los 28 kilómetros de ayer queda engrandecida por el hundimiento de Bugno, quien declaró: "El Giro está perdido para mí". La lucha por la victoria final parece resumida a un cara a cara entre Induráin y Claudio Chiappucci (Carrera). El Diablo se declaró "contentísimo", pese a perder 1,14 minutos, más aun que lo que cedió el año pasado sobre 38 kilómetros. Aun así, asegura: "El Giro ha comenzado hoy".

"Bien, sí; perfecto, tampoco". A Miguel Induráin no le cambia la maglia rosa. Sigue siendo enemigo de los absolutos. Eso de palabra. En la carretera es otra cosa. Ayer, incluso, se mostraba un poco insafisfecho de una contrarreloj en la que ha empezado a ganar su segundo Giro. "Quizás no tenía que haber empezado tan fuerte, al final me habría gustado tener más fuerzas", explicó tranquilo y medio sonriente. Venía de hacer una media cercana a los 48 kilómetros por hora en un recorrido insidioso, "como un serrucho", en palabras de Eusebio Unzue, segundo director del Banesto.Induráin no efectuó la exhibición de Luxemburgo, el pasado Tour, pero casi de forma similar ha creado un vacío por detrás. "El principio es lo peligroso. Si te cebas ahí, date por perdido", señalaba antes de la salida José Miguel Echávarri, director del Banesto. E Induráin no se cebó, pero casi: "Todo es cuestión de regularse. Aunque salí a tope, en las subidas no lo di todo; incluso creo que cedí tiempo, pero en las bajadas me lancé, dejé caer todo mi peso, recuperé lo perdido y aumenté la ventaja".

Y mientras Induráin crecía, Bugno menguaba. Era como si le fuera robando las energías en provecho propio. A Induráin se le veía seguro y tranquilo, casi inmóvil. Sin levantarse apenas en las subidas, moviendo un desarrollo que asustaba a los rivales. Derrochaba potencia por todos los poros. Alargado cuan largo es sobre la bicicleta. Casi relajado. Y mientras más brillaba, más se oscurecía Bugno. Contraído. Su cuerpo casi una mueca, sin elasticidad ni ligereza. Y una fuente. ¡Cómo sudó! "¿Cómo se puede sudar tanto a los tres kilómetros de haber empezado la contrarreloj que quizá es la de su vida", se preguntaba Alfredo Martini, seleccionador italiano y padre deportivo de Bugno. "Han sido los nervios. Estaba reconcomido. Tenía miedo", se respondía a sí mismo.

Gian Luigi Stanga, director del Gatorade, apareció en la sala de prensa como si fuera a un funeral. Empezó a recibir pésames. En respuesta, él explicaba los síntomas de la enfermedad que había causado la muerte a su pupilo: "En la tercera curva ya me dije 'malo, malo, hoy damos el petardazo'. Gianni nunca se encontró. Siempre piano, piano. No dio en ningún momento con el golpe de pedal. No ha sido cuestión de unos pocos kilómetros, ha sido todo el tiempo".

Bugno quiso salir detrás de Induráin para tener referencias de su tiempo. Hasta quiso saber el desarrollo del navarro. "Ha puesto un plato de 55 dientes aunque se: siente más cómodo con el de 54% explicaba Echávarri. "Pero ha visto los descensos y ha preferido arriesgar para sacar más tiempo". Esta explicación no la oyó Bugno. Y se asustó. Él salió con 54. "Trató enseguida de soltar toda su potencia y se quedó vacío de repente", continuó Stanga. "Y más cuando sabía los tiempos de Induráin. La gente los voceaba en las cunetas y yo también se los decía. ¿Por qué los voy a callar? Nunca le engañaré". Y Stanga se fue a intentar resucitar a Bugno. "Todo es una cuestión psicológica. El miedo le hundió. No pudo con la presión de tener el liderato cerca. Ahora cuento con su orgullo. Gianni es muy orgulloso".

De las Cuevas, segundo Armand de las Cuevas (Banesto) hizo el segundo mejor tiempo. Igual que hace un año justo. Se ha especializado en abrir el camino para Induráin. Por la mañana hicieron juntos el recorrido y en la comida comentaban las curvas y las cuestas. Luego, el francés salió media hora antes. La comunicación funcionó.

Si Bugno se hundió, Chiappucci mantuvo el tipo. Y los 74 segundos -traducidos a metros, 979, casi un kilómetro menos que los 1.561 metros de Bugno- que perdió sí que se debieron a la superioridad del navarro. "Optimísimo". Al Diablo le faltaban superlativos para describir por televisión la actuación de Induráin. Porque le vio ganando tiempo donde se debe en una contarreloj en la que la técnica y la potencia jugaban un papel similar. El sitio del ahorro eran las curvas. Trazarlas bien para no tener que tocar el freno y, con la inercia de la marcha, afrontar la siguiente subida con menos esfuerzo. Así lo hizo Induráin.

Cinco horas antes del comienzo de la contrarreloj, Miguel Induráin se pasó al menos 10 minutos ajustando la posición de su sillín al milímetro. El ciclista navarro venía de entrenarse y de conocer el recorrido por el que por la tarde iba a exprimirse al máximo. "Está en la misma posición que ayer", dijo el mecánico. "Ya", contestó Induráin, "pero no quiero estirar hoy la pierna a tope". Un pelín es un par de milímetros. Entonces, Induráin echó la plomada después de haber comprobado con el nivel que el sillín estaba recto. Luego, la cinta métrica, con la que mide la distancia entre el eje de pedalier y la punta del sillín, marcada por el cordel del plomo. Sólo quedaban un par de martillazos adelante y atrás, y nuevas comprobaciones. "Perfecto", dijo Induráin. "Ahora, a comer, que ya es hora". Con la misma precisión, Induráin tomó el liderato por la tarde.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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