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Un empresario se quita la vida de un tiro tras matar a su mujer y a su hijo en La Moraleja

J. C. SANZ / JAVIER BARRIO, El asesor financiero Baltasar Egea García, de 47 años, se suicidó ayer de un disparo en la cabeza en su casa de la urbanización de lujo de El Soto de la Moraleja, en Alcobendas, después de matar a tiros a su esposa, Adela Llana Vida], de 40 años y a su único hijo, Raúl, de 17. Los tres cadáveres yacían en la cama de¡ dormitorio del matrimonio cuando los descubrió la empleada interna de la familia a las diez de la mañana. Egea planeó su acción, hasta el punto de que dejó junto al lecho una carta en la que alegaba problemas económicos para justificar el suicidio y el parricidio. La empleada, que vivía en la residencia, no escuchó los disparos. Tampoco los vecinos oyeron nada. Ésta es la versión facilitada por la policía.

Todos los indicios apuntan a que Baltasar Egea mató a su mujer y, a su hijo -de 17 años recién cumplidos- y después se quitó la vida, según explicó un portavoz de la Jefatura Superior (te Policía de Madrid.Una familiar de Baltasar Egea declaró ayer que, en las últimas semanas, "estaba muy preocupada" por la situación económica del matrimonio. El economista trabajaba como consultor-gerente de la firma Asesores Agrupados, informa Efe.

El juez de guardia de Alcobendas considera que los primeros indicios son muy claros: doble parricidio y suicidio. Esta certeza explica que el caso lo investigue la comisaría de Alcobendas (80.000 habitantes), y no el grupo de inspectores de Homicidos de la Policía Nacional.

El parricida comunicó unas instrucciones inusuales a la asistenta, que vivía en el domicilio -situado en la calle de Kerria, 22-, a las siete y media de la mañana. Primero le dijo que hiciera la habitación del muchacho, Raúl, estudiante de segundo de BUP en el colegio privado El Parque. Después, ya decidido a poner en marcha su trágica decisión, le pidió que telefoneara al colegio de su hijo y avisase de que ese martes no asistiría al colegio. Finalmente le rogó que también anunciase su ausencia de su oficina.

Hallazgo de los cadáveres

Una vez cumplidas las órdenes, la asistenta, cuya identidad no fue facilitada por la policía, que le tornó declaración, se retiró.

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A las diez y media de la mañana, la empleada acudió al dormitorio conyugal, donde se encontró un lecho ensangrentado y tres cuerpos sin vida. La mujer y al niño yacían dentro de la cama, el hombre fuera, tendido encima, todos ellos vestidos con ropa de dormir. Cada una de sus cabezas estaba penetrada por una bala.

Inmediatamente avisó a un vecino, que a su vez dio la voz de alarma en cadena. Primero, a los vigilantes de seguridad de la urbanización; después, a la Policía Local de Alcobendas, y por último, a la comisaría.

Los investigadores policiales hallaron en el lugar de los hechos tres casquillos de bala del calibre 6,35 y dos pistolas. La policía baraja la hipótesis de que Egea disparó al mismo tiempo las dos armas contra su mujer y, su hijo y luego se suicidó con una de ellas. "Este tipo de pistolas hacen poco ruido al dispararse", explicó ayer un investigador policial; "es normal que ni la asistenta ni los vecinos oyeran las detonaciones".

Además, en una vivienda de esas dimensiones -unos 200 metros cuadrados- es posible, según señalan fuentes de la investigación, que la empleada de hogar no escuchase los tres disparos.

Junto a la cama, la policía recogió una carta en la que Egea intentaba justificar su acción, para lo que aducía sus problemas económicos, único dato que ha trascendido de la carta, ahora en manos del juez.

Los vecinos de la urbanización El Soto de la Moraleja (15 kilómetros al norte de Madrid) aseguran que el millonario economista poseía varios automóviles -entre ellos, un Porsche, dos Mercedes y un todoterreno- y al menos tres motocicletas.

Alto nivel de vida

De su tren de vida da idea que en una ocasión dio una propina de 5.000 pesetas al portero de su casa por subirle las maletas.

Su hijo, Raúl, también disponía de dos ciclomotores, y a pesar de no tener la edad para obtener el carné, conducía los vehículos de sus padres. "Ocupaban casi la mitad del garaje de la casa", explicó ayer una vecina, que juzgó: "solían exhibir unos signos externos de riqueza apabullantes".

Vivían en el edificio Nínive, de la calle de Kerria, portal número 4, desde hace nueve años. El inmueble estuvo gran parte del día de ayer vigilado por agentes del Cuerpo Nacional de Policía. Los Egea habitaban la vivienda del segundo izquierda. En el piso superior, Fernando Gil, presidente de la comunidad de vecinos -30 viviendas distribuidas en cuatro alturas-, tampoco escuchó los disparos. Fue una de las primeras personas que entró en la vivienda después del aviso de la asistenta. "Todo se encontraba en perfecto orden", manifestó.

"Daba la impresión de que vivían a lo grande", aseguró un vecino de El Soto de la Moraleja, por cuyas calles circulan turismos de importación y motocicletas de gran cilindrada. Sin embargo, nadie había apreciado un estado depresivo en la familia Egea, ni consideraban que hubiesen rebajado en los últimos tiempos su tren de vida.

Poco antes de las dos de la tarde, el juez de guardia en Alcobendas ordenó el levantamiento de los cadáveres del economista, su esposa y el chaval de 17 años, que fueron trasladados al Anatómico Forense.

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