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El Madrid acaba con los sueños del Estudiantes

Al final salió blanco. Doscientos un minutos después del inicio de la contienda, los jugadores del Real Madrid volvían sonrientes al lugar de los hechos ante la algarabía general de su hinchada. Doscientos metros más lejos, en la intimidad del vestuario, los colegiales decían adiós a una época dorada. Es la línea que separa el éxito del doloroso fracaso. Unas cuantas jugadas, otras tantas decisiones y, sobre todo, el poder de las. individualidades.Llegados al punto en el que se encontraban ambos equipos (a un paso del éxito, a la misma distancia del fracaso), los partidos deben ser manejados por los jugadores que cuentan con esa cualidad que diferencia los buenos de los decisivos. Es el momento en el que no hay lugar para la duda y mucho menos el miedo. Abundan los baloncestistias de calidad, pero no sobran los hombres que marcan la diferencia.

Cjeveficanin es uno de ellos. Biriukov, otro. El alero madridista pudo llegar al final del partido y mantuvo a flote a su equipo cuando las cosas se estaban poniendo feas y el balón buscaba desesperado una mano firme. La suya no tembló, y mucho menos sus neuronas. Una jugada resume su actuación. A falta de menos de dos minutos y con ventaja madridista de un punto, Biriukov se fue directamente hacia Lasa y le quitó el balón de las manos. Solicitó el bloqueo de Martín a ocho metros del aro y con la ventaja lograda se fue como un kamikaze, hacia el aro. Dos puntos y un reivindicativo aquí mando yo vital para el futuro blanco. Teniendo que sufrir la ausencia de Sabonis en esos instantes fundamentales (bastante tenía con soportar la durísima defensa de la que era objeto), Biriukov no rehuyó la llamada del destino).

Sin contirarréplica

Cjeveticanin no tuvo tiempo de ofrecer la contrarréplica. Cometió un tremendo error al arriesgarse a intentar obstaculizar un lanzamiento desde debajo del aro ole Sabonis. Restando una eternidad (minuto 36, 71-71) se fue al banquillo, perdiendo Estudiantes su necesario punto de referencia para concluir felizmente su hazaña.

Hubo un tercer hombre, y no fue Sabonis, a pesar de que el lituano estuvo siempre en su sitio. Es mucho más bajo, pero ha conseguido en unos meses contar con la confianza de sus compañeros, que no la total de su entrenador. Esta vez, Clifford Luyk decidió jugarse la eliminatoria con el aprendiz al mando, y la jugada salió bien. Lasa equilibra a su equipo. Puede haber errores, pero no hay crispación. Si además tiene que tirar, lo hace sin pensarlo mucho, y no se le aflojaron las piernas cuando en medio de un ambiente infernal tuvo que ir a la línea de tiros libres. Una vez terminado el partido, hizo una declaración de principios. "Aunque seas joven, hay que confiar en uno mismo". Dieciocho años le contemplan.

Estudiantes fue casi siempre a remolque, pero sin dejar de sentir nunca el aroma del triunfo. Mandaba el Madrid, pero los colegiales replicaban, dando la sensación de llegar mejor psicológicamente al cara y cruz final de una intensísima eliminatoria. Habían vuelto de desechar una parte del campo (los alrededores de Sabonis), pero el acierto de Orenga, y sobre todo Vecina, equilibraban esa pérdida de terreno. Hasta la eliminación de Cjeveticanin neutralizaron las ventajas madridistas, incluida la más preocupante (53-44, minuto 25), provocada por una buena salida del Madrid después del descanso.

Un triple de Cjeveticanin incendió el ambiente (60-61, minuto 34). Sorprendentemente, el partido entró en una dinámica vertiginosa. Biriukov lideraba al Madrid, Cjeveticanin y Vecina daban vida al Estudiantes. Le cayó la quinta al Yeti, el Madrid se puso en zona, y, pese a dos triples del hasta ese momento inexistente Winslow, Estudiantes capituló.

Fue un dignísimo final de una electrificante eliminatoria. A la quinta, los dos rivales coincidieron en un rendimiento acorde con la ocasión. Entonces ocurrió que Luyk confió en Lasa, Biriukov justificó muchas cosas y a Cjeveticanin (en mala hora, pensará durante muchos días) se le ocurrió ir a molestar a Sabonis.

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