Arroz y circo
IGNACIO CARRIÓN Horas antes del crucial debate, que le trae absolutamente sin cuidado, el alcalde de Castellar-Oliveral supervisa la producción de rosquilletas para consumo humano y de rosquilletas para consumo perruno (llamadas chuchi) en la fábrica de su propiedad. "No veo los debates", dice Enrique Velarte, de 49 años, "porque gane quien gane nadie va a favorecer a Valencia, ni a mi pueblo. Los valencianos hemos tenido siempre malos políticos y encima no sabernos pedir. La culpa no hay que echársela a nadie, es nuestra, de los valencianos, porque como decía san Vicente Ferrer, lo primero que hace un valenciano cuando se levanta es asomarse a la ventana con una hoz en la mano y a quien sobresale un poco le corta la cabeza".
Este alcalde pedáneo ha instalado la oficina municipal sobre los hornos de las rosquilletas, desde donde milita en Unión Valenciana, el partido derechista capitaneado por Lizondo. Afirma que el pueblo no precisa ideologías. "Lo que hace falta es organizar la política como esta fábrica, o como la Ford, o como su propio periódico, donde cuenta el trabajo bien hecho. En mi partido, igual que en esta fábrica, puede haber comunistas, monárquicos, anarquistas y socialistas. ¿Y qué? Todos queremos lo mismo: eficacia y buenos resultados".
Este alcalde fue elegido en 1991, cuando la mayoría de los 8.000 vecinos se hartaron de la gestión socialista. "Si se funde una farola hay que poner otra que dé luz y no largar un discurso ideológico que aún oscurece más la calle. El pueblo quiere soluciones prácticas y que no le mareen con tanta palabrería. Vienen a verme aquí incluso las parejas cuando se separan para que yo les oriente sobre el reparto de los hijos, o sobre cuando ingresar a la suegra en una residencia de ancianos", dice el alcalde, quien añade que los vecinos reclaman ahora tres o cuatro policías fijos y que él los va a conseguir.
Por estas tierras de pequeñas huertas medió sepultadas por la autopista y, lo que es peor, por un incorregible individualismo, muchos creen que vascos y catalanes serán finalmente los triunfadores en las elecciones, mientras que los derrotados, serán ellos, los valencianos. "Nuestro destino es pagar, mirándonos el ombligo", lamenta dando puñetazos en la mesa el alcalde Velarte, nieto de El Coixo Velarte, cocinero que preparaba paellas con leña de naranjo para el doctor Negrín.
Manuel, de 47 años, hermano del alcalde, posee el récord de haber sido autor en 1992 de la paella más grande del mundo -20 metros de diámetro- tal como registra el libro Guinness, una excentricidad alimentaria que llenó la boca a 100.000 personas en el cauce del río Turia. "He propuesto", dice Manuel, "repetir aquella hazaña la noche del 6, para que el pueblo olvide a los políticos llenándose el estómago de arroz en espera del resultado electoral". Pero esta vez no le han hecho caso.Este alcalde pedáneo ha instalado la oficina municipal sobre los hornos de las rosquilletas, desde donde milita en Unión Valenciana, el partido derechista capitaneado por Lizondo. Afirma que el pueblo no precisa ideologías. "Lo que hace falta es organizar la política como esta fábrica, o como la Ford, o como su propio periódico, donde cuenta el trabajo bien hecho. En mi partido, igual que en esta fábrica, puede haber comunistas, monárquicos, anarquistas y socialistas. ¿Y qué? Todos queremos lo mismo: eficacia y buenos resultados".
Este alcalde fue elegido en 1991, cuando la mayoría de los 8.000 vecinos se hartaron de la gestión socialista. "Si se funde una farola hay que poner otra que dé luz y no largar un discurso ideológico que aún oscurece más la calle. El pueblo quiere soluciones prácticas y que no le mareen con tanta palabrería. Vienen a verme aquí incluso las parejas cuando se separan para que yo les oriente sobre el reparto de los hijos, o sobre cuando ingresar a la suegra en una residencia de ancianos", dice el alcalde, quien añade que los vecinos reclaman ahora tres o cuatro policías fijos y que él los va a conseguir.
Por estas tierras de pequeñas huertas medió sepultadas por la autopista y, lo que es peor, por un incorregible individualismo, muchos creen que vascos y catalanes serán finalmente los triunfadores en las elecciones, mientras que los derrotados, serán ellos, los valencianos. "Nuestro destino es pagar, mirándonos el ombligo", lamenta dando puñetazos en la mesa el alcalde Velarte, nieto de El Coixo Velarte, cocinero que preparaba paellas con leña de naranjo para el doctor Negrín.
Manuel, de 47 años, hermano del alcalde, posee el récord de haber sido autor en 1992 de la paella más grande del mundo -20 metros de diámetro- tal como registra el libro Guinness, una excentricidad alimentaria que llenó la boca a 100.000 personas en el cauce del río Turia. "He propuesto", dice Manuel, "repetir aquella hazaña la noche del 6, para que el pueblo olvide a los políticos llenándose el estómago de arroz en espera del resultado electoral". Pero esta vez no le han hecho caso.
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