El horror llega a la guardería
Un secuestrador reclama en París 100 millones de francos por la vida de una decena de niños
Una pesadilla se convirtió ayer en realidad en una escuela maternal francesa. Armado con un revólver y esgrimiendo lo que decía ser una bomba, un hombre de unos treinta años de edad retenía como rehenes a una veintena de niños de edades situadas entre los dos y los cinco años. El secuestrador amenazaba con matarlos si no le eran entregados cien millones de francos (unos 1.800 millones de pesetas). A primeras horas de la madrugada de hoy, el secuestrador no había depuesto su actitud. Negociaba con él el ministro de Presupuesto y portavoz del Gobierno, Nicolás Sarkozy, que prometía que las fuerzas de, seguridad no intervendrían por la fuerza.Los niños secuestrados se habían dormido, ya que se les había introducido calmantes en los alimentos suministrados horas antes por las autoridades.
En el exterior, decenas de policías mantenían la vigilancia, mientras que los padres de los pequeños vivían un calvario. "Es horrible, horrible", acertaba a decir entre sollozos la madre de uno de los rehenes.
El secuestrador, cuya identidad era desconocida, había conseguido su objetivo de ser entrevistado por un periodista de la más popular cadena de televisión del país.
Sucedió en la escuela maternal Commandant Charcot, del lujoso suburbio parisiense de Neuilly-sur-Seine. Hacia las 9.30 de la mañana, un corpulento africano de unos treinta años penetró en una clase, encañonó a la profesora y a una treintena de niños y les ordenó que no se movieran si querían conservar la vida. Pegó luego papeles en los cristales, para no ser visto desde fuera, e hizo públicas sus exigencias.
Los profesores evacuaron de inmediato a los otros alumnos del centro. Poco después, decenas de policías cercaban la clase donde estaban los secuestrados. Para muchos de los niños que escaparon toda esta agitación fue una especie de fiesta. Una chavalina explicó: "Los profesores nos han dicho que había un incendio y que había que salir con rapidez y con calma. Creo que lo hemos hecho muy bien". Un pequeño declaró sonriente: "Cuando he visto a la policía me ha dado mucha alegría".
La policía comenzó a negociar con el secuestrador, que, según la prefectura de París, parecía "tranquilo". El hombre insistía en que quería la totalidad de la suma que había pedido antes de las 16.00 horas, momento en el cual iba a hacer explotar la supuesta bomba que llevaba encima. Más tarde, añadió a sus demandas la presencia en la escuela del ministro del Interior, Charles Pasqua, conocido por su espíritu de cruzada contra la inmigración árabe y africana.
A medida que pasaban las horas, el secuestrador comenzó a liberar a pequeños grupos de niños. Cinco pudieron salir a las 13.50 horas; otros tres una hora después. Un grupo de padres se incorporó entonces a las discusiones con el secuestrador. Nunca en la historia de Francia había ocurrido una cosa semejante.
El plazo fijado por el secuestrador venció sin que ocurriera nada. Policías y profesores intentaban contener y calmar a las decenas de angustiados padres que se agolpaban en el exterior. La presencia de ambulancias y bomberos dramatizaba la situación.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.