El Gobierno británico admite que alguien puede estar espiando a Carlos y Diana
El ministro del Interior británico, Kenneth Clarke, rechazó ayer tajantemente la petición parlamentaria de que se investigue el supuesto espionaje sobre los príncipes de Gales. "Son tonterías, historias sin la menor prueba", afirmó ante la Cámara de los Comunes. Sin embargo, el mismo Clarke había reconocido poco antes: "Alguien parece estar espiando a los Gales, tal vez por dinero". Había espionaje, pero no investigación.
Tomaba así cuerpo la hipótesis le que el Gobierno prefería no averiguar la verdad, por temor a que ésta fuera peligrosa e implicara al entorno de la monarquía o tal vez, a la propia princesa Diana.La prensa sensacionalista publicaba ayer más presuntas conversaciones privadas de la princesa de Gales. La oposición laborista señaló que, si las conversaciones eran falsas, varios periódicos estaban cometiendo "un enorme delito penal". Pero el ministro se negó igualmente a investigar a los periódicos.
La tozudez del Gobierno en no investigar por ningún lado contrastaba con la exuberancia te los titulares periodísticos: "He estado fingiendo durante diez años", aseguraban que dijo la princesa Diana a una amiga, en la intimidad de su residencia. De las presuntas grabaciones se deducían otros detalles más o menos llamativos: la princesa no mantuvo relaciones sexuales en los últimos siete años, es admiradora del galán Richard Gere y amenazó a su marido con "marcharse de casa con los niños". Todo ello, claro está, supuestamente.
El Daily Mirror publicaba que el príncipe Carlos, a su vez, lloró como un niño ante las amargas recriminaciones que le dirigió hace meses el padre de su amante, Camilla Parker-Bowles, con la que habría pasado la noche previa a la boda con Diana: "Has arruinado su vida", dicen que le espetó el anciano mayor Bruce Sand, héroe de la Segunda Guerra Mundial.
La marea de revelaciones crecía por horas. Y las opciones se estrechaban. Por un lado, el Gobierno insistía en que los servicios de espionaje (MI-5 y MI-6) no tenían nada que ver con las supuestas grabaciones. Por otro, la reina Isabel II decidía intervenir en una acción muy inusual y a través de sus portavoces en Buckingham, hacía saber que los Gales no estuvieron en ningún momento juntos con los niños en la época la que se realizaron, supuestamente, las grabaciones.
¿Mentían los periódicos? El ministro Clarke se negó a investigar la veracidad de las denuncias, sugiriendo de pasada que era inútil, ya que la legislación de prensa "establece una sanción máxima de 5.000 libras (unas 900.000 pesetas), una nadería para los grandes grupos de comunicación".
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