El impacto de la movilidad
El transporte motorizado se ha desarrollado enérgicamente en los últimos años por el crecimiento de la economía española, la universalización de las relaciones productivas, las transformaciones en la vida cotidiana (compra en grandes superficies, creciente distanciadomicilio-trabajo ... ) y el carácter crecientemente disperso de las regiones metropolitanas, donde se concentra el crecimiento. Todo ello hace que la movilidad motorizada duplique en aumento al PIB. Esta mayor necesidad de movilidad se ve incentivada por la gran inversión estatal en infraestructuras; inversión que ha primado el transporte viario -por los poderosos intereses económicos en juego- y, en menor medida, el aéreo, en detrimento del ferrocarril. Esto último, a pesar de la imagen distinta que se ha intentado proyectar con la creación -y derroche- del AVE.Espoleado por el intenso crecinúento de base artificial de finales de los ochenta, los vehículos matriculados se duplicaron entre 1985 y 1989. Hecho que, junto a la bajada de los precios de los combu.stibles, desata un espectacular incremento del transporte por carretera, tanto de pasajeros como de mercancías. El transporte aéreo manifiesta igualmente unas fuertes tasas de crecinúento, mientras que el ferrocarril convencional, progresivamente abandonado, languidece, salvo en cercanías. Es decir, se han impulsado los medios de transporte de menor eficiencia energética, más despilfarradores, de mayor impacto sobre el medio y de más importante coste social (siniestralidad).
El transporte se configura como el primer sector devorador de energía, desplazando a la industria, lo cual contribuye a consolidar un modelo económico que cada vez demanda más energía y genera menos empleo. Este sector ha sido el responsable del cambio de tendencia del consumo de petróleo en el Estado español operado en los ochenta. En 1990, casi el 601/6 del petróleo se consumía en el sector transporte, frente al 30% en 1980. Lo cual, aparte de consideraciones ambientales, es un lastre para una balanza comercial ya de por sí enormemente deficitaria. Esta situación puede agravarse si sigue el desplome de la peseta y si el precio del crudo sube, como consecuencia de su progresiva escasez, acentuando la vulnerabilidad de la economía española.
El transporte se afianza también como uno de los elementos fundamentales de agresión ambiental: por el impacto directo que la creación de infraestructuras genera sobre el medio; por ser el responsable de más del 30% de las emisiones de C02, que agudizan el tan temido cambio climático, y del 60% de las emisiones de NO,, causante de la lluvia ácida; y por actuar como instrumento primordial del deterioro de la vida urbana. En estos años, se ha inculcado la concepción de que el transporte es un bien eñ sí mismo, a pesar de los impactos sociales y ambientales de su expansión incontrolada.
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