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Semilla humana

La asociación Semilla facilita la integración de jóvenes en Villaverde

La asociación juvenil Semilla, en Villaverde, trabaja con aquellos jóvenes con problemas en los estudios escolares. Para muchos de esos chavales, pertenecientes a familias con pocos recursos económicos, a veces sin estímulos suficientes para estudiar y siempre tentados a echarse a la calle, la asociación les da una oportunidad de integrarse en la sociedad y de acceder al mundo laboral. La primera impresión que depara la visita a esta escuela es el entusiasmo de los jóvenes que a ella asisten.

"Mira, si yo no hubiera conocido Semilla, seguro que estaría tirado por la calle vagueando o robando coches", afirma Javi, de 16 años, a la vez que pone cara de duro. El Churrusco, como lo llaman sus amigos, no es ningún Al Capone, pero podía haber acabado bastante mal si no se hubiese fijado en él uno de los educadores de la asociación Semilla.Acabar en la calle no es difícil en un distrito como el de Villaverde Alto, al sur de la ciudad. Y más cuando los adolescentes dejan la escuela a los 14 años, sin una cualificación profesional y sin ideas claras sobre su futuro en el mundo del trabajo.

Autoestima

Los 250 jóvenes con quienes trabajan los 31 monitores de Semilla no han podido evolucionar a un ritmo normal en los colegios e institutos. Tampoco han recibido el apoyo necesario por parte de sus familias para seguir y la escuela ha fallado a la hora de integrarlos. "El nuestro es un trabajo de valoración humana. Intentamos primero darle confianza al joven y luego gradualmente le acostumbramos a una disciplina de trabajo", explica Luis Sáez, no de los maestros del centro.Después de pasar unos meses en la fase llamada de "acogida", en la que los docentes evalúan el nivel de estudios adquirido, los jóvenes reparten su tiempo entre clases de cultura general y las tareas en uno de los dos talleres de trabajo, informática y diseño y moda.

Para enganchar al joven a seguir estas disciplinas y convencer a la familia para que siga, Semilla proporciona becas mensuales de 15.000 pesetas. Pero muchos de ellos aseguran que no se quedan sólo por el dinero, que, en cualquier caso, entregan a sus padres.

"Aquí no te machacan como en la escuela, escuchan tus quejas y cuando no entiendes algo te lo repiten mil veces. Sé que me quieren. No hay palabras para explicar esto. Es como tener una segunda familia", afirma con una sonrisa muy tierna Maika, una rubia de 18 años que trabaja en el taller de diseño y moda. Cada alumno tiene un tutor personal. Se reúne con él semanalmente para hacer balance de la marcha de los estudios y resolver los problemas.

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Al verlos reírse a carcajadas todo el tiempo, cuesta creer que varios de esos chicos procedan de familias destruidas, que algunos vivan en chabolas sin agua ni luz, y que otros tengan hermanos o amigos drogadictos o delincuentes. "Su mayor problema es la desestima que tienen de ellos mismos. El camino recorrido por algunos es increíble, han brotado como flores", declara Prado, que da clases de Formación Sociolaboral.

"Los chavales han sido realmente estupendos estas últimas semanas. No llegaba la subvención y ni siquiera nos quedaba barro para hacer la cerámica", comenta Fabiana.

Dificultades

El presupuesto anual, de 108 millones de pesetas, es aportado en un 60% por la Comunidad de Madrid, y el resto procede de donaciones populares y de la facturación de los talleres de trabajo. En los últimos siete meses no les llegaba la subvención, hasta que a mediados de mayo recibieron 24 millones de pesetas. Mientras, la escuela negocia actualmente con la Concejalía de Servicios Sociales del Ayuntamiento una aportación económica. El año pasado el gobierno municipal concedió al centro una pequeña cantidad, cuatro millones. Este año no hay nada asignado, pero continúan las conversaciones."Pero lo más importante, concluye este educador, "es que los chavales han demostrado que valoran lo que hacen y que están dispuestos a luchar para que esto siga adelante.

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