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Hacia una Camboya sin guerra

Hoy termina la campaña para la elección democrática y libre de un Gobierno capaz de pacificar este país del sureste asiático

Juan Jesús Aznárez

Los tres modernos Mercedes y el Volvo último modelo aparcados en la sede de uno de los dos partidos con posibilidades de ganar las próximas elecciones generales de Camboya tienen gancho y casan con el mensaje de la formación que lidera el hijo del príncipe Norodoni, Sihanuk (Funcipec). "Disponemos de nuestra propia emisora de televisión, y a través de ella mostramos a nuestra gente la Camboya que en tiempos fue rica y próspera. No lo saben porque la mayoría ha nacido entre guerra y guerra", dice Marta Pok, portavoz de Funcipec. Hoy termina la campaña electoral, con 20 partidos en disputa, y la pacificación de este avispero indochino fue la promesa más repetida. También la de más difícil cumplimiento.

Marta es una joven que supera en estatura la media nacional y viste trajes de alta costura y sedas en un país de harapos, malaria y mugre. Volvió a Camboya no hace dos años para intentar compartir con sus nueve millones de compatriotas algo de la abundancia y el progreso que parece haber disfrutado lejos de este país asiático que sale de una escabechina para entrar en otra. Regresó a una nación feraz en viudas y mutilados de guerra que dentro de tres días acudirá a las urnas entre alambradas y sacos terreros, escoltada por 22.000 soldados y funcionarios de la ONU.El pesimismo sobre sus resultados es generalizado. "Votaré a quien me asegure el arroz", decía uno. A media mañana de ayer eran más numerosas las personas concentradas junto a una lista de ofertas de trabajo como conductores, intérpretes o barrenderos en la plantilla de esta fuerza internacional, que los asistentes a un mitin próximo. La participación electoral ha sido, sin embargo, esperanzadora teniendo en cuenta la ausencia de precedentes, la ignorancia, la incomunicación, y las constantes violaciones del alto el fuego, suscrito en París en 1991.

"Les hemos ayudado en lo posible. La responsabilidad principal es de ellos, no de la ONU. Parece que no saben hacer otra cosa que pelear", señala Carlos Polcaro, capitán del batallón uruguayo. No todos son de esa opinión en esta ciudad, fértil en delincuencia callejera, corrupción oficial, especulación inmobiliaria y negocios de rentabilidad y desmantelamiento inmediatos. "Son muchas manos en la olla", subraya un diplomático aludiendo al diferente enfoque del conflicto entre naciones como China, Francia, Japón, Estados Unidos o Indonesia, todas ellas patrocinadoras del incumplido acuerdo de paz.

Pura ilusión

La Camboya de pasarela que promete Funcipec es ahora una pura ilusión. Los jemeres rojos continúan emboscando convoyes, bombardean acuartelamientos y asustan al electorado rural. El de origen vietnamita quedó diezmado después de los ametrallamientos de varias de sus aldeas y asentamientos. Matones gubernamentales completan la jornada con el apaleamiento o asesinato de adversarios políticos. "Los jemeres rojos no atacarán frontalmente la capital pero pueden recurrir al terrorismo urbano como hicieron hace poco lanzando una granada contra un bar vietnamita", afirmaba un joven que alquila su coche al mejor postor. Un embajador occidental, con la residencia a oscuras por falta de suministro eléctrico, piensa que el boicoteo, que se ha cobrado más de 100 vidas en pocas semanas, no tiene como objeto final impedir la consulta, en la que participan 4,7 millones de personas, sino restarle importancia. "Saben que la pierden. Una vez celebrada, y desde una posición de fuerza, podrán negociar con el ganador una participación en el poder".La impotente UNTAC (Autoridad Provisional de la ONU en Camboya) descargaba ayer centenares de urnas made in Canada en el destartalado estadio de Phnom Penh y distribuía 6.500 chalecos antibala entre inspectores y policías. Aviones militares evacuan las familias de los funcionarios, se advierte a la prensa extranjera que no salga de la capital y helicópteros de transporte son artillados para repeler posibles agresiones desde las bases de la guerrilla maoísta que acabó con un millón de compatriotas cuando estuvieron al frente del Gobierno entre 1975 y 1978.

Además, el número de colegios electorales se ha reducido porque en zonas que registran un fuerte duelo artillero será imposible la emisión del voto. Éste decidirá los 120 miembros de la nueva Asamblea constituyente y el Gobierno instalado en 1978 por la invasión vietnamita, con su Partido del Pueblo, de Camboya (CCP) puede hacerse con la mayoría. El CCP, que encabeza con los jémeres rojos la relación de acusados por delitos de violencia e intimidación, dispone de los principales resortes para conseguir el triunfo en las urnas. Sus portavoces conservan en gran parte el viejo estilo de las formaciones comunistas cuando algo no les interesa, y la prensa, más que interés despierta molestias: "Rellene esa hoja y especifique las preguntas. Ya le llamaremos".

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