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Reivindicación imposible

Soledad Gallego-Díaz

Paco Álvarez Cascos es popular en Gijón. No se trata de un juego de palabras, sino de una constatación. En el mitin celebrado en su tierra le aplaudieron casi tanto como a José María Aznar. Por lo menos no es grandón, dicen en su pueblo, donde no hay peor acusación que la de ser snob y donde se ríen hasta de los de Oviedo por llevar la nariz demasiado alta.Cascos no es amigo íntimo del jefe (Rodrigo Rato es el único amigo personal que tiene Aznar dentro del partido, aseguran los hombres del PP), pero se nota que se aprecian mucho. Aznar le pone como ejemplo de persona noble y trabajadora y Paco no puede olvidar que no hace tantos años, en las municipales de 1979, "yo era un bicho raro, uno de los pocos que se atrevió en Asturias a pegar carteles electorales de la derecha. Encima llovía a raudales y andaba todo el día con un impermeable de pescador".

Se jugaban más de 20 concejales en Gijón y sólo un candidato de su partido, él mismo, consiguió entrar en el Ayuntamiento: "Creo que obtuve unos 5.000 o 6.000 votos", recuerda sin ninguna nostalgia. Ahora el polideportivo está decentemente lleno; una joven concejala, Mercedes Fernández, ha hablado bien, sin complejos y muy centrada, y Álvarez Cascos se relame de satisfacción sólo de pensar que, por primera vez, Asturias pueda votar más a su partido que a los socialistas. Eso sí que le produce placer.

No es extraño, pues, que esté entusiasmado y que mire a José María con una mezcla de cariño y sorpresa. Álvarez Cascos, que siempre estuvo muy próximo a Fraga, fue uno de quienes conspiró para llevar a Aznar a la presidencia del partido. Fraga le llamó a Perbes y le sometió a un duro examen, por ver si flaqueaba en su apoyo al joven castellano.

¿Imaginó Cascos alguna vez que llegarían a donde están ahora, pidiendo en Gijón no el voto, sino una mayoría suficiente como para gobernar sin agobios? "No; bueno, quiero decir que nosotros hicimos un plan para siete años y que todo se ha acelerado mucho. Incluso me encuentro con militantes que me preguntan, preocupados, si no sería mejor que no ganáramos esta vez, que dejemos a los socialistas con el lío en que han metido al país y que esperemos a las próximas para barrer. Yo les digo que eso no sería responsable".

Cuando Álvarez Cascos habla de José María le llama "mi presidente" y se nota que está absolutamente de acuerdo con que sea su jefe. Puede parecer una obviedad, pero no lo es tratándose de un partido con la torturada historia del PP. Ellos mismos reconocen que hasta hace unos años funcionaba como un casino en el que se reunían los amigos a comentar, tomar café y despellejarse mutuamente. Nada que ver con una maquinaria engrasada y experta en materia electoral, capaz de dar la batalla a los ambiciosos y organizados ejecutivos del PSOE. Eso se acabó. En esta campaña ya hay, detrás de los candidatos, un grupo de gente que no "chupa cámara", que trabaja en la sombra y que, incluso, puede que ni tan siquiera vote PP.

Este es, posiblemente, el mejor activo de Aznar: su trabajo interno en la organización, control y profesionalización del partido. En esta campaña no ha aparecido ni una sóla vez Manuel Fraga, ni siquiera su sombra. No es una opinión sino un hecho. Lástima para Aznar que todo esto sea muy difícil de reivindicar, en un mitin, precisamente del Partido Popular.

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